El renovado apremio de la negociación de la paz en Ucrania ha tenido un efecto singular en el tránsito de viajeros en el Canal de la Mancha, en el que resulta habitual encontrarse con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; o la máxima responsable de Política Exterior de los Veintisiete, Kaja Kallas. Cinco años después de la materialización oficial del Brexit, Reino Unido y la Unión Europea han comprendido que, en un escenario de preocupante volatilidad global, se necesitan mutuamente y están dispuestos a forjar una renovada alianza para mejorar la defensa colectiva del continente.
El deshielo resulta inevitable en un contexto de intensificación del debate en materia de seguridad, pero gran parte de la aproximación entre los ex socios se debe a la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Su endurecimiento retórico y la falta de garantías de compromiso por parte de Estados Unidos han precipitado en toda Europa un realineamiento que ha disparado el protagonismo del primer ministro británico, quien consolida su posición como puente entre Washington y el Viejo Continente.
El refuerzo de las relaciones
Keir Starmer ha asumido un liderazgo huérfano hasta hace semanas, actuando como mediador ante Trump, máximo defensor de la causa de Ucrania y, crucialmente, como nuevo aliado de la UE. Ya durante la cumbre de la Comunidad Política Europea que había presidido en julio en el condado de Oxford, había evidenciado su sintonía con Von der Leyen, pero el desarrollo de los acontecimientos desde el arranque de año ha convertido la conexión de ambos en uno de los factores individuales con más influencia potencial sobre el futuro de Europa.

El presidente francés, Emmanuel Macron, el primer ministro de Reino Unido, Keir Starmer, y el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, en la cumbre de Londres
El reforzamiento de relaciones, sin embargo, no se limita a la cúspide de la pirámide de poder, sino que afecta a toda la cadena de montaje. Esta semana, la visita de Kallas suponía la primera reunión bilateral mantenida en Londres por una máxima autoridad comunitaria en Política Exterior en cinco años, justo los transcurridos desde que los británicos oficializaron el primer divorcio en la historia del bloque. Como consecuencia, Reino Unido y la UE operan en sincronía, actúan casi en bloque y han soltado reticencias a la hora de mostrar su proximidad, sobre todo, al norte del Canal, donde, hasta recientemente, cualquier maniobra que oliese a Bruselas generaba una profunda desconfianza y amenazaba con coste político.
Starmer marca el ritmo
En este panorama, los Veintisiete han dejado que Starmer marque el ritmo, con la intervención habitual no solo de Von der Leyen, sino también de Emmanuel Macron compartiendo batuta. El presidente francés había sido el primero en organizar una cumbre de emergencias para evaluar la presión, tras la incendiaria intervención del vicepresidente estadounidense, JD Vance, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en la que quedó claro que el pacto trasatlántico que llevaba vigente décadas quedaba por primera vez en entredicho.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, abandona Lancaster House tras una cumbre sobre Ucrania en Reino Unido
Starmer recogió el guante de Macron cuando Ucrania más lo necesitaba, tras el explosivo encontronazo de su presidente, Volodimir Zelenski, en el despacho oval con Trump y Vance. Transcurridas 24 horas de la reunión, el premier británico recibía a Zelenski con un cálido abrazo en el umbral del Número 10 de Downing Street, en la previa de la cumbre en la que quedó constituida la llamada ‘coalición de los dispuestos’, la alianza oficiosa promovida por Starmer para garantizar la paz, tras una potencial tregua.
Entre dos aguas
Su bienvenida al líder ucraniano fue, por parte de Starmer, un delicado ejercicio diplomático, puesto que el británico fue de los pocos mandatarios europeos que habían evitado afear la conducta de Trump y Vance en las horas posteriores al explosivo intercambio en la Casa Blanca. El primer ministro es consciente de que, independientemente de la tibieza que el presidente norteamericano muestra hacia la seguridad en Europa, o la OTAN, Ucrania e indudablemente la seguridad del continente necesitan a Estados Unidos.

La Alta Representante, Kaja Kallas, durante su visita a Londres esta semana
La hoja de ruta de Starmer, amparada por Von der Leyen y esta misma semana por Kallas, es clara: la ‘coalición de los dispuestos’ pondrá efectivos, equipamiento y fondos para proteger cualquier eventual acuerdo de paz, pero este precisa como garantía última el poderío de Washington. Al igual que las autoridades comunitarias, el dirigente británico evita pronunciarse públicamente sobre la posibilidad de que Trump no lo facilite, y repite hasta la saciedad que su estrategia pasa por Estados Unidos como escudo último para la paz.
Reino Unido no está preparado para una guerra
Adicionalmente, los aliados siguen sin aclarar cómo resolver el rechazo de Putin a la presencia de tropas de ningún miembro de la OTAN en Ucrania, sea cual sea su implicación; ni tampoco cómo van a resolver la brecha evidente entre la teórica dotación de tropas y las dotaciones con las que cada país cuenta en la práctica. En el caso de Reino Unido, y pese al prometido aumento en Defensa, las Fuerzas Armadas están a su menor nivel desde tiempos napoleónicos y el propio ministro del ramo, John Healey, ha reconocido públicamente lo que los jefes militares llevan diciendo desde el inicio del conflicto en Ucrania: que el Ejército británico no está preparado para una guerra.
Los integrantes de la ‘coalición de los dispuestos’, entre los que figura España, tampoco han revelado públicamente ninguna estrategia integral, más allá de la ambición de asegurar la sostenibilidad de una tregua, una ambigüedad derivada, entre otros factores, de las presiones domésticas de cada país y la incertidumbre dominante. Precisamente esta es la inconcreción que jefes militares han intentado empezar a derribar esta semana en una reunión en Reino Unido convocada para, en palabras de Starmer, pasar del “momento político a la planificación militar”. La voluntad fue evidente, pero el desafío de apuntalar la seguridad colectiva en el continente, como evidencia el ‘premier’ británico o Von der Leyen, requerirá de más que buena disposición.