Agata Margaret Spada, una joven italiana de 22 años, falleció el pasado 7 de noviembre tras someterse a una rinoplastia en una clínica de Roma. La operación, aparentemente rutinaria, resultó mortal y ha desencadenado una investigación por presunto homicidio imprudente contra los médicos responsables. Este trágico caso ha puesto el foco en los riesgos de las intervenciones estéticas y las irregularidades en la clínica que realizó la cirugía.
Margaret, como era conocida, viajó desde Letini, en Siracusa, hasta Roma el pasado lunes 4 de noviembre para operarse la nariz en la clínica Procopio Medicina y Cirugía Estética, ubicada en vía Cesare Pavesse. Según los medios italianos Corriere della Sera y RaiNews, la joven había elegido el centro tras encontrarlo en Google y TikTok, confiando en que la operación sería un éxito.
Sin embargo, durante el procedimiento, tras administrar la anestesia, algo salió mal. La joven comenzó a experimentar temblores, mareos y náuseas, hasta que finalmente cayó en coma. Fue trasladada de urgencia al hospital Sant’Eugenio, pero tres días después falleció. La causa preliminar apunta a un posible shock anafiláctico, aunque será la autopsia y las pruebas toxicológicas las que determinen con exactitud qué sucedió.
Una clínica bajo sospecha tras la operación de rinoplastia
La clínica donde se realizó la operación está siendo investigada por los Carabineros del NAS (Núcleo Antisofisticación y Salud), quienes han encontrado múltiples irregularidades. Entre ellas, la ausencia de un historial médico de la paciente y la falta de la hoja de consentimiento informado que Margaret debía haber firmado antes de la intervención.
Además, la clínica no contaba con las herramientas necesarias para manejar emergencias graves como la que sufrió la joven. Según las autoridades, el establecimiento ofrecía procedimientos más invasivos que los permitidos bajo su régimen legal, lo que ha llevado a su cierre temporal.
Uno de los aspectos centrales de la investigación es determinar si Margaret fue informada adecuadamente sobre los riesgos de la intervención. Su novio, quien la acompañó en todo momento, podría ser clave en este punto. Según fuentes cercanas al caso, el joven tomó videos con su teléfono móvil durante el procedimiento. Unos vídeos que podrían ayudar a esclarecer si los médicos realizaron las preguntas habituales sobre alergias o intolerancias a medicamentos.
La falta de documentación y las irregularidades en los registros contables también sugieren que la clínica operaba con un nivel de informalidad preocupante. Se sospecha que Margaret pagó 2.800 euros en efectivo. Eso dificulta rastrear la transacción y verificar si cumplía con las normativas.