La asombrosa dinámica de las relaciones entre Kiev y Washington en las últimas semanas podría fácilmente dejar completamente perplejo a un observador externo. La saga de la imposición de un acuerdo de explotación de los recursos naturales, la escena sin precedentes en el Despacho Oval, la congelación de la ayuda a Ucrania y los tonos amistosos de los negociadores estadounidenses hacia los rusos han alterado radicalmente nuestra percepción de la realidad geopolítica, una realidad a la que nos habíamos acostumbrado, al menos, en los últimos tres años.
Aunque la situación parece haberse estabilizado algo en los últimos días, ahora es evidente que Ucrania ya no puede considerar a Estados Unidos como un aliado. Rusia, por su parte, tiene ahora motivos para esperar que la nueva Administración estadounidense no dude en sacrificar a Ucrania y pueda incluso presionarla para que el presidente Volodimir Zelenski se muestre más complaciente. Desde la perspectiva de Kiev, esta trayectoria de la política exterior estadounidense parece especialmente dramática. Sin embargo, Estados Unidos parece decidido a agriar las relaciones con todos sus antiguos socios y a remodelar por completo la arquitectura de las relaciones internacionales.

El tenso encuentro entre el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y Donald Trump
La postura de los supuestos anticolonialistas
En este contexto, la posición de países geográficamente distantes que no están directamente implicados en el conflicto Rusia-Ucrania resulta especialmente intrigante.
En los últimos años, la diplomacia ucraniana ha intentado comunicar al mundo la realidad de la agresión rusa a gran escala utilizando el lenguaje típicamente asociado a la descripción de las guerras imperialistas. Asumiendo razonablemente que la justicia de resistir a un colonizador debería ser evidente para la mayoría mundial, Kiev insistió en este marco explicativo. Desde un punto de vista objetivo, había argumentos más que suficientes para apoyar este enfoque, desde la historia de la conquista de Ucrania por Moscú hace tres siglos y medio hasta la actual destrucción de la identidad ucraniana en los territorios ocupados por el régimen del Kremlin. Una parte significativa del mundo ha experimentado, en algún momento de su historia, traumas coloniales y luchas por la independencia similares, por lo que el llamamiento ucraniano a la solidaridad no debería haber pasado desapercibido.

Manifestación frente a la embajada de EE UU en la capital ucraniana contra la Administración Trump y su acercamiento a Putin
El respaldo de Europa del Este a Ucrania
Sin embargo, los resultados no fueron especialmente convincentes. La narrativa anticolonial ucraniana encontró comprensión principalmente en Europa del Este, donde las naciones han compartido experiencias históricas similares: primero la supervivencia entre los imperios otomano, austrohúngaro y ruso, y más tarde entre el Tercer Reich y la Unión Soviética. Fuera de esta región, el llamamiento de Ucrania a la solidaridad anticolonial fue recibido con gran escepticismo.
Esto se debió en parte a los limitados recursos de Kiev. La diplomacia pública ucraniana simplemente carecía de la capacidad para influir en la opinión pública mundial a escala masiva, ya que no tenía una forma realista de llegar a las audiencias necesarias. La envergadura de la tarea superaba con creces los medios de Ucrania. Además, contrarrestar la maquinaria propagandística rusa, bien financiada, multilingüe y de alta calidad, era una batalla cuesta arriba.

