Opinión

Algoritmo, ¿problema o solución?

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Tiempo. Ese bien tan preciado que tenemos, pero que, sin embargo, cada vez escasea más en nuestros días. Al menos lo que conocemos como tiempo de calidad. El ritmo frenético, o el estrés que, me atrevería a decir, padecemos o padecerá una gran parte de la sociedad debido a nuestro ritmo frenético de vida y exigencias, sumado a nuestro interés legítimo por sintetizar y obtener resultados de búsquedas fructíferos basados en nuestras necesidades momentáneas, ha hecho que la tecnología nos haya hecho llegar un nuevo pseudo “aliado” a nuestras vidas: bienvenido algoritmo.

En la era digital, de la que ya casi ninguno podemos escapar, los algoritmos se han convertido en los guardianes invisibles que dictan qué vemos, cuándo lo vemos y cómo reaccionamos ante ello. La tecnología, en su afán por optimizar (o controlar) nuestras vidas, ha conseguido desarrollar estas complejas fórmulas matemáticas que acaban por personalizar nuestras experiencias en las redes. Pero, ¿son realmente una solución o, más bien, un problema enmascarado?

Ventajas y desventajas

Los algoritmos han acabado por desarrollar una capacidad sorprendente para filtrar la inmensa cantidad de información disponible y presentarnos tan solo aquello que más nos interesa. Piensa por nosotros en las recomendaciones de Netflix, o en cómo Spotify nos puede sugerir canciones que encajan perfectamente con nuestro estado de ánimo. Les confieso que el otro día buscaba un esmoquin. Fue introducir una sola vez la palabra en el buscador y a partir de ahí, no dejar de ver durante toda la semana, recomendaciones publicitarias relacionadas. En todos los canales, webs y redes. Alucinante. Hasta aquí bien, pues parece que hasta el momento, esta personalización está enfocada en la mejora de nuestra experiencia de usuario, haciéndola más eficiente y placentera, así como ahormándonos tiempo de búsqueda. Si lo llevamos a un terreno con un mayor propósito y nos enfocamos en el campo de la sostenibilidad ambiental, también estamos observando como los propios algoritmos están ya ayudando a optimizar el uso de recursos, desde la gestión de energía en las ciudades inteligentes o hasta la agricultura de precisión.

También los algoritmos están permitiendo a las empresas entender mejor a sus clientes y ofrecerles productos y servicios mucho más fits, adaptados a sus necesidades actuales. Lo cual, no solo incrementa las ventas, sino que también mejorara a priori la satisfacción del cliente, fomentando y mejorando así las relaciones de largo plazo.

Ahora bien, parece ser que no todo es tan bonito y que, como todo en la vida, tiene sus pros y contras. Debemos tener en cuenta que son los mismos algoritmos los que están diseñados para mantenernos enganchados constantemente, por ejemplo, a las redes sociales, empujándonos así hacia un ciclo de “scrolls infinitos” (término que hace no muchos días popularizó SM La Reina Letizia) y al mismo tiempo, bombardeándonos con contenido que, aunque aparentemente resulte inofensivo, puede tener un impacto negativo en nuestra salud mental y haciendo que las horas de luz azul frente a las pantallas creen adición. Les recomiendo que escuchen a la doctora Rojas Estapé sobre este tema en concreto y sus consecuencias. El “scroll infinito” parece destinado a acabar explotando nuestra tendencia a buscar esa tan peligrosa y adictiva gratificación instantánea, haciéndonos adictos y manteniéndonos atrapados en un ciclo que puede llevar a la procrastinación, la disminución de la productividad y, no nos olvidemos, a la ansiedad y a veces hasta la depresión.

Les confieso que no creo demasiado en las teorías conspiradoras (bueno, quizá en alguna que otra), pero es curioso ver cómo entre muchos ciudadanos existe también la inquietante sensación de que nuestros dispositivos nos escuchan. ¿No les ha pasado?, ¿cuántas veces han hablado de un producto o nombrado a una persona, tan solo para ver un anuncio del mismo o aparecernos en nuestros recuerdos fotográficos digitales minutos después? Ay, ay, ay… que se habla mucho de esa pseudo protección de privacidad de datos personales que aparentemente debemos tener, pero que cada vez dudo más que tengamos.

El impacto en la salud mental

Siempre insisto en que debemos hacer un uso responsable de la tecnología. Solo así podrá convertirse verdaderamente en nuestra gran aliada y ser sostenible. Celebro, por cierto, que cada vez más marcas hagan hincapié y campañas basadas en ese uso responsable, como por ejemplo ha hecho la compañía Orange y su campaña “por un uso love de la tecnología” (un buen ejemplo con propósito que les animo a conocer). No nos olvidemos que el uso constante y excesivo de redes sociales, cada vez más alimentado por estos algoritmos, puede afectar nuestra salud mental de diversas maneras, como la exposición continua a vidas “perfectas” en Instagram, las noticias alarmantes en la plataforma “X” o las constantes polémicas en Facebook que muchas veces pueden generar sentimientos de insuficiencia, estrés y polarización. Cada vez escucho a más psiquiatras que nos recuerdan con preocupación que la salud mental es realmente la pandemia de nuestros días y que tener salud mental será un lujo que pocos tendrán, al mismo tiempo que nos recuerdan que 2 de cada 3 individuos parecerán algún problema relacionado y cómo al final el consumo pasivo de contenido nos convierte en meros espectadores de nuestras propias vidas, reduciendo la interacción social real y el bienestar emocional. No puedo dejar pasar por alto, en este punto, la cantidad de suicidios, diarios, que ocurren en España, de los cuales, prácticamente, ni se habla y que muchos seguramente tengan relación.

Llegados a este punto, ¿algoritmo, problema o solución? Creo que una vez más la clave está en encontrar un equilibrio, que, muchas veces parece no quedar otra solución más allá de ir acompañado de regulación y legislación, para poder usar estas herramientas con conciencia, exigiendo al mismo tiempo transparencia y responsabilidad a las empresas que los desarrollan. También deberemos hablar, nos guste más o menos, de responsabilidad individual y recordar que nosotros mismos, como usuarios y consumidores, tenemos el poder de decidir cómo interactuar con la tecnología y cómo permitir que ésta influya en nuestras vidas, siendo capaces de construir un entorno digital saludable.

Una vez más, la conciencia y la acción colectiva serán esenciales para asegurar que los algoritmos trabajen en nuestro beneficio y no en nuestra contra. Así que ya lo saben, y acabo ahora parafraseando a Orange, hagamos un uso love de la tecnología.

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