Desde el estado de un evento en Pensilvania, donde se estaba dando un baño de masas, Donald Trump acaba de dejar muy clara su intención de imponer aranceles a las importaciones de la Unión Europea —en caso de ganar las elecciones la semana que viene. Se trata de una postura más agresiva y proteccionista a nivel de mercado, ya que su propuesta busca establecer un arancel del 10% a todos los productos provenientes del bloque europeo. ¿Su objetivo? Forzar una “relación más justa” en el comercio bilateral.
Según Trump, la UE “no compra nuestros coches. No compra nuestros productos agrícolas”, y añadió con tono desafiante que el bloque europeo “va a tener que pagar un gran precio” si desea mantener el acceso al mercado estadounidense en las mismas condiciones actuales.
Nuevos aranceles
Esta política, que apunta a equilibrar lo que Trump considera un comercio desequilibrado, se comenta sobre su idea del “Reciprocal Trade Act” o “Ley de Comercio Recíproco”, que busca imponer tarifas punitivas a aquellas naciones que establecen aranceles similares sobre productos estadounidenses, con el fin de “ganar una fortuna” para Estados Unidos (en palabras del propio Trump). Señaló que la “media de aranceles de la UE es un 50% superior” a la de Estados Unidos, lo cual, según él, justifica la introducción de otros aranceles para proteger los intereses comerciales estadounidenses.
Pero, ¿funciona este tipo de nacionalismo económico? Según Javier Carbonell, analista en el European Policy Center especializado en democracia, “la idea de ‘America First’, de ‘nos protegemos a nosotros’, encaja muy bien con el sesgo ideológico” de Trump, que sugiere que “priorizarnos a nosotros nos beneficia. Pero eso no funciona así en la economía”.
El mito del presidente empresario
“Lo de que los empresarios son los mejores gobernantes para los países es un mito. Sea Trump o quien sea, porque un Estado no funciona como una empresa, para nada. Tú, como Estado, no puedes tener un criterio únicamente de producción, porque además tus jefes son [345 millones] de personas que tienen intereses de bien común”, explica Carbonell a Artículo14. A continuación indica que, además, Estados Unidos no está pasando su mejor momento económico. “En un momento en el que la gente está mal económicamente, tendemos a cerrarnos entre nosotros, a cerrar en el grupo, a no querer repartir, a pelearnos por quién recibe más, y es una pelea del penúltimo contra el último”, explica.
Agrega que un aislamiento económico de Estados Unidos implicaría, actualmente, una subida de precios en casi todos los sectores y una inflación que Trump probablemente no sería capaz de gestionar.
Las consecuencias para Europa
De acuerdo con los datos de la Comisión Europea, las exportaciones hacia Estados Unidos alcanzaron los 502,3 mil millones de euros en 2023 — una quinta parte de todas las exportaciones. Los principales sectores que sufrirían este impacto serían el automovilístico, que representaron 207,6 mil millones de euros en exportaciones a Estados Unidos; los productos químicos, con 137,4 mil millones; y otros bienes manufacturados que suman 103,7 mil millones. Son sectores que generan un importante superávit comercial para Europa en el mercado estadounidense, pero con el arancel adicional podrían ver su competitividad en riesgo, lo que podría traducirse en una disminución de las ventas y una pérdida de empleo en la industria europea.
Uno de los países que más podría verse afectado es Alemania, ya que su economía depende en gran medida de la exportación de automóviles y maquinaria a Estados Unidos. En 2023, las exportaciones alemanas a Estados Unidos sumaron 157,7 mil millones de euros, y los automóviles, un segmento clave para su economía, encabezaron estas cifras con 40,7 mil millones de euros. Si se implementaran los aranceles, se prevé que el aumento en el coste final podría reducir la demanda estadounidense de automóviles alemanes, lo cual añadiría presión a una industria que ya enfrenta dificultades por una desaceleración en el mercado europeo.
Italia e Irlanda, que también dependen en gran medida del mercado estadounidense, seguirían a Alemania en cuanto a la vulnerabilidad ante los aranceles. Italia exportó 67,3 mil millones de euros y, en menor medida, Irlanda 51,6 mil millones, ambos liderados por maquinaria y productos farmacéuticos, sectores con potencial de verse gravemente afectados si la política de Trump se pone en marcha. En el caso de los productos farmacéuticos, que representaron 55,6 mil millones de euros en exportaciones de la UE a Estados Unidos, cualquier barrera adicional podría dificultar el acceso de estos productos esenciales a los consumidores estadounidenses y suponer pérdidas importantes para los productores europeos.
Trump ya había implementado aranceles similares durante su primera presidencia sobre productos de acero y aluminio europeos, que Joe Biden suspendió tras asumir el cargo, aunque no fueron eliminados por completo.
La UE en apuros
Los líderes europeos ya han afirmado que responderán con rapidez y contundencia en caso de que Trump llegue nuevamente al poder y proceda con su política proteccionista. Según el medio Politico, un diplomático europeo aseguró que “la UE responderá rápido y fuerte” — insinuando que ya se barajan aranceles recíprocos y una posible diversificación de las relaciones comerciales para reducir la dependencia del mercado estadounidense.
Además, esta amenaza de aranceles se produce en un momento delicado para las economías europeas. La producción manufacturera de la UE lleva dos años en declive, y una medida de este tipo podría agravar la situación en sectores que ya enfrentan desafíos estructurales.
Las importaciones energéticas desde Estados Unidos han aumentado tras la invasión de Rusia a Ucrania y el giro de la UE para reducir su dependencia del gas ruso, lo cual ya ha creado un déficit comercial de 70 mil millones de euros en bienes energéticos en 2023. Un arancel del 10% podría empeorar este desequilibrio, afectando el crecimiento económico de la UE y reduciendo su superávit comercial general con Estados Unidos.
El enfoque de Trump en el comercio con Europa es, desde luego, restrictivo y proteccionista, pero su rival, la vicepresidenta Kamala Harris, ha criticado este tipo de medidas. Harris no ha propuesto aranceles y, de hecho, se ha opuesto a las políticas comerciales de Trump. Su victoria traería un enfoque mucho menos conflictivo en las relaciones transatlánticas.