Un alto cargo del Consejo Nacional Electoral de Venezuela señala el fraude de Maduro

El rector del ente comicial venezolano Juan Delpino Boscán confirma que los resultados divulgados no coinciden ni de lejos con lo que ocurrió en las mesas de votación

La líder opositora de Venezuela María Corina Machado asiste a una protesta en rechazo a los resultados oficiales de las elecciones presidenciales
La líder opositora de Venezuela María Corina Machado asiste a una protesta en rechazo a los resultados oficiales de las elecciones presidenciales Efe

Tras un mes en silencio y, sin dejarse ver, el rector del ente comicial venezolano, CNE, (Consejo Nacional Electoral) Juan Delpino Boscán aparece… con un comunicado.

En el oficio, el rector no explica ni dónde está ni por qué optó salir de escena, pero nadie duda de que el motivo está relacionado con la persecución desatada por Nicolás Maduro contra cualquiera que ponga en duda su triunfo en las recientes elecciones.

La ley establece que los resultados de una elección deben comunicarse al país por la directiva del CNE en pleno. No por el presidente de esa institución en solitario, como hizo el oficialista Elvis Amoroso la noche del domingo 28 de julio, cuando tuvieron lugar las elecciones presidenciales en el país caribeño. Desde ese mismo momento, el rector Juan Delpino, uno de los dos representantes por la oposición (la directiva la componen cinco) se esfumó. La prensa no lo encontraba, los familiares no atendían el teléfono, no se le vio nunca en la sede del CNE en Caracas ni actualizó su cuenta de Twitter.

Como suele ocurrir, el vacío de información fue llenado con especulaciones. Que el hombre estaba escondido, que lo habían hecho preso y estaba en las mazmorras del régimen, que había logrado huir a Panamá, desde donde soltaría una bomba noticiosa… El 26 de agosto se corrió la voz de que el rector Delpino, de adscripción social-demócrata, había dado la cara, rodeado de efectivos del FBI o algo así.

Vino a saberse algo del ahora célebre Delpino el domingo 25, cuando difundió un texto un poco largo y farragoso, donde daba detalles que no venían al caso o, al menos, restaban fuerza a su perspectiva; e inmediatamente dio una entrevista a The New York Times, desde un lugar impreciso (efectivamente, había pasado a la clandestinidad). En ambas comunicaciones, Delpino confirmó lo que ya se sabe, que los resultados divulgados por Elvis Amoroso y luego respaldados por la sentencia del Supremo no coinciden ni de lejos con lo que ocurrió en las mesas de votación.

Las reacciones al retorno a la palestra del rector Delpino están divididas. El grueso del público lo hace reo de tibieza, de llover sobre mojado, de hacernos esperar un mes para luego salir con una carta pública aburrida y latosa y no poco enmarañada. «Frustrante reaparición del rector Delpino: sus esperadas declaraciones son un parto de los montes, y una entrevista con el New York Times que en realidad no es una entrevista. Del silencio a la tibieza y a la media lengua», le reprochó el historiador Elías Pino Iturrieta, en Twitter.

—Lástima que no dijera siquiera una oración que valiera la pena -sentenció el novelista e internacionalista Francisco Suniaga.

Pero hay otra parte, con voceros de mucho peso también, que valora el hecho de que cualquier afirmación de Delpino proviene de un factor interno del CNE, no de alguien que opine desde fuera y cuyas observaciones carezcan de relevancia, como la de resaltar que el CNE se negó publicar los resultados, desglosando lo cosechado por cada máquina de votación; y a esto está obligado por ley. “La transmisión de resultados debía hacerse inmediatamente al cierre de las mesas, pero la transmisión fue interrumpida […] por un presunto hackeo, habiendo silencio y una demora no explicada”.

O haber denunciado la expulsión arbitraria de testigos de la oposición en cuanto cerraron los centros de votación. Otra ilegalidad flagrante. “Tras el cierre de las mesas de votación”, testimonió Delpino, “se evidenció un incumplimiento de normas y reglamentos esenciales, cuando se reportaron incidentes de desalojo de testigos de la oposición durante el cierre de mesas, lo que constituyó una violación directa a los principios de equidad y de inobservancia de los derechos de los electores a tener acceso a las actas de votación, comprometiendo la legitimidad del proceso en esos centros de votación.”

El dirigente opositor Andrés Caleca, ex rector del CNE y competidor en las primarias para elegir la candidatura unitaria de oposición, destaca este dictamen de Delpino: “Todo lo ocurrido antes, durante y después de la elección presidencial, señalan la gravedad de la falta de transparencia y veracidad de los resultados anunciados”; y agrega: «Dada su investidura, me basta esta declaración que es un mazazo al fraude cometido por el resto de los rectores del CNE. En las condiciones actuales de Venezuela, en medio de un golpe de Estado y represión desatada, mi crítica, mi denuncia y mi repudio, están y estarán dirigidos contra los golpistas. Todos los demás somos víctimas.»

Y alguien más apreció que Delpino haya reafirmado sus denuncias, hechas en el pasado, cuando dijo que Elvis Amoroso no acudía a las sesiones del directorio y que, en vez de eso, tomaba decisiones por su cuenta sin siquiera debatirlas. Esto lo hacía Amoroso para evitar que, al menos dos rectores, insistieran en la irregularidad que se cometió al impedir el voto de los venezolanos en el extranjero (se calcula unos cinco millones de votos).

Es posible que Delpino haya desaprovechado la ocasión de haberse convertido en el héroe que hacia el final de la historia destraba el enredo y conduce la trama a un final feliz. Pero lo de que no hay duda es que sus juicios vienen de un rector del CNE y que echan por tierra la versión del régimen. Por algo se puso a buen resguardo.

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