Opinión

91.4% extra de felicidad

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Es fácil que la mayoría coincidamos hoy en día en algo. Y es que la constante aceleración que vivimos, las demandas diarias que parecen multiplicarse y la presión social para cumplir con expectativas cada vez más altas nos están empujando al límite. Pero quizá, y es cada vez más recurrente en conversaciones, existe otro factor silencioso, pero omnipresente, que nos consume más tiempo y energía todavía de lo que podríamos imaginar: la preocupación permanente. Y aquí lo curioso y no tan gracioso: concretamente el 91.4% de las cosas que nos preocupan, nunca llegan a suceder.

Si hacemos, que deberíamos, caso al dato parecería que estamos desperdiciando una cantidad considerable de nuestra vida preocupándonos por escenarios que, en su inmensa mayoría, jamás se materializan. ¿Por qué, entonces, permitimos que estas preocupaciones dominen tanto de nuestro tiempo, nuestra paz mental y nuestra calidad de vida? Quizá sea nuestra tendencia tan dañina de sobre ocuparnos constantemente. Parece que la productividad por encima de casi todo y el estar ocupado se perciben como un signo de “éxito” (palabra que cada vez más psiquiatras nos invitan a redefinir). No nos engañemos, esa necesidad creada de estar constantemente ocupados no solo nos aleja del presente, sino que también nos mantiene en un estado de ansiedad constante, muchas veces anticipando posibles problemas que rara vez se acaban por concretar.

Nos ocupamos tanto en hacer cosas que nos olvidamos de simplemente ser, de disfrutar el momento presente, de respirar y estar conscientes de lo que está ocurriendo ahora, en lugar de lo que podría o no ocurrir en el futuro. Como me dijo un amigo no hace demasiado, pareciera como si cada vez más nos estuviéramos hipotecando el presente por el futuro, cuando ya sabemos que lo único seguro, es lo primero.

Seguro que la presión social y laboral influyen en nuestra mentalidad. Vivimos en una sociedad donde el rendimiento, la competencia y el éxito externo son priorizados, lo que nos lleva a estar constantemente preocupados por nuestra imagen, por lo que otros piensan de nosotros, por si estamos a la altura de las expectativas. Presión, muchas veces autoimpuesta, que acaba por generar un ciclo vicioso donde la preocupación no solo se vuelve omnipresente, sino que también se justifica como una parte “necesaria” de la vida moderna. Nos decimos a nosotros mismos que preocuparnos es inevitable, cuando en realidad es solo es una trampa que hemos aprendido a aceptar.

En este punto, si hablamos del impacto acumulativo en nuestra salud mental y física, la preocupación crónica nos está llevando directamente a problemas como el insomnio, la fatiga, la irritabilidad o los más comunes trastornos de ansiedad. Cada momento que pasamos preocupándonos por un futuro incierto es un momento perdido que no recuperaremos. Si bien este ritmo es tremendamente preocupante dentro del sector al que me dedico (diseño), es preocupante ver como este tipo de preocupaciones impiden cada vez más el potenciar los lados creativos, que necesitan de calma y encuentran muchas veces en el aburrimiento o en momentos de calma, esa necesaria inspiración que consigue que den luz grandes ideas con el fin de acabar por hacernos la vida más fácil. Y es preocupante en este punto el ver que lejos de trabajar en impactos mentales saludables, parece que cada vez más es la tecnología la que está desarrollando herramientas para ayudarnos a seguir creando sin parar, aun cuando la mente es incapaz de hacerlo de forma natural y orgánica.

Uno de nuestros retos no menores sea quizá el aprender de una vez por todas a soltar esas preocupaciones que no sirven de nada y reconocer, apoyándonos en cada vez más estudios, que una gran parte de nuestras ansiedades no tienen fundamento. Intentar tener presente 91.4% que puede ser un extra de felicidad. La vida sucede en el presente y es ahí donde deberíamos estar poniendo nuestra atención y energía.

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