Trump contraprograma a Harris

Hay personas próximas a Trump que reconocen que, por momentos, parece estar obsesionado con su oponente

El expresidente Donald Trump en un reciente acto en York, Pennsylvania
El expresidente Donald Trump en un reciente acto en York, Pennsylvania Efe

Donald Trump está perdido. El derrumbe de Joe Biden como candidato a la reelección y el repentino ascenso de Kamala Harris no solo le genera frustración, le ha enfurecido al punto de sentirse legitimado para insultar a su rival sin ningún tipo de reparo. Ahora su equipo de campaña trata con urgencia de recuperar el pie con una intensa gira por estados clave como el de Arizona, donde el día grande de la convención Demócrata se acercará a la frontera para cuestionar la política migratoria de la administración.

Trump es un político que se sale de la norma. El estilo bronco y combativo de hacer campaña fue su principal activo para llegar a la Casa Blanca en 2016. Pero también lo que le costó la reelección en 2020 y en las legislativas de 2022. Ante esta paradoja, tanto desde dentro del partido como entre los donantes le piden que se centre en las cuestiones importantes, porque no pueden permitirse perder otra vez por su ímpetu e insultos constantes a su oponente.

El nominado dice que lo entiende aunque insiste que hará las cosas a su manera para volver a la Casa Blanca, atacando sin piedad a Harris. “Creo que tengo derecho a hacer ataques personales”, decía en una reciente rueda de prensa en su club de golf en Nueva Jersey, refiriéndose a la persecución política que sufrió de los demócratas, “no tengo mucho respeto por su inteligencia y tampoco creo que ame nuestro país”.

La nueva dinámica en la campaña está poniendo incluso en cuestión decisiones fundamentales como colocar al senador JD Vance de acompañante en la papeleta, que se está convirtiendo más en un lastre que en un activo. A esto se le suma que el mensaje suena a viejo, repetido y desordenado. Los simpatizantes que acuden a los mítines son los de siempre, fieles al movimiento Make America Great Again y siguen creyendo que Biden robó las elecciones de 2020.

Nikkie Haley entiende el peligro de esta estrategia y expresa públicamente su inquietud por la incapacidad de Donald Trump por adaptarse a la situación creada tras la salida de Joe Biden. “Nadie debería estar sorprendido. Era ella todo el tiempo”, insiste la republicana, la última en apearse de la carrera por la nominación, “por eso hacía referencias constantes a ella, porque sabía que Kamala Harris era la persona a la que teníamos que enfrentarnos”.

“Lo que tenemos que hacer es dejar de lloriquear”, apostilla mientras afirma mirando las encuestas que esos ataques personales contra Harris lo único que hacen es nublar la ventaja que tiene Trump en cuestiones fundamentales para los electores como la economía, por la inflación, o la inmigración, por la inseguridad. Al mismo tiempo los estrategas señalan que la contienda está reñida en los siete estados donde se disputan las elecciones.

Hay personas próximas a Trump que reconocen que por momentos parece como si estuviera obsesionado con Harris, mientras desde el liderazgo republicano dan directrices claras a sus miembros para que se evite personalizar la campaña en la raza o el género de la demócrata. Consideran que lo más saludable es que el operativo trate de recuperar la atención centrarse en el contraste con las políticas liberales y exponer una visión clara para el país, en lugar de amplificar proclamas falsas o generar distracciones innecesarias.

Los republicanos tratarán así de contraprogramar la convención Demócrata con un intenso programa de eventos en Pensilvania, Michigan, Carolina del Norte, Ohio, Arizona y Nevada. “La fórmula ganadora es muy simple”, señalaba Kellyanne Conway, “menos insultos, más detalles y contraste de políticas”. La estratega de la exitosa campaña en 2016 coincide así con Nikkie Halley y otros aliados, como Peter Navarro o Kevin McCarthy. “El Donald Trump provocador, el showman, no puede ganar las elecciones”, opina Lindsey Graham.

Hay un problema adicional. El operativo de campaña de Trump no está tan afinado para encarar el sprint final de la campaña como el demócrata y eso pese a que tuvieron más tiempo que en las pasadas elecciones para organizarse. Está celebrando menos mítines que en 2016 y 2020, en parte por las medidas de seguridad tras el intento de atentado. Y eso pese a que le obsesionan las cifras de asistencia. Su entorno, sin embargo, le advierte de que no está sumando nuevos simpatizantes y ese miedo a que se evapore el movimiento le lleva a la bronca.

“Quiero que esta campaña gane”, remacha Haley, “pero esta campaña no va a ganar hablando sobre la cantidad de gente que ella reúne en un mitin o hablando de la raza de Kamala Harris, de si es tonta. Necesita centrarse. Porque estas son unas elecciones que se pueden ganar. El objetivo son las mujeres en los suburbios, electores universitarios, independientes y conservadores demócratas”.

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