Tribuna

Venezuela, el nombre de la rosa

José Guédez Yépez denuncia las atroces y despiadadas represiones que el gobierno de Maduro ha hecho contra el pueblo que votó para que se fuera del poder

Un persona sostiene una copia de un acta de votación durante una manifestación en rechazo a los resultados del Consejo Nacional Electoral (CNE), en las elecciones presidenciales del domingo que dieron como ganador a el presidente de Venezuela Nicolás Maduro, este sábado en la Ciudad de México (México). EFE/ José Méndez

El posibilismo normalizador de tiranías que pulula en todos los pasillos de la burocracia occidental, con satélites internos en cada una de las repúblicas absolutistas secuestradas por caudillos y cúpulas militares, había impuesto su tesis de que en Venezuela la ruta electoral era eficaz, y que el antídoto contra el ventajismo oficial (ellos omiten las palabras fraude y dictadura) era la diferencia de votos. La premisa era que con una amplia diferencia el gobierno de Maduro podría reconocer la derrota. Como dice un amigo, quieren ver al león como un gato grande, obviando que tiene melena, colmillos y garras. Pero no lo hacen por falta de información o inteligencia, sino por conveniencia.

En todo caso, el pueblo asumió el reto, y bajo la conducción de María Corina Machado votó masivamente por Edmundo González, demostrando con actas en mano la inmensa mayoría que son. La ventaja nunca había sido tan grande, más de treinta puntos de ventaja, entre otras cosas porque gran parte de los ex chavistas son ahora los más fervientes antimaduristas. ¿Y qué pasó? El régimen suspendió la totalización de los resultados y proclamó ganador a Maduro sin mostrar ningún acta. Un autogolpe que, como tal, está siendo acompañado con la represión más atroz y despiadada.

Los cuerpos de “seguridad” del Estado buscan a los activistas sociales en sus humildes hogares y se los llevan secuestrados sin orden judicial. El propio Maduro anunció orgulloso que van más de mil capturados, mientras promete mil más, amenazándolos con cárceles de máxima seguridad y trabajos forzados, tan solo por haber participado en una elección en la que perdió el dictador. Se persigue a la verdad y por eso las actas son ahora como el libro prohibido de páginas envenenadas que Umberto Eco concibió en su obra magistral “El nombre de la rosa”. Una rosa que hoy se llama Venezuela y que parafraseando al maestro Blades bien merece esta canción: “Te estoy buscando Venezuela, te estoy llamando Venezuela, te han desaparecido los que niegan la verdad, y a nosotros nos toca ponerte en libertad; nuestro futuro espera, y antes que se nos muera, te vamos a encontrar”.

“No dejen sola a mi mamá” es un mensaje de voz casi recurrente de los activistas cuando avisan a los grupos de WhatsApp que los fueron a buscar y están a punto de ser capturados. Esto es consecuencia de otro drama que se solapa con el de la represión, el del éxodo masivo que ha dejado a los adultos mayores solos o al cuidado de un solo hijo, que si falta deja en desahucio a los progenitores. Pero nada de esto ha impedido que el pueblo siga firme en la calle defendiendo de forma pacífica el triunfo electoral y su voluntad soberana de cambio para rescatar la libertad.

De hecho, María Corina Machado acaba de convocar a una manifestación cívica, en la que volvió a aparecer en público para ponerse al frente de la protesta ciudadana en formato familiar, dando al traste así con otro mantra normalizador, el de “la violencia de lado y lado”. Esa equisdistancia tan falsa como cínica, que no quiere reconocer que en Venezuela hay un pueblo mártir que por más de dos décadas ha resistido sin armas contra una de las tiranías fascistas más largas del continente americano, como lo hizo la India de Gandhi o la Sudáfrica de Mándela. Y lo seguirá haciendo.

Quienes crean que las instituciones del régimen cómplices del autogolpe podrán darle un barniz de legitimidad al fraude ya cometido, se equivocan. Esta es una lucha de resistencia democrática justamente contra ese régimen opresor, que no va a rendirse ante la mentira ni se conformará con nada distinto a la libertad. ¿O acaso la democracia liberal es un privilegio de pueblos superiores y no está al alcance de países latinoamericanos? Occidente, si quiere salvarse, debe librar en todos los frentes la batalla contra el eje iliberal y totalitario de Rusia, China e Irán. Sobre todo en su zona de influencia cultural directa como es Latinoamérica. Europa no puede seguir viendo a esa Región como el Doctor Frankenstein a su Criatura, y debe asumirla como un igual para ayudarla a liberarse definitivamente de los Moctezuma del siglo veintiuno.

TAGS DE ESTA NOTICIA