Opinión

‘Artículo 14’: una habitación propia

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Virginia Woolf sentenció, mientras agonizaban los felices años veinte, que “una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”. En el ensayo que incluyó esta, por entonces, revolucionaria idea, la escritora inglesa lamentaba que la literatura no reflejaba la realidad sin distorsiones porque, hablando en plata, el mundo de los literatos era un campo de nabos regido por un ejército de machirulos. Una habitación propia le valió a su autora un tifón de vituperios. La acusaron de aburguesada, clasista y racista. Algunas críticas no iban desencaminadas: pese a estar casada con un judío –de quien tomó el apellido la también–, la también artífice de Orlando y La señora Dalloway tiraba a antisemita. Tras un crucero por Portugal, lamentó haber coincidido con “un gran número de judíos portugueses, además de otros objetos repulsivos”.

Rebobinemos en la Historia de la Humanidad y cambiemos de escenario: viajemos al primer cuarto del siglo II d.C., a la China de la dinastía Han. Ban Zhao, hija de un general y hermana de un historiador, ejerce como maestra de las damas reales bajo la emperatriz viuda Deng Sui. Según cuenta Fernando Wulff en A orillas del tiempo (Siruela, 2024), es la “primera autora de la historia del mundo que reivindica que las mujeres deben tener la misma educación que los hombres”. En su obra Lecciones para mujeres, Ban Zhao reclama que las niñas deben tener la misma formación educativa que los niños. ¡Hace unos 1.900 años, rediós! Tampoco conviene sobreestimularse, ojo. Escribe Wulff: “La autoridad del hombre tiene el otro lado en la sumisión, el servicio de la mujer, pero para que las mujeres cumplan las tareas que les son propias es imprescindible que sean educadas como los hombres”. Como bibliotecaria de la corte, la escritora e historiadora china aumenta su obra y dirige trabajos de eruditos. Hace tanto y tan lejos. Desde una habitación propia.

Aterricemos en el presente. Nuestro Artículo 14 es el primer periódico patrio que puede describirse, plenamente, como una habitación propia para las mujeres. Secciones feministas en otros diarios, haberlas, haylas, si bien no abundan, y revistas temáticas se encuentran a puñados. Pero este nuevo digital, que toma su nombre de un artículo clave de nuestra Carta Magna, es una criatura inédita en el ecosistema mediático nuestro. Recordemos lo que dice nuestra Constitución del 78, esa que, en abril de 2024, tose tuberculosa y mancha un pañuelo blanco con gotas rojas: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.

Bendito sea Artículo 14, un periódico que es una habitación propia. Cabe subrayar que “propio” no es sinónimo de “excluyente”. Que el feminismo es igualitario y racional, que no tiene nada que ver con sus múltiples degeneraciones, más cercanas al hembrismo y a la neurosis. Nuestra directora, Pilar Gómez, lo ha explicado muy bien: Artículo 14 aboga por la “igualdad real”, por un “feminismo que nos una, no que nos excluya”. Nihil obstat. En este barco me encontrarán, orgulloso de formar parte de tan magnífica tripulación, e invocando al maestro Luis Alberto de Cuenca: “Para ti, pecadora, escribo cuando el alba / me baña en su luz pálida y tú ya te has marchado”. Sean bienvenidos a “La noche blanca”