Los últimos datos, de 2020, muestran que el 80% de los miembros de la Iglesia son mujeres. Aun así, la jerarquía eclesiástica está, y siempre ha estado, concentrada en unos pocos y de género masculino: curas, obispos, cardenales y pontífices.
Tras 11 años desde la elección de Bergoglio algunas cosas han cambiado. El Papa que llegó del fin del mundo lo hizo, entre otras cosas, para abrir algunos debates que estaban sepultados bajo tierra en un entorno, el de la Iglesia, que se gobierna desde el Vaticano, un lugar que necesita no décadas, sino a veces siglos, para poner en marcha mecanismos de transformación.
Pero los datos muestran que la realidad del catolicismo está cambiando, los creyentes ya no están en Occidente, sino en el sur del mundo y los vientos de cambio ya no son una opción, sino la única respuesta a los tiempos que corren.
Las mujeres que más alto han llegado en el Vaticano
Francisco tomó nota y decidió nombrar a la historiadora del arte Barbara Jatta como directora de los Museos Vaticanos o a Suor Raffaella Petrini como la “número dos” del Vaticano en la gestión del Estado pontificio. Incluyó a Simona Brambilla como secretaria del dicasterio que rige a los religiosos, también a Alessandra Smerilli, economista salesiana, como “número dos” del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano. A Petrini y a dos mujeres más, a la monja Yvonne Reugoat y a María Lia Zervino, las reclutó en 2022 para el dicasterio que nombra los obispos, uno de los de mayor poder.
Además de los nombramientos, el pasado mes de octubre se inauguró el Sínodo, una asamblea de más de 400 personas que debaten sobre el futuro de la Iglesia que, por primera vez, tuvo también rostro de mujer. 85 convocadas y 54 votantes que, no solo participaban, sino que formaban parte activa de las decisiones que se tomaban.
La única española con derecho a voto
Un proceso que se concluirá el próximo octubre y donde, como era de esperar, se debatió, entre otras cosas, sobre el futuro de la mujer en la Iglesia y el acceso, o no, al sacerdocio. Allí estaba la única española con derecho a voto, la teóloga Cristina Inogés que comparte para Artículo14 sus impresiones en primera persona.
“Se han tenido que explicar algunas cosas tan simples como que las mujeres, en la Iglesia, tenemos la misma dignidad que cualquier otro bautizado”, explica. Inogés es positiva, cree que la maquinaria del cambio se ha activado, pero también es realista. “Queda mucho por hacer y falta un poco de coherencia, que ha sido siempre, por decirlo de alguna forma, el gran talón de Aquiles de la Iglesia”, añade.
La teóloga incluye una idea fundamental para entender el movimiento interno de las mujeres dentro del seno de la Iglesia en este momento: no solo existe un modelo de mujer. Esa diversidad es importante para comprender también el concepto de poder.
Diaconisas sin título
“Muchas veces tenemos desfigurada la idea de poder y la vinculamos directamente al sacerdocio. Sin embargo, es importante pensar en las comunidades del mundo donde la mujer es fundamental sin ser cura, sostiene y mantiene algunos lugares en el mundo donde, si ellas no estuviesen, la estructura social se hundiría”. Inogés se refiere a las mujeres que, entre otras cosas, recubren el papel de diaconisas pero sin recibir ese título, ya que la Iglesia aún no lo permite. Y este es uno de los grandes temas de debate que son susceptibles de cambio.
El diaconato es el paso previo a ser ordenado sacerdote, pero que permite realizar muchas tareas en la parroquia, entre ellas celebrar la palabra. Más allá que el acceso de la mujer al sacerdocio, lo que realmente se debate en estos momentos es el permiso para que muchas de ellas, que ya ejercen como tal, se conviertan oficialmente en diaconisas.
Igualmente que los deseos de las mujeres que forman parte de la Iglesia no han sido nunca escuchados, las víctimas han sido silenciadas. Gran conocedora de muchas de esas historias es Lucetta Scaraffia, vaticanista y editora en el pasado de un suplemento femenino de “El Observatorio Romano”, de donde dimitió debido a la gran desilusión al ser ignorada por todo un sistema.
A su suplemento llegaban muchas cartas de religiosas que confesaban casos de abuso estructurales. “Nos quedábamos devastadas cuando las leíamos, había historias de monjas que, tras sufrir el abuso, eran obligadas a abortar y, aunque quisieran tener el niño, no tenían ninguna posibilidad porque habían roto completamente con el mundo exterior y estaban solas”, relata Scaraffia.
Abusos contra mujeres
“Costó mucho aceptar hablar de la realidad de los abusos a menores, pero está costando igualmente mucho en el caso de las mujeres. Tenemos que pensarlo de esta forma: en la raíz del abuso está el clericalismo, el abuso de poder es el tronco y las ramas son todas las diversas formas, también las que sufren las religiosas. Es una realidad que cuesta mucho admitir porque hace temblar muchos cimientos. Y lo peor saldrá cuando empiecen a salir los casos de las monjas en África”, añade Inogés.
Para la vaticanista, que es muy crítica, el Papa Francisco no ha realizado ninguna revolución, aunque parezca que sí en la opinión pública: sólo algunas mujeres acceden al poder, las más obedientes, dice, y, lo más preocupante es que, considera, se mantiene la capa de silencio que rodea la violencia que sufren ellas en la Iglesia. Para la teóloga, Bergoglio lleva el testigo del cambio pero, en este momento, aún son muchos los que se niegan a la transformación dentro del Vaticano.