Venezuela

Por qué Venezuela sí es una dictadura

Romelia e Iradia no puedan explicar qué es la separación de poderes, pero son unas expertas en padecer las consecuencias de la falta de esa división

Una mujer durante concentración convocada en la Plaza de las Cortes en Madrid para reivindicar la victoria de Edmundo González Urrutia. KiloyCuarto

Romelia G. tiene 40 años. Esta mañana despertó en su casa, en Maracaibo, segunda ciudad de Venezuela, ubicada en el occidente del país, a orillas del lago que lleva su nombre y que saltó a la fama en 1914, cuando la Caribbean Petroleum Company descubrió un yacimiento formidable de petróleo. De hecho, Venezuela posee las mayores reservas de crudo del mundo.

Cuando abrió los ojos, quiso volver a cerrarlos y que pasaran así las horas. Su marido había soltado un gruñido al comprobar que del grifo no salía ni una gota. No había agua, como tampoco la hubo ayer ni la semana pasada. En su comunidad el servicio de agua llega cada dos semanas. Romelia estaba agotada porque el día anterior se había ido la luz y no había vuelto hasta las tres de la mañana. Habida cuenta de que la temperatura media de Maracaibo es de 32 grados a la sombra, es difícil conciliar el sueño.

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Fotografía del 13 de septiembre de 2024 que muestra manchas de petróleo en la orilla del Lago de Maracaibo

Este día sus dos hijas, de 13 y 11 años, respectivamente, no tienen clases. Por tercer año consecutivo, las escuelas públicas en Venezuela aplican el llamado “horario mosaico”, según el cual los niños solo acuden a las aulas dos o tres días a la semana para permitir que los maestros puedan emplearse en otros oficios, ya que sus salarios oscilan entre los 17 y los 23 dólares al mes.

El salario mínimo en Venezuela es de 3,58 dólares. Los ingresos de los trabajadores ocupados en un empleo formal derivan de los “bonos” impuestos por el régimen, como el de alimentación y el de “guerra económica”. En fin, con un sueldo de 70 dólares al mes, el esposo de Romelia no aguantó más, dejó su trabajo como administrador en una empresa mediana y se hizo mototaxista (traslada pasajeros en su motocicleta), actividad menos engorrosa que la del taxista, cuyo vehículo está parado la mitad del año por falta de repuestos y la otra mitad, por falta de gasolina.

Venezuela

Fotografía de una vendedora ambulante junto a los productos que ofrece en Caracas

Romelia se lava como puede con el contenido de una botella plástica. Debe apresurarse para llegar a la case de su hermana Iraida, quien ha tenido que vender un par de muebles para viajar a Caracas a hacer el periplo de las madres de los adolescentes presos por las protestas del 29 y 30 de julio (tras las elecciones del 28 de julio).

Iraida lleva ya quince días en la ciudad extraña y todavía no sabe dónde tienen a su hijo, de 16 años, a quien, desde luego, no ha podido llevarle algo de comida y una camisa limpia. Romelia ha quedado con el encargo de cuidar a la hija menor de su hermana y echarles un vistazo a sus padres, que viven con la hija mayor. Las pensiones de la pareja de ancianos son de 3,55 dólares al mes para cada uno. Con eso deben apañarse. Imposible, claro está. Venezuela es el cuarto país más caro de América Latina, sobre todo en la comida, cada vez más escasa como resultado de la destrucción del aparato productivo iniciado por Hugo Chávez y completado por Nicolás Maduro. De resultas, más de 9,3 millones de venezolanos (de los 28 millones que tiene el país) enfrentan inseguridad alimentaria.

