El auge de los podcasts es imparable. En nuestro país, tan solo en el último año, se ha registrado un crecimiento de audiencia superior al 30%. Son cada vez más los oyentes consumiendo regularmente estas píldoras auditivas, unos audios comprimidos que nos acompañan a todos lados. Consiguen por si solas, cambiar la educación, concienciar a la gente, mover a comunidades y alzar algunos profesionales al estatus de referente.
Tras más de veinte años, el podcast es (por fin) un fenómeno de masas. Impulsado por su comodidad y amplia gama, se ha convertido en un compañero ideal para quienes buscan entretenimiento, información y algo de compañía en su vida diaria. Sin embargo, detrás de este crecimiento se esconde también una rentabilidad económica austera. Para muchos podcasters, conseguir rentabilizar la exigente dedicación al formato, resulta ser un largo camino infructuoso.
Los principios del podcast
El 12 de febrero de 2004, The Guardian aportaría (sin saberlo) un granito de arena a la larga historia de los medios. A esa época, los grandes diarios estaban más preocupados por las primeras deserciones de lectores hacia medios digitales y no repararon en una noticia aparentemente tan intrascendente.
El diario británico llevaba acuñado en uno de sus artículos, una palabra totalmente inédita hasta la fecha: podcast. Fruto de la inspiración de Ben Hammersley, uno de sus periodistas, era un sencillo juego de palabras, entre “iPod” (el aparatito de moda a esa época) y “broadcast” (retransmisión en directo en lengua inglesa). Era el nombre perfecto para esa nueva forma de descargar unos audios y escucharlos en unos diminutos dispositivos. Los iPod de Apple eran los únicos aparatos “portátiles,” por aquel entonces, nos permitían ser más “libres” y escuchar música sin tener que cargar con armatostes.
Aunque los primeros experimentos aparecieron muchos años antes, no fue hasta los años 2000 que esos llamados podcasts se democratizaron. Algunos internautas más “técnicamente avanzados” descargaban esos audios para escucharlos luego, en cualquier sitio y momento. Se trataba, en definitiva, de una “radio a medida” y seguiría en la sombra hasta que la tecnología y los móviles ayudaron definitivamente a popularizarla. La pandemia también hizo lo suyo al ofrecer un entretenimiento barato en pleno confinamiento. Muchos nos aficionamos así y su uso creció un 94% en ese periodo tan raro.
¿Por qué son tan populares los podcasts?
Auguraban una nueva era informativa desde su aparición, pero no fue hasta la pandemia que se notaría la verdadera revolución. Según varias fuentes existirían ya más de 5 millones de podcasts y más de 500 millones de adeptos por todo el planeta. En España, nos va también la marcha. Nuestro país es el tercero en términos de consumo tras Estados Unidos y México, aumentando en un 30% en el último año. Estos datos revelados en el evento ‘Next in Podcast’, organizado por Spotify, respaldan su gran momento.
El podcast es un formato adaptado a nuestro estilo de vida actual acelerado. Estamos siempre en busca de la optimización de cualquier lapso. La hiper conexión y el enganche a la multitarea hacen de nosotros, unos “matadores” de cualquier tiempo muerto y el podcast es nuestra mejor arma.
No importa que estemos pasando el aspirador, planchando una camisa, en un tren o llevando los niños a la escuela, acudimos fácilmente a una de las grandes plataformas y buscamos una solución a nuestro problema, matar esa sensación de no hacer nada. Los mayores picos de consumo suelen coincidir con los desplazamientos diarios al trabajo o durante los hábitos domésticos. Nos permiten además consumir esos contenidos a nuestro ritmo, pausando y retomando los relatos cuando lo deseamos.
Los teléfonos móviles y las redes de transmisión de datos han facilitado el acceso, de forma remota, a millones de esos (a menudo gratuitos) audios. Suelen venir clasificados bajo una “marca paraguas” y en episodios, respondiendo a cualquier tipo de audiencia o de gustos, en todos los idiomas y de todos los tipos.
Entretenimiento, desarrollo personal, comedia, contenidos de nicho o de divulgación masiva como la ciencia, hay de todo para todas. Las temáticas son ilimitadas y abarcan casi todo lo “relatable” en locuciones individuales, bajo la forma de entrevistas, o incluso últimamente como novelas y ficciones. En España triunfan propuestas como Estirando el chicle, Nadie sabe nada o El Podcast de Marian Rojas-Estapé, Blum o el recién premiado Titania, un podcast entorno a la ciberseguridad. El morboso true crime (como es el caso de El rey del Cachopo) está también en auge. Han conseguido audiencias muy fieles, demostrando la capacidad de los creadores para conectar a nivel emocional con sus seguidores.
