Una (o uno) no puede estar informada de ningún tema si no busca, como mínimo, dos versiones. Si busca tres, mejor, y si busca diez, fantástico. Para estar informada es imprescindible ir a la fuente original. Eso sí, si esa fuente son las explicaciones del interesado a causa de un escándalo, esta fuente será la menos fiable. Lo vemos todos los días: un político o empresario cuenta media verdad del revés porque la mayor parte de la gente, en su casa, será lo único que escuche del tema. Esta semana lo hemos visto con Isabel Díaz Ayuso en el programa de Carlos Alsina, cuyo arrojo a la hora de entrevistar a la presidenta de las presidentas ha sido de agradecer.
Ayuso es un personaje que me resulta antipático pero entrañable. Sospecho que ha sido una buena persona la mayor parte de su vida. Pero en su faceta política no lo es. Ayuso ha heredado la chulería de Esperanza Aguirre, pero no su lengua viperina. Ha adquirido el deje clasista de Ana Botella, pero no sus expertise en eventos de alto copete. Ha aprendido del matonismo Miguel Ángel Rodríguez, pero no ha logrado imponer como él. Cuando Ayuso se pone chula, es irritante. Cuando la pillan en un renuncio (y sucede a menudo), se aturulla y no sabe por dónde salir. Y cuando se enfada, se le quiebra la voz. Es demasiado humana todavía para la política, y por eso no la detesto aún. Ya aprenderá, que al final esto son tablas. Para el poco tiempo que lleva en la comunidad de Madrid, le han crecido rápido los enanos. Espero ansiosa el año 2030, en el que seguro tendremos divertidas historietas sobre el Zendal y Malinche. De momento tenemos residencias, mascarillas, y pareja. Quizás ella no se esperaba que Alsina preguntase sobre este último tema. Ayuso sabe que la pregunta da igual mientras se de la respuesta que uno quiere dar. Conoce las palabras mágicas (Venezuela, Maduro, Sánchez, ETA, Cataluña) para atajar cualquier crítica, y sabe también que la única enemiga real de Sánchez es ella. Créanme: la primera mujer presidenta de España será Isabel Díaz Ayuso, y se hará con el cetro cuando el entrenamiento en la Comunidad de Madrid haya dado sus frutos.
Lo único que tiene en su contra es el novio que se ha echado. En eso es más humana que ningún otro político, quizás porque estamos poco acostumbrados a mujeres estrella. Letizia Ortiz le hizo un feo hace unas semanas, y ella se removió en la silla sin saber por dónde salir. Esos detalles de humanidad son el gancho que conserva y que no sé si mantendrá. No entiendo cómo no se enamoró de un cantante (como Levy) o de un torero (como Victoria Federica) en vez de optar por el cliché del novio empresario, que es al amor pepero lo que el beige a la moda: un aburrimiento. Si al menos se hubiera buscado un aristócrata.
A Ayuso le buscan escándalos por todas partes, y ella no ayuda. Las pocas veces que le entrevistan en sitios donde no le hacen la pelota, utiliza la estrategia de todos los políticos (los de oficio y los de voluntad): responder a una pregunta que nadie formuló. Esto en España se resume en el dicho a dónde vas, manzanas traigo.
No sigo demasiado a Ayuso, ni suelo hablar de ella. Me cansa el tipo de personaje que es, que o está agresiva o está en modo víctima. Ya la sufriré cuando sea presidenta de España, si su novio no lo evita antes.