El mapa de Ucrania antes de ser invadida por Rusia
La “confrontación con Occidente”
Sin embargo, la propaganda sólo es eficaz cuando coincide con lo que el público está predispuesto a creer. Los mensajes del Kremlin, de los que se hicieron eco numerosos políticos locales, periodistas, blogueros y líderes de opinión de todo el mundo, afirmaban que la guerra no era realmente entre Rusia y Ucrania, sino entre Rusia y Occidente. Vladimir Putin afirmó en repetidas ocasiones que Ucrania era una construcción artificial, creada únicamente para perjudicar a Rusia. En particular, la facilidad con la que el dictador del Kremlin negó la propia subjetividad del país más grande de Europa fue totalmente típica de la actitud de una metrópoli hacia su colonia. Sin embargo, el hecho de que Rusia se comportara como un imperio de manual con Ucrania importaba menos que la narrativa que había logrado elaborar: una confrontación con Occidente.
La gente simplifica de forma natural las complejidades del mundo para darles sentido. Al tratar de determinar quién tiene razón o no en un conflicto distante y confuso, los individuos a menudo se basan en percepciones de alianzas y hostilidades en el panorama geopolítico más amplio en lugar de una evaluación objetiva de la culpabilidad, como sería el caso en un tribunal. Las decisiones personales sobre qué bando merece apoyo suelen basarse en simpatías y antipatías emocionales más que en un análisis racional. Al tomar estas decisiones, la gente tiende a operar dentro de dicotomías tajantes, como un sistema de defensa antiaérea que identifica al “amigo” o al “enemigo”.

Muñecas tradicionales rusas de madera Matryoshka que representan al presidente ruso Vladimir Putin y al presidente estadounidense Donald Trump
Imperialismo de la mano de Estados Unidos
Para la mayoría de las naciones con una historia de opresión colonial, su experiencia se asocia principalmente con las potencias occidentales. El imperialismo histórico, en su verdadero sentido, surgió en Europa tras los llamados “Grandes Descubrimientos Geográficos” y alcanzó su punto álgido antes de la Primera Guerra Mundial. Durante el siglo pasado, la explotación económica neoimperialista y el dominio político mundial -a menudo mediante la coerción- se han asociado principalmente con Estados Unidos.
Estas realidades históricas del siglo XX se vieron agravadas por el uso que hizo la Unión Soviética de la retórica anticolonial para alimentar su programa revolucionario. Durante la Guerra Fría, la lucha de Moscú contra el sistema capitalista mundial le ayudó a cultivar una imagen de aliado de los movimientos de liberación nacional en todo el mundo. El hecho de que la propia Unión Soviética fuera el mayor imperio contiguo -subyugando a un vasto conjunto de pueblos desde Europa del Este hasta Asia Central- a menudo pasaba desapercibido para los activistas anticoloniales. Del mismo modo, hoy muchos hacen la vista gorda ante la naturaleza imperial depredadora de China. En gran parte del llamado “Sur Global”, el colonialismo se sigue asociando principalmente con Occidente.

Un puesto de recuerdos con una bandera de Ucrania y Estados Unidos, en el centro de Kiev
Rusia, el beneficiario inesperado del anticolonialismo
Por ello, Ucrania, que recibe el apoyo de Europa y Estados Unidos, se enfrenta a enormes dificultades para apelar a la solidaridad antiimperialista en otras partes del mundo. Mientras tanto, el Kremlin, posicionándose como la vanguardia de la lucha global contra la hegemonía occidental, se convirtió en el beneficiario inesperado del movimiento anticolonial mundial.
El enfoque cínico y sin disculpas del presidente Trump ha alterado significativamente la percepción previa de la guerra entre Rusia y Ucrania. Ya no puede enmarcarse como un conflicto antirruso librado por fuerzas proxy cuando Moscú y Washington están cooperando para obligar a Kiev a capitular. Sin embargo, el pueblo ucraniano continúa su decidida lucha por la supervivencia, mostrando precisamente el tipo de capacidad de acción que el dictador del Kremlin y quienes se hacen eco de la propaganda rusa tratan de negar.

La larga conversación telefónica entre Trump y Putin
¿Y a hora qué?
El excéntrico estilo del nuevo inquilino de la Casa Blanca no hace sino subrayar lo que debería haberse entendido con independencia del nombre que se encuentre tras el escritorio del Despacho Oval: la solidaridad anticolonial no debe servir de instrumento a las fuerzas antioccidentales. La era de la Compañía de las Indias Orientales ya pasó. Los imperios modernos extienden sus tentáculos por todo el planeta no desde Londres o Ámsterdam, sino desde centros de poder totalmente distintos. Para determinar con precisión quién merece realmente reconocimiento y apoyo, debemos abandonar las oposiciones binarias simplistas.