La primera semana de Donald Trump en la Casa Blanca no ha sido precisamente tranquila. El presidente de Estados Unidos entró el pasado lunes en el Despacho Oval como elefante en cacharrería, deshaciendo la era de Joe Biden a golpe de orden ejecutiva. El mandatario republicano firmó más de 40 decretos presidenciales en las primeras 24 horas. Decretos que afectan especialmente a los derechos de la población migrante y las personas trans, cuya existencia dejará de ser reconocida en adelante por parte del Gobierno federal.
En el aluvión de órdenes ejecutivas, Trump incluyó dos declaraciones de emergencia nacional, medidas inéditas en la historia de Estados Unidos. La primera, relacionada con la frontera sur con México, busca cortar de raíz la llegada de migrantes y poner en marcha las políticas de deportación masiva de aquellos que se encuentran en situación irregular; la segunda, relacionada con la energía, pretende disparar a niveles récord la producción de gas y petróleo.
Trump apuesta por el maximalismo hasta el punto de atacar derechos consagrados en la Constitución. El republicano pretende laminar la Enmienda 14, que concede automáticamente la nacionalidad estadounidense a toda aquella persona nacida en Estados Unidos. Además, retira a Washington del Acuerdo de París y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), e indulta de forma “total, completa e incondicional” a más de 1.500 personas procesadas –algunas ya condenadas– en la causa penal que investiga el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Una decisión sobre la que evitó pronunciarse de forma clara durante la campaña.
Algunos de los asaltantes indultados llegaron a agredir a policías. “Cierto –reconoció Trump el jueves en su primera entrevista como presidente con la Fox–, pero fueron incidentes muy menores. Un par de tipos falsos que salen todo el tiempo en la CNN los han exagerado”.
Trump crea, además, el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), una agencia del Gobierno que, paradójicamente, nace con la vocación de desmantelar el Gobierno y que estará dirigida por el hombre más rico del mundo, Elon Musk. Un Musk que regó de millones el envite presidencial del republicano y cuyo saludo nazi incendió sus primeras horas en el poder.
Trump apuntala el Gabinete
Marco Rubio se convirtió el pasado lunes en el primer miembro del Gabinete en ser confirmado. El ya ex senador por Florida recibió la aprobación necesaria del Senado para convertirse en el nuevo secretario del Departamento de Estado. Conducirá las relaciones de Estados Unidos con sus aliados a expensas de un Trump que ha verbalizado por activa y por pasiva sus ambiciones expansionistas sobre Canadá, Groenlandia y el Canal de Panamá.
La Cámara alta también avaló el jueves el nombramiento de John Ratcliffe, excongresista de Texas, como nuevo director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), cargo que ocupó durante los últimos meses del primer mandato de Trump. El grueso del Gabinete, sin embargo, todavía no ha recibido luz verde por parte del Senado. Los demócratas tratarán de retrasar las confirmaciones lo máximo posible.
Todas las miradas en Washington estarán puestas sobre Pete Hegseth. El comentarista de la Fox, envuelto en graves acusaciones de violación, está llamado a dirigir el Pentágono. A la espera del nombramiento definitivo de Hegseth, el Departamento de Defensa ha enviado 1.500 tropas adicionales a la frontera con México “para repeler, repatriar o expulsar” a cualquier migrante, en palabras de Robert Salesses, secretario interino de Defensa.
Ayer, la Administración Trump anunció la detención y posterior expulsión de los primeros 538 “ilegales”. “Los vuelos de deportación han comenzado. El presidente Trump está enviando un mensaje firme y claro a todo el mundo: si entras ilegalmente en los Estados Unidos de América, te enfrentarás a graves consecuencias”, compartió la nueva secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, en una publicación en X en la que adjuntaba dos imágenes con migrantes subiendo a un avión militar.
La oligarquía a su servicio
Musk no fue el único broligarca –término de reciente creación que sirve para definir a cualquier empresario, generalmente del sector tecnológico, con influencia política– que asistió a la investidura de Trump en Washington. En la anómala ceremonia de inauguración, celebrada en el interior del Capitolio debido a las bajas temperaturas, se sentaron en primera fila los mandamases de las grandes empresas tecnológicas.
La segunda persona más rica del mundo, Jeff Bezos, fundador de Amazon y dueño del Washington Post, acudió a la cita en compañía de su esposa, Lauren Sánchez. Los CEOs de Meta, Mark Zuckerberg; Apple, Tim Cook; Google, Sundar Pichai… y Shou Chew, director ejecutivo de TikTok, red social sobre la que Trump levantó el bloqueo temporal impuesto por los tribunales, también estuvieron presentes. El mensaje fue nítido: los dueños y señores del mercado global de la atención cierran filas con Trump.
Gaza y Ucrania
Trump prometió poner fin a la guerra en Ucrania en menos de 24 horas. No ha sido así, sin embargo. El lunes, mientras respondía a preguntas de los periodistas desde el Despacho Oval, el republicano confesó que su homólogo ucraniano Volodimir Zelenski estaba dispuesto a alcanzar un acuerdo de paz con el Kremlin. “No sé si [Vladimir] Putin quiere. Puede que no. Creo que debería hacer un trato porque está destruyendo Rusia. Rusia va a tener grandes problemas, mira su economía, mira la inflación rusa”, deslizó Trump.
