El Despacho Oval nunca ha lucido tan brillante. En un movimiento que parece más propio de la Quinta Avenida que de la Avenida de Pensilvania 1600, Donald Trump -magnate inmobiliario convertido en dos veces presidente- está redecorando la Casa Blanca con el estilo y la floritura de un hombre que se hizo un nombre en el sector inmobiliario con gusto por lo que reluce. El 45º y 47º presidente republicano se ha lanzado a lo que los empleados llaman irónicamente el “Departamento de Diseño de Interiores”, transformando la residencia más famosa de Estados Unidos en algo que se parece más a una mansión de Palm Beach que a una sede del poder mundial.
Aunque no lo parezca, a Trump le queda tiempo -entre orden ejecutiva, deportación, aranceles a China e improperio a Zelenski– para decorar la Casa Blanca a su imagen y semejanza. En menos de tres meses desde su regreso, ya ha quitado las plantas verdes y ha introducido urnas doradas. Los querubines han sustituido a las sutiles molduras de los marcos de las puertas. Y las paredes -antes austeras y solemnes- están llenas de apliques de pan de oro y adornos de estilo rococó que estarían más a gusto en Versalles que en el Ala Oeste.
Mar-a-Lago llega a Washington
La visión de Trump de su Casa Blanca ideal incluye una ampliación del Jardín de las Rosas al estilo de un patio, tipo los espacios sociales de su mansión de Mar-a-Lago. El presidente quiere sustituir el césped por baldosas también por comodidad para sus invitadas en tacón que a menudo se quedan hundidas.
También ha anunciado en sus redes sociales que cortará la magnolia de 200 años de historia. Ha prometido que en su lugar plantará una nueva, descendiente de este antológico árbol.

El jardín sur también está en su punto de mira. Trump ha presentado planes para un salón de baile inspirado en el Salón de los Espejos de Versalles, un proyecto “hermoso y magnífico”, que, según declaró a The Spectator, hace que “fluya su energía inmobiliaria”.
“Nunca ha habido un salón de baile en condiciones”, señaló Trump, que a menudo ha criticado que los invitados tengan que estar bajo una carpa de plástico por falta de espacio en el interior de la Casa Blanca. “Sólo han tenido el Salón Este, que es realmente muy pequeño”.

Cambiar la historia, reescribir el legado
En el interior, el vestíbulo se ha convertido en una galería de titanes presidenciales –Washington, Lincoln, Roosevelt, Jefferson, Reagan– recién enmarcados y recolocados bajo la mirada de Trump. Los retratos se han barajado con precisión simbólica: el elegante y modernista retrato de Barack Obama se trasladó discretamente al otro lado del vestíbulo para desplazar al de George W. Bush, cuya imagen conduce ahora a la residencia privada, junto a la de su padre.
— Dan Scavino (@Scavino47) April 11, 2025
Algunos lo ven como un mero cambio de decoración, pues el marco de Obama brillaba y pegaba más con la decoración del magnate que Bush. Otros lo ven como un mensaje sutil: el legado, la lealtad y las complejas relaciones de Trump con sus predecesores.

Y es que Trump colgó temporalmente un llamativo retrato de sí mismo -pintado en un estilo vívido y dramático tras el atentado de Butler, Pensilvania– ensangrentado pero desafiante, con el puño en alto en el hueco que dejó el de Obama. La obra, que ya se ha convertido en un icono entre sus partidarios, domina ahora el gran vestíbulo, en sustitución al del primer presidente afroamericano.
Presidencia de oro
En ningún lugar es más evidente la estética Trump que en el Despacho Oval. La sala que antaño encarnaba la seriedad ejecutiva y presidencial ahora resplandece. Querubines dorados se ciernen sobre las puertas. Espejos ornamentados cuelgan de las paredes. Águilas doradas se yerguen orgullosas bajo las mesas auxiliares. Las lámparas doradas y los siete elementos decorativos dorados de la repisa de la chimenea proyectan un brillo característico que se suma a otras excentricidades como el botón de Coca-Cola Light de Trump en el escritorio “Resolute” o su busto de Winston Churchill del primer mandato.

Una réplica del trofeo del Mundial de la FIFA luce ahora detrás del escritorio, un guiño a la coorganización del torneo por parte de Estados Unidos en 2026, y quizá al simbolismo del gran logro que ha supuesto su segundo mandato.
President Trump welcomes the entire 2024 World Series Champion L.A. @Dodgers to the Oval Office, after their big ceremony held in the East Room of the @WhiteHouse earlier today. Just another reason I refer to him as “Americas Greatest Host” — a day they’ll never forget… pic.twitter.com/1iO1GvJbBF
— Dan Scavino (@Scavino47) April 8, 2025
Mientras llega el codiciado Premio Nobel de la Paz que tanto ansía Trump, fuentes cercanas al presidente han contado al “New York Post” que está planeando terminar el look con pan de oro aplicado a las cornisas del techo y posiblemente incluso añadir lámparas de araña -dos de ellas- para flanquear la histórica moldura del águila en el centro del techo.

No está claro dónde irá Biden
Ahora que Trump exhibe dos retratos oficiales suyos, uno de cada mandato, persisten las dudas sobre dónde se colgará finalmente el retrato de Joe Biden. Algunos leales al magnate bromean con que debería estar “en el sótano” de la Casa Blanca.
Behind the scenes in The Oval Office at The @WhiteHouse where President Trump added more portraits🇺🇸🦅 pic.twitter.com/BuMcyYb1tM
— Dan Scavino (@Scavino47) February 5, 2025
Pero al margen de las pullas políticas, el mensaje es claro: Trump quiere dejar huella -no sólo en la política o la cultura, sino también física, estética y simbólicamente- en la propia Casa Blanca.
Cuenta el “New York Post” que en las recargadas paredes también se hará sitio para un retrato de uno de los predecesores favoritos de Trump, William McKinley, el mandatario al que tanto ha mencionado para justificar sus aranceles. Un presidente que entre 1897 y 1901 “hizo muy rico a nuestro país gracias a los aranceles”, según el actual inquilino de la Casa Blanca.
Como se puede observar en las redes sociales de Dan Scavino, el subjefe de Gabinete de la Casa Blanca, también una copia de la “Declaración de Independencia” cuelga de la pared, protegida por unas cortinas de terciopelo azul. Y el famoso mapa del polémico “Golfo de América” aún no ha abandonado el despacho de Trump.
CHAMPIONS—IN THE OVAL🏎️🇺🇸 pic.twitter.com/VxnbpMhpA4
— Dan Scavino (@Scavino47) April 9, 2025
Y es que para el magnate republicano no se trata sólo de gustos. Se trata de legado. La Casa Blanca 2.0 de Trump no es sólo su residencia, es toda una declaración de intenciones para aquél que la visite (o fotografíe). Y cada toque dorado es un recordatorio: Trump ha vuelto, y esta vez también como “decorador en jefe”.