Si en gran parte del mundo el movimiento #MeToo creó las condiciones para que las supervivientes de violencia sexual sintieran que podían alzar la voz, en China esos gritos fueron silenciados y enjaulados. Así ha sucedido con la periodista y activista feminista de 36 años de edad, Sophia Huang Xueqin, que ha sido condenada por un tribunal chino a una máxima pena de cinco años de cárcel, casi 13.000 euros de multa (100.000 RMB) y a cuatro años de privación de derechos políticos. Ha sido acusada de incitar a la subversión del Estado, al igual que el activista sindical de 40 años, Wang Jianbing, quien ha recibido una sentencia de tres años y medio en prisión, 6.600 euros de multa y tres años de privación de derechos políticos.
Huang es considerada como una de las figuras más valientes del movimiento #MeToo. Desde 2016, participó en las denuncias por abusos sexuales presuntamente perpetrados por reputados profesores de diferentes universidades. La reportera usó la plataforma WeChat -el WhatsApp chino- para informar sobre las agresiones a estudiantes e incluso a trabajadoras en medios de comunicación del país.
It is incredibly moving and precious to hear a political prisoner's father in China speak out courageously for his son. #freehuangxueqin #freewangjianbing https://t.co/sM1ODlghJe
— yinfi 因非 (@yinfimusic) June 14, 2024
En una entrevista concedida a la Universidad de Michigan en 2019, confesó que “en 2018, [el Gobierno chino] empezó a venir a por mí”. Había creado una cuenta llamada ATSH -siglas en inglés de actividad contra las agresiones sexuales-, donde denunciaba este tipo de comportamientos contra las mujeres. Además, daba nombres y aquello incomodó a las autoridades. El perfil fue bloqueado en febrero de 2018 y, junto al suyo, otros que tenían que ver con un movimiento que se las tuvo que ingeniar para burlar la censura. Los emojis de arroz (pronunciado, mi) y de un conejo (pronunciado, tu) se convirtieron en el símbolo del movimiento #MeToo en China.
Intimidación al #MeToo chino
Sin embargo, el régimen, en lugar de sentirse identificado con una problemática global, decidió culpar a Occidente de estar llevando a cabo una campaña para generar inestabilidad. Bajo este prisma, unido a que Huang también cubrió las protestas en Hong Kong de 2019, la periodista se convirtió en una de las mayores enemigas del Gobierno. Aplicaron la mano dura en un contexto de descontento social, y ella le tocó la peor parte.
#WhereIsPengShuai +1 more name you should know
(L) Peng Shui's gone missing after accusing a top Chinese official of sexual assault
(R) Journalist & #Metoo activists #HuangXueqin disappeared 2+ mth facing charges of inciting subversion
Let them speak!#NoBeijign2022 https://t.co/xoIkooZ6g0 pic.twitter.com/R39RCv8tMY
— Atlas (@AtlasMovement) November 22, 2021
Fue detenida junto a Wang en septiembre de 2021, justo antes de partir a Reino Unido para estudiar, gracias a una beca, en la Universidad de Sussex. Los sorprendieron en el aeropuerto y desaparecieron sin que sus familiares y amigos recibieran ninguna notificación. De hecho, se llevó a cabo una campaña de desinformación y de propaganda contra ellos por parte del régimen. En una de sus comparecencias en público, Huang llegó a decir que cuando una mujer sufre abuso sexual en China, la primera reacción es pensar que “algo habrá hecho mal”. Gracias a ella, otras mujeres sintieron que podían denunciar sus experiencias. Su lucha no cesó en prisión e incluso llegó a escribir una carta con frases como: “Ser periodista no es un crimen” o “estoy orgullosa de quien soy incluso si me encierran en una celda”. Afirmó que se negó en rotundo a confesar ningún crimen ante la promesa de las autoridades con dejarla en libertad si lo hacía.