Dos días después, a través de su plataforma Truth Social, el mandatario estadounidense amenazó directamente a Putin con imponer aranceles y sanciones a Rusia si no se sentaba a negociar los términos de la paz en Ucrania. En otro ejercicio de equilibrismo, durante la entrevista con la Fox emitida el jueves, Trump dijo de Zelenski que éste no era “ningún ángel”: “Podría haber hecho ese trato tan fácilmente, y Zelenski decidió que quería luchar”.
Ayer, Putin dijo estar dispuesto a reunirse con Trump. “Estaría bien que nos reuniéramos, teniendo en cuenta la realidad actual, y habláramos con calma sobre todos los temas que interesan tanto a Estados Unidos como a Rusia”, expresó el presidente ruso, que regaló a Trump la siguiente declaración: “Si fuese elegido presidente, si no le hubieran robado la victoria en 2020, entonces, tal vez, no se habría producido la crisis en Ucrania que surgió en 2022”.
Sobre Gaza, Trump ha preferido mantener perfil bajo mientras toma forma la primera fase del acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás. En el segundo el baño de masas que se dio ante 20.000 seguidores en el Capitol One Arena de Washington, Trump, que acababa de jurar el cargo, apareció escoltado por algunas de las familias de los rehenes israelíes y por su enviado especial para Oriente Medio, Steve Witkoff, que formó parte de las negociaciones de Doha para alcanzar la tregua en la Franja.
Pero sus primeras palabras fueron desalentadoras. “No es nuestra guerra, es su guerra, pero creo que están muy débiles en el otro bando”, dijo Trump en alusión a Hamás. Sobre la reconstrucción del enclave palestino, el mandatario expresó el lunes que “Gaza es interesante. Tiene una ubicación estupenda. Está junto al mar. Con el mejor clima. Todo es bueno. Se pueden hacer cosas fantásticas en Gaza”. Nada más.
La única decisión del presidente esta semana ha sido la de enviar a Witkoff a visitar los corredores gazatíes de Filadelfia y Netzarim, controlados por las Fuerzas de Defensa israelíes. En paralelo, Trump ha derogado vía orden ejecutiva las sanciones a los colonos violentos impuestas durante la Administración Biden.
Davos, el gran escaparate
Trump utilizó su discurso telemático en el Foro Económico de Davos como un gran escaparate para dar a conocer a los inversores internacionales las bases económicas sobre las que quiere cimentar su segunda Administración. Aprovechó la ocasión para cargar contra la Unión Europea –a la que acusó de tratar a Estados Unidos “muy, muy injustamente” en términos fiscales y regulatorios–.
Trump también apeló a Arabia Saudí en calidad de miembro principal de la OPEP para que bajara los precios del crudo, habló de desregulaciones y lanzó un aviso a navegantes: “Mi mensaje a cada empresa en el mundo es muy simple: vengan a fabricar su producto en América, y les daremos entre los impuestos más bajos de cualquier nación en la Tierra. Los estamos bajando sustancialmente. Bajo la Administración Trump, no habrá un mejor lugar en la Tierra para crear empleos, construir fábricas o hacer crecer una empresa que aquí, en Estados Unidos”.
Trump puso encima de la mesa dos opciones a las empresas extranjeras: trasladar la producción a Estados Unidos o pagar aranceles: “Si no fabrican su producto en Estados Unidos, lo cual es su prerrogativa, entonces simplemente tendrán que pagar un arancel, de cantidades variables”.
Primeras muestras de resistencia
El regreso avasallador de Trump a la Casa Blanca se ha topado hasta la fecha con dos muestras públicas de resistencia. La primera partió desde la iglesia, y la segunda, desde los tribunales. El nombre de Mariann Edgar Budde, líder espiritual de la Diócesis Episcopal de Washington, saltó a los titulares después de pedir a Trump que tuviera “piedad” con “la gente de nuestro país que ahora tiene miedo”.
Lo hizo durante su sermón en el tradicional servicio religioso en la Catedral Nacional de Washington a los miembros del nuevo Gobierno, ante la visible incomodidad del presidente. Budde, de 65 años, interpeló directamente a Trump por sus políticas dirigidas contra los derechos de la población migrante y de las personas trans. Trump, sin embargo, la describió como “una radical de izquierda”.
El otro nombre es el de John Coughenour. El juez de distrito de Seattle se puso del lado de Washington, Arizona, Illinois y Oregón, los cuatro estados que demandaron la orden ejecutiva de Trump para acabar con el derecho de ciudadania por nacimiento, y bloqueó de forma temporal el decreto. Un decreto que el magistrado atinó a describir como “descaradamente inconstitucional”.
Era el primer revés en los planes del nuevo mandatario para reformar el sistema migratorio. “Obviamente lo apelaremos”, respondió Trump, consciente que esto solo acaba de empezar.