Jueves, 24 de octubre de 2024. Se oye desde Radiopatio la monumental caída de Iñigo Errejón tras el huracán que comenzó con el aleteo de una mariposa. Un día tonto del que no esperábamos gran cosa – informativamente hablando- ha cambiado de rumbo al aparecer la carta de dimisión del parlamentario de Sumar (anteriormente Más País, previamente Más Madrid, y antes aún, miembro fundador de Podemos, más tarde rebautizado como Unidas Podemos) tras la vinculación de este a repetidos casos de maltrato psicológico y abuso de poder.
La periodista Cristina Fallarás compartió el miércoles en su cuenta de Instagram un testimonio de tantos, escrito por una mujer anónima que decía haber sufrido maltrato psicológico por parte de un parlamentario al que describe como “un psicópata” que la manipuló para hacer “cosas humillantes”, cosa que su partido, al parecer, sabía.
Hay cosas que son delito, y cosas que son inmorales pero que no son delito. En el testimonio compartido por Fallarás no había ningún nombre, solo una referencia a “un político muy poderoso”. Pensé inmediatamente en un miembro de Podemos en concreto, pero luego me di cuenta de que ese señor no ha rascado un escaño en su vida. Los comentarios al post eran insistentes: se trataba de Iñigo Errejón. Ahí hubiera quedado la cosa. Hubiera pasado el tiempo y ese testimonio hubiera sido uno de tantos. Pero no quedó ahí. Al día siguiente Errejón anunció su retiro de la política con un delicioso texto en el que la víctima era él, y solo él. “Es que me cago en su puta madre. “Emanciparse de la empatía” dice el muy hijo de la gran puta. He estudiado filosofía y frases así no las he visto ni en Hegel”, ha dicho Kike García (co fundador de El Mundo Today), expresando el sentir popular. Paso a analizar algunas de las frases de nuestro ahora ex parlamentario.
“En los últimos meses, y de forma más insistente en las últimas semanas, he ido pensando en que tenía que tomar algunas decisiones importantes. Hoy ha llegado el día de hacerlo.” Aquí quiere decir que sospechaba que le iban a pillar, y que finalmente le han pillado. Un poco de paja, un poco de autobombo, y llegan las justificaciones “[La política española] genera un tipo de vida, una cotidianidad, una subjetividad, un tipo de vínculos con el ámbito público, con la fama y con los demás que pasan factura.” La palabra clave aquí es “Subjetividad”. Quiere decir que las que le acusan a lo mejor se lo han imaginado todo. Entonces pasa a hablar de la salud mental, un tema que le empezó a importar en 2017, cuando vio que en los ministerios importantes ya no iba a rascar bola. Habla de su “estructura afectiva y emocional” (sic) que no sé qué quiere decir. Algo de que él es una víctima, supongo. Ya la preguntaré Judith Butler, si me la cruzo algún día.
“En la primera línea política y mediática se subsiste y se es más eficaz, al menos así ha sido mi caso, con una forma de comportarse que se emancipa a menudo de los cuidados, de la empatía y de las necesidades de los otros.” Esto quiere decir que, de puro comprometido y feminista, se ha vuelto un egoísta, pero que al final el que lo sufre es él.
“Esto genera una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica.” Al final, los damnificados del sistema patriarcal son los hombres, y más concretamente él; todo por haber tratado de construir un mundo mejor.
“Yo, tras un ciclo político intenso y acelerado, he llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona” Aquí vuelve a decir que le han pillado. Por si no quedaba claro.
“La lucha ideológica es también una lucha por construir formas de vida y relaciones mejores, más cuidadosas, más solidarias y, por tanto, más libres.” Este es otro poquito de paja, un poco como todo su Twitter.
“Llevo tiempo trabajando en un proceso personal y de acompañamiento psicológico”. Que está yendo a terapia, dice. Sufre mucho.
“…pero lo cierto es que para avanzar en él y para cuidarme, necesito abandonar la política institucional, sus exigencias y sus ritmos.” Esto yo lo traduciría como “Mira: si no puedo ser ni presidente ni echar un clavo gracias a mi poder, yo paso”.
Y viene otro párrafo contando todo lo bueno que ha hecho y lo comprometido que es, para despedirse al fin con “un abrazo fraternal” que viene a querer decir “Sé quién me ha delatado”. Seamos honestos: a nadie en Sumar, ni en Podemos, le importa que este hombre sea un maltratador, un misógino, un psicópata (si es alguna de estas cosas, que no lo sé). Y por supuesto tampoco les importa en el PP, en Vox, o la CUP. Les importa que les salpique, o que su caída les beneficie. Ya hubo una denuncia más específica, más potente, en 2023. Según la denunciante, la diputada de Sumar Loreto Arenillas le pidió a la afectada que no lo hiciese público ni fuera a la policía. ¿A quién le importó? Absolutamente a nadie. Habría que ver en qué está estos días Sumar. No puedo evitar ver un claro paralelismo entre esto y lo de las cremas de Cristina Cifuentes, que benefició a quien todos sabemos, igual que esto beneficia a quien ustedes están pensando.
En medio de este vendaval, en Radiopatio hemos seguido tirando del hilo y disfrutando del chafardeo. El Whatsapp echando humo. Las conversaciones guarras de Errejón y alguna señorita con uñas francesas de gel. Las cursiladas de cierto periodista y una chavala legal por los pelos. Las conjeturas. Los chascarrillos. Nada divertidos, sin embargo, han sido los dedos acusatorios que piden responsabilidades a las mujeres. Por callar, por denunciar, por apoyar, o por no apoyar. Hagas lo que hagas, la culpa es siempre tuya. Es raro que un político caiga solo por un testimonio anónimo. Es tan raro que me queda clarísimo que hay mucho más que un pantallazo enviado a la cuenta de Fallarás. Aquí, lo que hay, es un agua un poco turbia. Y el agua, algo tendrá cuando la maldicen.