Empiezo este 2025 con nostalgia. Después de 40 años de profesión, todos ellos en RTVE, la gran María Escario se jubila. Y yo, que la veía y escuchaba sin parpadear cuando daba el bloque de deportes del telediario, o disfrutaba cuando llegaban unos JJOO o uno de los tres Mundiales de fútbol que cubrió, porque sabía que iba a poder aprender más de ella en esas grandes coberturas, me quedo este enero un poquito “huérfana”.
He contado muchas veces que la vocación de periodista deportiva se me despertó con 13 años. Era la España de los 80, el Mundial del 82. Solo había una tele por entonces, era TVE, y ver a una mujer en la pantalla informando de deportes era algo exótico.
Mi primer recuerdo de María, Olga y Paloma vuela en mi memoria hacia los JJOO de Barcelona 92. Cuando en casa comenzaba mi apuesta por dedicarme a esa profesión entonces “solo para hombres” yo sacaba la bandera. ¿Y María Escario, qué? Me agarraba a ella, a Olga Viza o Paloma del Río cual clavo ardiendo, porque sabía que esos clavos eran bien firmes porque ellas eran buenas, muy buenas.
Ver a Escario entrevistar en cualquiera de los siete JJOO que cubrió a los grandes deportistas de nuestra época, A Pau Gasol, a Rafa Nadal, a Arantxa Sánchez Vicario o a Miguel Induráin, y percibir a través de la pantalla que la admiración entre entrevistadora y entrevistado era mutua, me parecía delicioso. Durante los 20 años que estuvo dando las noticias de deportes del telediario yo hubiera creído a pies juntillas cualquier noticia que María me hubiese contado. De fútbol, de tenis, de motor, de ciclismo o de petanca. Después, cuando saltó a la información general, lo mismo.
María era la credibilidad con patas, cuando eso era lo más importante en la tele. No se equivocaba nunca, transmitía una seguridad contundente, un conocimiento compatible con saber hacer de las noticias un bloque informativo atractivo y entretenido sin salirse del rigor que se espera de la televisión pública.A María te la creías y daba buen rollo. En mi casa, si alguien osaba coger el mando de la tele mientras ella hacía su bloque, se jugaba la mano.
En estos días he escuchado el relato que ella misma ha hecho en la SER de la forma en la que se le comunicó que dejaba de presentar los deportes. Por teléfono y en su primer día de vacaciones, después de 20 años. Como María nunca se ha callado, tampoco se tenía que callar esto. A un hombre de su edad, algo más sumiso, no le hubieran relevado. Sí, pasando la cincuentena , más redondita, con sus arruguillas brotando…lo de siempre, aunque seas María Escario. Siempre hay un hombre que te dice que ya no puedes hacer pantalla. También le pasó a ella y a mi me indignó y me indigna que se siga normalizando algo tan retrógrado.
Pero supo reinventarse volviendo a reportajear el deporte de manera brillante en su sección “Enfoque”. Últimamente ha dedicado su trabajo a la gestión, primero como Dircom y después como Defensora de la Audiencia.
Era febrero de 2012 y me hacía especial ilusión acudir a una gala de premios donde sabía que iba a estar María Escario. Como no la conocía, le pedí a un compañero suyo y antes mío, mi querido Marcos López, que me la presentase. Y así lo hizo, pero fue breve porque se tuvo que retirar rápidamente por un fuerte dolor de cabeza. Ella no lo va a olvidar (yo tampoco) porque ese dolor de cabeza desembocó en un ictus que la puso a prueba.
La vida siempre brinda segundas oportunidades. María se recuperó y yo tuve la inmensa suerte de coincidir con ella el 24 de mayo de 2014 en Lisboa. TVE y Canal + ofrecían la final de la Champions y ella y yo éramos las reporteras de palco para ambas cadenas.
¡Qué gran regalo! Esa experiencia en la final entre Real Madrid y Atleti, lejos de resultar una competición entre ambas, se convirtió en una colaboración de muy buen rollo entre maestra y alumna. A mi me hacía tanta ilusión y a la vez me abrumaba tanto estar a su lado, que seguramente no fui capaz de transmitirle lo mucho que la admiraba y lo decisivo que su ejemplo fue en mi carrera.
María, sirva este pequeño texto para rendirte el homenaje que mereces, por haber sido una de mis grandes referentes, por haberme guiado a mi y a tantas mujeres que tuvimos a una gran profesional como tú recorriendo por delante un camino maravilloso, aunque también plagado de obstáculos. Tú nos hiciste ver que podíamos, y eso no tiene precio. Ojalá te sientas orgullosa, feliz y lista para disfrutar de la vida que te viene.