Opinión
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Venezuela o la diplomacia aproximativa de Sánchez

La concentración convocada en la Plaza de las Cortes en Madrid para reivindicar la victoria de Edmundo González Urrutia. KiloyCuarto

Las relaciones entre Madrid y Caracas están al borde de la ruptura, tras la destitución por el Gobierno venezolano de su embajador en España, una decisión que el Gobierno español calificó de «soberana» y sobre la que rehusó pronunciarse. En el punto de mira están las declaraciones de la ministra española de Defensa, Margarita Robles, que calificó al Gobierno de Nicolás Maduro de «dictadura» y expresó su solidaridad con «los hombres y mujeres de Venezuela que han tenido que abandonar su país».

La jefa de la diplomacia venezolana cree que estos insultos reflejan un deterioro de las relaciones bilaterales entre Caracas y Madrid, donde se ha refugiado el opositor venezolano Edmundo González Urrutia.

El ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha intentado calmar los ánimos, pero el daño ya está hecho. Esta fiebre diplomática se produjo mientras Pedro Sánchez recibía a Edmundo González Urrutia, que se proclama vencedor de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales. Las relaciones entre Madrid y Caracas comenzaron a deteriorarse el jueves después de que el presidente del Parlamento venezolano, Jorge Rodríguez, que fue jefe de campaña de Nicolás Maduro durante la campaña presidencial, pidiera la ruptura de todas las relaciones con España.

España, como todos los Estados miembros de la Unión Europea, reclama la publicación íntegra de las actas de las mesas electorales de las elecciones presidenciales del 28 de julio, algo que no han hecho las autoridades venezolanas, que alegan haber sido víctimas de un hackeo informático. El Consejo Nacional Electoral (CNE) declaró ganador de las elecciones al presidente Nicolás Maduro, con el 52% de los votos. Sin embargo, este resultado es impugnado por la oposición, que afirma que Edmundo González Urrutia obtuvo más del 60% de los votos, basándose en los informes facilitados por sus agentes electorales. A falta de resultados completos, los países de la UE se han negado hasta ahora a reconocer un ganador.

No es el caso de Estados Unidos, que ha decidido reconocer al Sr. González Urrutia como presidente, y que el jueves anunció sanciones contra 16 personas cercanas a Nicolás Maduro, alegando que habían «obstruido» las elecciones presidenciales del 28 de julio.

La diplomacia a medias de Pedro Sánchez, a diferencia de la de su homólogo norteamericano, ilustra una vez más las dificultades del Ejecutivo español para seguir un rumbo geopolítico más o menos claro a la vista de gobiernos extranjeros, pero también de inversores y empresas españolas radicadas en Venezuela, Marruecos, Israel, Argentina y Argelia, por recordar otros episodios tensos de los buenos oficios diplomáticos del presidente del Gobierno español.

Venezuela se ha convertido así en un escenario de conflicto, tanto internacional como nacional, como en casos anteriores desde 2021. Recordemos las «tiernas» palabras de Sánchez hacia Milei, candidato presidencial argentino -ahora jefe de Estado-, cuya reacción tuvo repercusiones entre el Gobierno español y su oposición, pero también repercutió en los intereses españoles. El repentino cambio de postura de Madrid en la cuestión del Sáhara Occidental, y el consiguiente «enfriamiento» de las relaciones con Argel en un momento en que Argelia era un importante proveedor de gas para España, siempre ha sido un enigma en términos de explicación geopolítica tanto para la oposición política española como para los aliados de Sánchez. Por su parte, los inversores españoles en start-ups israelíes vieron su situación delicada tras la declaración de reconocimiento unilateral de un Estado palestino.

Venezuela no será el último escollo entre Sánchez y la oposición del PP y afines. Es de temer que la visita del presidente del Gobierno español a China haga sudar frío a los diplomáticos de su país después de que adoptara una posición contraria a la de la Unión Europea en materia de protección aduanera frente a la agresiva política comercial china sobre los vehículos eléctricos. Bruselas tuvo que recordar que los aranceles son competencia de la UE y no de cada Estado miembro.

Es cierto que Sánchez pretende dar de España la imagen de país de referencia en materia de compromiso y diálogo en el concierto de las naciones. Más allá de esta voluntad presupuesta, el presidente del Gobierno debe establecer una línea sólida de la geopolítica española que, necesariamente, debe establecerse a largo plazo. De lo contrario, no podrá convertirse en un verdadero estadista y España seguirá siendo una potencia diplomática de segunda fila.