Opinión

Al tercer año

Planeta Trump
Actualizado: h
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Llegamos a Semana Santa con nuestro personal vía crucis político, dándole vueltas a los montes de la absurdez y el despropósito. Seguimos cargando con la cruz de una política infantil y estrafalaria zamarreada por unos extremos cada vez más desorientados y unos ‘partidos de Estado’ cada vez más partidos y menos de Estado.

Por todos es sabido que el orden mundial no es que esté mudando la piel, sino que se la están arrancando a golpe de inseguridad y testosterona marrullera. Las bolsas convulsionan, los conflictos se recrudecen, el horizonte es una mecha que se consume y los que tienen los remos de la barca son charlatanes que se dirigen a su nación como si participasen en una roast battle, en un micro abierto del Club de la Comedia. Monólogo y discurso son eufemismos.

Hay gente que se consuela proclamando que Trump tiene una estrategia. Todo el mundo tiene una, que diría Myke Tyson, pero eso no hace que sea correcta, acertada ni beneficiosa. Ya han empezado a aflorar sus desacuerdos con Elon Musk.

Hay quien habla de teatrillo y función preparada, de un supuesto reparto de papeles. Yo veo a un gallo que se creyó de verdad que iba a poder cacarear en un corral en el que le han ido arrinconando una vez cumplida su función. Se les rompió la amistad con tanta majaretada. Esta ruptura exprés demuestra cuál es el modus operandi del magnate. Las cosas le sirven hasta que les ha sacado todo el jugo del interés. El dueño de X ha sido un juguete en manos de un niño con arrugas y el pelo anaranjado que teje alianzas para luego desguazar a las personas una vez ha conseguido su objetivo.

Elon Musk en el Despacho Oval
EFE

Nos sorprende ver a Trump haciendo el cafre con el tablero de la geopolítica, jugando al Monopoly con el futuro de las siguientes generaciones. Nos echamos las manos a la cabeza en nombre de la inestabilidad, pero llevamos más de una década promocionándola en nuestro país, aupando a los altares a figuritas que ahora, años más tarde, son guiñoles que vagan por nuestra actualidad repitiendo estribillos ya apolillados y performances que han perdido la fuerza del efecto. Nos hemos acostumbrado a la mediocridad más populista y zafia. ¡Sorpresa!

Los siervos españoles de Trump

Vox no es más que un cortijo lleno de paniaguados sin palabra ni honor, siervos camuflados de patrioteros que supeditan a su país a los intereses de los que les financian su negocio político. Que lo de los aranceles es verdad que muy bien no nos viene, dicen ahora, pero que la culpa principalmente es de Bruselas, y del PSOE y el PP.

Los de “Sandiego Obescal”, que tan arrogantes y canallitas se no habían presentado, se han descubierto como peones obedientes de satélites extranjeros que quieren desestabilizar nuestro bienestar. Eso sí, ellos se lo pasan dabuti con sus moviditas de las pulseritas prohibidas de la bandera de España, sus concentraciones en el Valle de los Caídos y sus camis proclamando su xenofobia. Todo muy adulto, útil y productivo.

La venganza de Pablo Iglesias

Otros que viven en un viaje de fin de carrera constante son los de Podemos. Pablo Iglesias, eterno adolescente bisoño, después de andar una temporada maniobrando en las sombras, ha decidido que es el momento y el contexto idóneo para culminar su venganza contra Yolanda Díaz y terminar de despellejar esa plataforma brilli-brilli que Sánchez se sacó de la manga para que le saliesen los números.

Ya tenemos candidata para… las Generales y es… ¡Sorpresa! ¡Irene Montero! Dónde quedaron los círculos, las asambleas y las primarias. Pues enterrados bajo los escombros de Galapagar. Tanta trama y enredo para este desenlace, para acabar volviendo a esa pose infantil del antibelicismo más ñoño cuando tenemos a los lobos en las puertas enseñándonos los colmillos. Pero, antes de nada, un paso previo: han abierto un crowfunding para mudar la impagable Taberna Garibaldi a un local más espacioso. ¡Aleluya! En la Iglesia de mi barrio pasan el cepillo con menos asiduidad.

Estos, más los independentistas, incluyendo al célebre prófugo, son los que sostienen el Gobierno del mártir Pedro Sánchez. Ahí va él, camino de China, con su cara de salvar el mundo y su ánimo inquebrantable. ¿Qué? ¿Lo de Ábalos? Minucias, está en cosas más importantes. Sobre todas esas piedras que le lanza la Justicia fascinerosa está edificando su imperio.

El sentido común

Estamos a que trasciendan dos “afterworks” más de Ábalos y medio informe de la UCO de que salgan sus ministros a decirnos que: “Su Gobierno no es de este mundo”, o mejor aún, a que aparezca José Luis Rodríguez Zapatero, estadista y tratante, a pontificar en alguna emisora con un sermón que empiece con algo así como: “Perdónalos, Pedro, porque no saben lo que hacen”.

Andamos rodeados de apóstoles de la desvergüenza, de profetas de la inmoralidad. Llueve sobre mojado, pero no hay propósito de enmienda, tampoco dolor de los pecados. Solo marchas y procesión, un incienso polarizador que nos tiene abotargados, un miedo inconsciente a la seriedad, confundido con lo antiguo, que llama a otro miedo más peligroso y acuciante. Hay ateos rezando a los políticos como si fueran dioses. Hay católicos odiando al prójimo como a sí mismos. Y en mitad de todo ese ruido insulso, anda acampado el caos. Ojalá, al tercer año, resucite el sentido común.