Caracas

Fotografía del acto de campaña del candidato opositor Edmundo González junto a María Corina Machado en Caracas

Ha tenido que llevarse a las niñas con ella. Hoy no tienen clase ni tiene con quién dejarlas. Les da dado unas galletas mojadas en leche desleída con agua y las ha sacado en volandas. El trayecto será largo. Casi todo el trayecto deberán hacerlo a pie, puesto que las rutas de autobuses son irregulares, no cubren ni de lejos toda la superficie urbana y las unidades están destartaladas. Mientras esperan el autobús, las niñas se quedan observando la “alcabala móvil”, un grupo de uniformados que se ha plantado en la vía para detener a conductores y viandantes para revisarles sus teléfonos: si en alguna red social encuentran un mensaje crítico hacia el régimen, se meten en un problema. Sin duda, será extorsionados (o directamente, les sacarán del monedero el efectivo que porten) e, incluso, pueden ser detenidos por unas horas.

Romelia y sus hijas se enteraron de esta práctica cuando la vieron en la calle. Puede decirse que el ciudadano común no tiene manera de recibir información oportuna y de calidad. En las últimas dos décadas, el régimen ha cerrado 405 medios de comunicación en todo el país e impedido el acceso a los portales informativos, salvo que se tenga VPN (red privada virtual para establecer conexión entre dispositivos a través de Internet).

Venezuela

Periodistas venezolanas detenidas por el régimen

A ninguna de las tres les extraña la soltura con que los policías roban a los ciudadanos. Romelia está acostumbrada y las niñas no han visto otra cosa, ellas nacieron en la era del chavismo y saben que en su país no hay ninguna institución donde denunciar, reclamar o exigir. Es posible que no puedan explicar qué es la separación de poderes, pero son unas expertas en padecer las consecuencias de la falta de esa división. En Venezuela, todo el mundo sabe que allí no se mueve una paja si el dictador Nicolás Maduro no lo permite o auspicia.

Finalmente, llegan a la casa de Iraida. Las niñas corren a abrazar a la abuela, quien las recibe con un enclenque telefonito móvil entre las temblorosas manos. En esa casa están esperando que Iraida llame para anunciar que ya tiene a su hijo con ella. Cuando eso ocurra, terminarán de amarrar sus petates y esperarán el regreso a Maracaibo de la hija y el nieto para marcharse todos a Colombia.

Migrante

Migrantes duermen en las gradas de un coliseo, en Turbo (Colombia)

El fraude electoral ha derivado en el aumento de la migración venezolana, que ya supera los 7,7 millones de personas en todo el mundo, según la Agencia de la ONU para los refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Romelia contempla el grupo formado por su madre, sus hijas y su sobrina, que ha venido a unírseles. Todas hablan de la huida a Colombia como si fuera una aventura, como si las esperara un reino encantado donde hay agua, energía eléctrica, conexión a Internet, donde podrán ponerle mantequilla a las arepas ¡todos los días!, donde los policías les darán los buenos días y se asegurarán de vayan al colegio sin problemas. Su esposo está ganado para echarse a la diáspora, pero ella todavía duda. Todavía alberga un mínimo resquicio de esperanza.

En la tarde hacen una sopa con pedacitos de verduras y comen en silencio. Romelia corta el pedazo de plátano macho que le ha tocado y lo reparte entre sus hijas. Al terminar de lavar los platos en un barreño, les dice a sus hijas que deben regresar a casa.

Machado

La líder opositora de Venezuela María Corina Machado asiste a una protesta en rechazo a los resultados oficiales de las elecciones presidenciales -que dan la victoria a Nicolás Maduro-, en Caracas

En la noche se esfuerza por dormir. De Maracaibo se ha ido tanta gente y hay tan poca actividad comercial, laboral, nocturna ni se diga, que la caída del sol sume a la ciudad en un silencio pesado, ominoso. Y hace tanto calor. El esposo le pregunta por sus padres, por el sobrino preso… Le insiste en que deben irse. Su hermano y su compadre también están decididos.

Romelia se hace la dormida. Le suenan las tripas y el sudor le corre por la cara y entre los pechos, pero no está desesperada. Ella se aferra al mensaje de esa increíble mujer cuyo nombre no se puede pronunciar en la calle y que en las casas se susurra con temor, “María Corina, ella dice que es hasta el final, hasta que Maduro se vaya y Venezuela vuelva a ser un país normal. Y si fuera posible…”.