Opinión

Aquel tiempo en que las mujeres no podían estudiar en la universidad en nuestro país

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Estos días han comenzado las clases en muchas universidades en España. En este curso que comienza, según datos del Ministerio de Universidades, el porcentaje de mujeres que estudiarán en la universidad será de un 57%, frente al 43% que suponen los hombres matriculados. Pero hace apenas cien años si eras una mujer y querías estudiar una carrera universitaria de manera oficial en España tenías que pedir permiso al Consejo de Ministros.

Era el 8 de marzo de 1910 cuando se publicó en la Gaceta de Madrid la Real Orden del Ministerio de Instrucción Pública que permitía que las mujeres pudieran matricularse en las universidades. Esta orden derogaba otra Real Orden, del 11 de junio de 1888, que admitía la entrada de mujeres en la universidad como estudiantes privados, pero que requería la autorización del Consejo de Ministros para su inscripción como alumnas oficiales. Cuando alguna mujer solicitaba “matrícula oficial” era la Superioridad la que resolvía según el caso y las circunstancias de la interesada.

Y es que desde 1882 una Real Orden prohibía a las mujeres matricularse en un establecimiento docente. La única posibilidad para todas aquellas que además de querer estudiar tenían el coraje de plantearlo y luchar por ello −en ocasiones con sus padres, en ocasiones con su marido, de los que también necesitaban permiso− era ser admitida como alumna de “enseñanza privada”. Incluso cuando eran admitidas las mujeres debían ir acompañadas por los profesores, sin poder moverse con libertad por las facultades, y por supuesto sin poder sentarse junto a sus compañeros masculinos.

La primera mujer que se matriculó en una universidad en España fue María Elena Maseras, que en 1872 se matriculó en la Facultad de Medicina en la Universidad de Barcelona. No podía asistir a clase, pero podía examinarse, aunque cuando quiso hacerlo dos profesores se lo prohibieron. Dos años más tarde se matricularon otras dos mujeres en la misma universidad, aunque todas tuvieron que esperar hasta 1882 para poder examinarse amparadas por una real orden que obligó a los profesores.

Actualmente la tercera carrera elegida por las mujeres matriculadas en las universidades es Derecho. A mediados del siglo XIX Concepción Arenal, hoy considerada una de las pioneras del feminismo, se disfrazó de hombre cuando tenía veintiún años, se cortó el pelo y vistiendo levita comenzó a asistir a la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid. Tras ser descubierta su condición de mujer se la realizó un examen y se la permitió asistir a clase en la facultad siempre que la acompañara un familiar a la puerta del claustro, donde la recogía un bedel que la acompañaba a un cuarto donde esperaba hasta que el profesor que iba a impartir la clase la recogía para llevarla al aula. Allí se sentaba en un lugar separada de sus compañeros y al terminar la clase volvía a ser llevada al cuarto a esperar al siguiente profesor. Por supuesto no había ni una sola mujer profesora.

Parece que han cambiado mucho las cosas en los últimos cien años, al menos en España. No sólo hay más mujeres matriculadas, sino que en 2023 uno de cada cuatro rectores en España era una mujer. Aunque en proporción no llegan ni a la mitad y la cifra puede parecer pequeña teniendo en cuenta la mayoría de mujeres universitarias, sólo hay que mirar hacia atrás para ver la gran evolución experimentada. Evolución que se ve reflejada en el número de mujeres docentes en las universidades, que, aunque todavía no llega al 50%, también crece año tras año.

En una escena de la serie Gambito de Dama, la protagonista, Beth Harmon, jugadora de ajedrez que acaba de ganar un campeonato, habla con su madre y se queja de que la prensa la considera una celebridad porque es una chica y no por haber ganado el campeonato. «Se trata principalmente de que yo sea una chica» dice Beth. «Bueno, tú lo eres», le responde su madre. «No debería ser tan importante. No contaron la mitad de lo que dije. No hablaron del señor Shaibel y no dijeron nada de cómo juego la siciiana». «Beth, querida, eso te convierte en una celebridad». «Sí, por ser una chica».

Creo que en ocasiones hay que reivindicar que se ha llegado a determinados lugares siendo mujer, porque las oportunidades y las circunstancias no han sido iguales a las que han tenido los hombres. Y sí, en esas ocasiones la noticia debe ser que se ha llegado siendo mujer, en esas ocasiones creo que eso es lo importante. Así que, si pudiera sentarme junto a Beth Harmon le diría que no se preocupara y que celebrara que es una chica y que ha llegado donde ha llegado siendo una mujer.

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