Hace unas semanas se entregaba una nueva estrella en el paseo de la fama de Hollywood. El propietario es el actor australiano Chris Hemsworth, quien acudió al evento acompañado por sus hijos y su mujer, la actriz española Elsa Pataky.
Hubiéramos hablado solo de flashes y glamour, si no fuera por una dedicatoria que Hemsworth dedicó a su esposa al recibir el reconocimiento. Unas palabras que provocaron una ola de críticas, valoraciones y juicios para todos los gustos.
Si no has seguido el asunto, te comento: el protagonista de Thor agradeció a su pareja haber renunciado a sus compromisos profesionales, para que él pudiese continuar su carrera artística mientras ella cuidaba de su familia. A Hemsworth le acusaron de machista, mientras que a Pataky le cuestionaron su integridad, su libertad y “haber renunciado a sus sueños” por un “estereotipo patriarcal” en el que la mujer debe quedarse en casa cuidando los niños.
Lo que más sorprende de esta polémica es la facilidad que tiene la sociedad, ciertos colectivos y, especialmente, ciertos opinadores para apuntar, cuestionar y juzgar a todo ser viviente que no decida lo que ellos (y ellas) hubieran decidido. Mujeres diciéndole a mujeres lo que tienen que pensar, cómo comportarse y qué está bien creer o sentir.
La realidad de nuestro país es que existe una mayoría abrumadora de mujeres que deciden renunciar a sus carreras al plantearse la maternidad, en comparación con los hombres. O que, según datos del Ministerio de Igualdad y del Instituto Nacional de Estadística, las mujeres son también una mayoría aplastante en las solicitudes de reducción de jornada laboral por cuidado de los hijos.
Podríamos hablar de la misión imposible de una emprendedora al platearse ser madre, sobre todo si su edad hace que la alarma del reloj biológico suene con más fuerza, mientras se ve obligada a escoger entre su proyecto o formar una familia. Las madres autónomas es uno de los grandes colectivos abandonados en este país.
La semana pasada hablaba con una compañera emprendedora, embarazada de seis meses, y lamentaba la imposibilidad de aplicar a nuevos proyectos a corto plazo. Cuando eres tu propia jefa y no tienes empleados, generar ganancias depende solo de tu esfuerzo; si no puedes trabajar, nadie viene a rescatarte.
Todos estos datos nos deben llevar a una profunda reflexión, está claro; pero no otorgan a nadie la potestad de señalar a una mujer porque tomar una decisión de manera voluntaria. Es curioso cómo Pataky se vio obligada a responder dejando claro que su marido no es un machista y defendiéndole no se sabe bien de quien, por simplemente reconocer y agradecer el sacrificio (voluntario) de su mujer para ayudarle a continuar con su carrera.
La actriz española tuvo que manejar a los periodistas que le asaltaron con preguntas llenas de juicios de valor, y su respuesta fue de las más naturales, sencillas y efectivas que hemos escuchado. Expuso su caso y defendió su voluntad y su decisión. Es una mujer libre que tiene el privilegio de decidir lo que quiere hacer, sin estar condicionada por la economía familiar.
El foco debería estar puesto, precisamente, en las mujeres que no tienen la opción de elegir libremente; no en exponer a aquellas que tienen la fortuna de poder hacerlo. Renunciando a la hipocresía, cualquiera puede reconocer que muchas mujeres quisieran poder tomar la misma decisión que Elsa, pero su propia situación económica se los prohíbe.
Abrir esta discusión es importante, pero echo en falta las propuestas de políticas efectivas de conciliación; términos como corresponsabilidad, independencia económica o custodia compartida aún causan mucho rechazo y se ahogan en los debates estériles.
El día que dejemos de señalar a la que decide en libertad y apostemos por diseñar herramientas para que todas las mujeres podamos disfrutar de una elección libre, ese día, sí que estaremos hablando de igualdad.