“No había pensado en derrocar al régimen”
También ha expresado, según sus simpatizantes y personas cercanas al caso, varias frases en el juicio a puerta cerrada que duró nueve meses. Éstas han servido para moldear su figura de heroína en el exterior tras cautivar a los participantes del movimiento #MeToo fuera de China. En su declaración final, Huang defendió su labor periodística ante el juez.
#MeToo activist Sophia Huang Xueqin and labour activist Wang Jianbing have been sentenced to prison solely for exercising their right to freedom of expression. They must be immediately and unconditionally released. https://t.co/0swcL2ag5f
— amnestypress (@amnestypress) June 14, 2024
“Escribir artículos fue por instinto periodístico y conciencia profesional. Esas actividades están destinadas a hacer progresar al país, no había pensado en derrocar al régimen”, sostuvo. “Todo lo que hacía era para mejorar y esperaba aportar bondad y un espíritu positivo y progresista a la sociedad”, en su exposición dijo estar dispuesta a “asumir las consecuencias”. En septiembre habrá cumplido tres años de prisión por lo que le quedarán dos más entre rejas. De hecho, tras el veredicto de este viernes, el portavoz de la campaña, Free Huang Xueqin y Wang Jianbing, señaló que “la condena ha sido más larga de lo que esperábamos. No creo que debiera haber sido tan severa, y es completamente innecesaria. Apoyamos la intención de Huang Xueqin de apelar”, sostuvo.
Las palabras de Huang para subrayar el problema de la violencia de género acabaron convirtiéndose en evidencias contra ella. Uno de los casos que cubrió fue el de un reportero del periódico gubernamental en la provincia de Guangdong que abusó de una estudiante en prácticas. Quedó impune y el tribunal de la misma de la misma provincia acaba de decidir que ella debe pasar cinco años en la cárcel.
Acusaciones incómodas
La actividad de concienciación de Huang y Wang, a quien le quedan nueve meses de condena, también incluyó la celebración de reuniones en las que se debatían asuntos relativos a la igualdad, a los derechos LGTBQ+, al feminismo o a temas relacionados con el trabajo. Según el Comité para la Protección de los Periodistas, algunos de los argumentos de las autoridades para privarlos de su libertad fueron la publicación de artículos “distorsionados e incendiarios” para atacar al Gobierno, la difamación y la incitación al descontento con el país. Para la nación del control total, de las loas a Xi Jinping y al Partido Comunista Chino (PCCh), de la confianza ciega por decreto y del silencio forzado, las acusaciones de sus mujeres son una incomodidad.
Entre los comunicados de diferentes grupos de defensa de los derechos humanos y de la libertad de expresión, el de Amnistía Internacional ha sido uno de los más duros en su denuncia por las condenas a la periodista y al activista. Se puede leer que “se cree que Sophie Huang Xueqin ha sufrido malos tratos durante su detención, lo que ha provocado un dramático deterioro de su salud”. Afirman que no les han permitido ver a sus familiares. También que “las autoridades chinas utilizan sistemáticamente cargos de seguridad nacional” para condenar a aquellos que alzan la voz contra las irregularidades. Algunos de ellos son “subvertir el poder del Estado” e “incitar a la subversión del poder del Estado”. Bajo este paraguas se permiten detener, juzgar y procesar a toda persona que sea una amenaza para el sistema. Suelen ser abogados, académicos, periodistas, activistas o trabajadores de ONG. Una investigación de la BBC llevada a cabo en 2022 concluyó que tanto Huang como Wang llegaron a pasar buena parte de su tiempo en la cárcel en confinamiento solitario.
Huang reconoció en un vídeo grabado durante los inicios del movimiento #MeToo que ella misma es víctima de abuso sexual. Tras explicar la experiencia a la BBC, confesó sentirse confunda. “¿Qué hice para merecer eso?”, se preguntó. “Estaba tan enfadada que le di una patada en la entrepierna” al agresor, declaró. Y así, una víctima de abuso sexual que busca concienciar y cambiar las cosas, supone para el PCCh un estorbo mayor que los perpetradores de las agresiones.