Muchos podcasts llegan incluso a “desvirtualizarse” como La vida y tal de Ana Milán y Sebastián Gallego, convirtiendo su propia grabación en un divertido evento. Domingo pasado estuve en La hora fenomenal, un podcast grabado en un pequeño teatro madrileño y dirigido por Marcos Más, guionista de televisión de largo recorrido. Con su pareja, la actriz Eva Gamallo, nos alegran el domingo a la hora del aperitivo. Ofrecen una serie de conversaciones improvisadas entorno a los fenómenos paranormales, tratados desde una perspectiva humorística y con colaboradores, siempre muy graciosos y especiales.
Como propuesta original, mencionaré también a Radio Viajera, una original plataforma que produce decenas de formatos y los “geolocaliza” en su app llamada Onwaypod, a través de un mapa. En ese sentido, el podcast de Grand Tour de Catalunya es toda una referencia. Te acompaña por todo el recorrido de las cinco etapas, al estilo de una guía auditiva y te informa en todo momento sobre lo que te rodea, la cultura local, la historia o la gastronomía.
¿Está tardando la apuesta publicitaria?
Esta popularidad ha atraído no solo a creadores de contenidos independientes, sino también a grandes plataformas como Apple, iVoox o Spotify, convertidas en sus principales canales. Aunque Youtube “curiosamente” se haya erigido como otra importante tribuna.
Aun así, y a pesar de su impacto mediático, monetizar un podcast es ardua tarea. Acostumbrar a los anunciantes a nuevas plataformas siempre cuesta. Lo sufrí en mis propias carnes, cuando vendía banners en las primeras páginas web en España. El podcast tiene grandes credenciales y aunque sus cifras de audiencia no sean aún las teles o las radios, el 75% de los oyentes reconoce ser consumidor de los productos promocionados. Contando con un público en situación de trabajo activo y con ciertos ingresos estables, deberían acabar siendo nichos publicitarios muy interesantes.
La inversión publicitaria alcanzaría hoy los 15 millones, pero esta cifra sigue siendo muy limitada para hacerla provechosa. La mayoría de los profesionales que se animan a lanzar sus propios formatos lo hacen para consolidar su propia marca, tratar de crear una comunidad para luego rentabilizarlo a través de otra faceta de su trabajo. Los influencers, por ejemplo, encuentran también un espacio más auténtico para interactuar con su audiencia y fidelizarla.
La cuña de publicidad es el principal método de ingresos, pero no suele ser suficiente para que los creadores puedan obtener algo sustancial de su trabajo. Solo un grupo reducido logra obtener devengos significativos, en su mayoría son aquellos respaldados por grandes productoras o nombres reconocidos.
El patrocinio o modelos de monetización, como las suscripciones de pago, donaciones y contenidos exclusivos suelen ser ofrecidos por plataformas como iVoox y Podimo, pero sabemos lo que cuesta llevar a los oyentes a pasar por caja para disfrutar de un entretenimiento habitualmente gratuito. Todo esto dificulta su sostenibilidad en el tiempo.
Del podcast al videopodcast
Video killed the radio star entonaban el grupo The Buggles en los años 80. Fue el primer videoclip de la historia. Ciertamente auguraba ya una época donde toda narrativa requeriría una interpretación audiovisual añadida. El futuro de la industria pasa también por integrarle el vídeo a la propuesta. No solamente porque este formato híbrido tiene el potencial de atraer más perfiles de audiencias, sino que también ofrece más oportunidades comerciales.
YouTube y TikTok llevan años trabajando en repartir los beneficios económicos de la publicidad con sus legiones de creadores.
El videopodcast gana terreno, con un crecimiento anual de consumo entorno al 70%. Los avances tecnológicos en términos de software (o el nacimiento de cientos de pequeños estudios de grabación especializados), abren también la puerta a montar su propio podcast a cualquier hijo de vecino. Cientos de nuevos perfiles deciden, cada día, tirarse a la piscina. La inteligencia artificial se convierte también en una imprescindible ayuda para que esta tendencia siga en racha.
Eso sí, como siempre humildemente lo hago, recomendaría lanzaros en crear un podcast si disponéis de mucho entusiasmo y tiempo de dedicación, sin esperaros demasiado a un rápido éxito o un claro retorno de inversión. Suele llevar habitualmente al mayor fracaso y a la peor frustración.