Ursula von der Leyen certificó el martes el fin del “tiempo de las ilusiones”. El perro pastor yanqui pasa, y de qué manera, de seguir cubriéndole las espaldas a las ovejas del Viejo Mundo, y la presidenta de la Comisión Europea, consciente del acecho fatal del lobo ruso, urge a los Veintisiete a “redoblar la defensa europea” rascándose el bolsillo: los Estados miembro deberán aportar 650.000 millones en cuatro años, “añadiendo en torno a 1,5 puntos porcentuales de PIB a su gasto en defensa”. La España que preside Sánchez sólo aporta el 1,3%.
En su discurso en el Pleno de la Eurocámara, en Estrasburgo, Von der Leyen alertó de que “el orden europeo de seguridad está tambaleándose” y, parafraseando a De Gasperi, padre de Europa, señaló que “la tarea de nuestra generación” es la de “construir una defensa común”. La hembra alfa de la UE lleva el timón de un barco lujoso, pero con agudos síntomas de decadencia, del que se quiere bajar la mitad de la tripulación, y que navega en un mar habitado por marrajos y barracudas. Su misión es harto complicada: se ha propuesto poner orden en el camarote de los hermanos Marx, pero con cierto despotismo.
Sucede que el Parlamento Europeo no podrá modificar el grueso del plan de rearme de Von der Leyen después de que ésta decretara la excepcionalidad de la situación. No sólo las fuerzas de izquierda han criticado la exclusión de la Eurocámara: el popular Manfred Weber ha lamentado el “error” de activar el artículo 122 del Tratado de Funcionamiento de la UE –“En caso de dificultades o en caso de serio riesgo de dificultades graves en un Estado miembro, ocasionadas por catástrofes naturales o acontecimientos excepcionales que dicho Estado no pudiere controlar, el Consejo, a propuesta de la Comisión, podrá acordar, en determinadas condiciones, una ayuda financiera de la Unión al Estado miembro en cuestión. El presidente del Consejo informará al Parlamento Europeo acerca de la decisión tomada”–. Francamente, no me termino de fiar de una tipa sospechosa de plagiar partes de su tesis doctoral, que se declaró culpable de haber cometido errores en la contratación irregular de expertos externos durante su periodo como ministra de Defensa en Alemania y que, en julio del año pasado, sufrió un varapalo judicial por la opacidad sobre los contratos de las vacunas. Por sus frutos los conoceréis, que leíamos en el Evangelio de Mateo. Estaremos atentos.
Por otro lado, está el tema de los aranceles de Trump. El miércoles entraron en vigor los de las importaciones de acero y aluminio que entran a EEUU. En respuesta, la Comisión Europea anunció que impondrá aranceles a algunos productos estadounidenses, como el whisky americano. Al día siguiente, el presidente norteamericano amenazó con aranceles de hasta el 200% a “todos los vinos, champanes y productos alcohólicos procedentes de Francia y otros países representados por la UE” si Bruselas no recula. Von der Leyen, que los considera “injustificados, perturbadores del comercio transatlántico y perjudiciales para las empresas y los consumidores”, anunció que está dispuesta a mediar. Igual la cosa se soluciona con un botellón.