El Tribunal Supremo de Estados Unidos rechazó este jueves limitar el acceso a la píldora anticonceptiva Mifepristone, cuyo uso había sido recurrido por grupos médicos.
La decisión supone un alivio y una victoria para los partidarios del acceso a los tratamientos de interrupción del embarazo, que han sufrido en los últimos años sucesivos reveses tras la decisión en 2022 de la misma Corte Suprema de revertir la doctrina establecida en el caso de Roe vs Wade de 1973 y que garantizaba el acceso al aborto a nivel federal.
La única alternativa
El Supremo dio la razón a los fabricantes del fármaco y a la Administración Biden y tumbó una decisión de un tribunal inferior que limitaba y restringía el acceso a una píldora que se ha convertido en la única alternativa para las mujeres que quieren interrumpir su embarazo en un contexto de endurecimiento legal en una veintena de estados del país.
El fallo no se pronunció sobre la cuestión planteada por los demandantes agrupados en el colectivo médico Alianza para la Medicina Hipocrática, la idoneidad de Mifepristone, sino que negó su capacidad incluso para plantearla, ya que ninguno de ellos había sufrido un perjuicio directo por el uso del medicamento. El juez Brett M. Kavanaugh dictó que los médicos demandantes no prescriben el fármaco y eso los invalida como demandantes. De acuerdo con la Constitución de Estados Unidos, concluyó el fallo, “el deseo de hacer que un fármaco esté menos disponible para otros no establece la facultad de demandar”, resolvió Kavanaugh.
La decisión fue adoptada por unanimidad por un Tribunal Supremo en el que domina una mayoría conservadora desde la presidencia de Donald Trump y que se ha convertido en el centro de las batallas ideológicas que polarizan el debate público estadounidense, de las que el aborto se ha convertido en una de las más destacadas y agrias.
El Mifepristone sobrevive así como recurso al alcance para las mujeres que desean abortar y encuentran cada vez más impedimentos para hacerlo legalmente. Es uno de los dos medicamentos abortivos autorizados por la Agencia Federal del Medicamento, (FDA, por sus siglas en inglés) y las mujeres puede utilizarla hasta la décima semana de embarazo para interrumpir la gestación.
Las pacientes deben utilizar en primer lugar Mifepristone para poner fin el embarazo y el tratamiento se completa con un segundo fármaco llamado Misoprostol para vaciar y limpiar el útero.
Después de que 21 estados hayan endurecido las leyes sobre el aborto tras el cambio en la doctrina de Roe vs Wade por el Supremo, el uso de Mifepristone se ha extendido y, de acuerdo con los datos del Instituto Guttmacher, es el método que se utiliza en dos tercios de los abortos que se realizan en la actualidad en Estados Unidos.
Quienes recurren a este método se benefician de las facilidades que para su uso ha establecido la FDA, que en 2016 permite a los médicos recetarlos incluso en consultas virtuales y permite que se dispense por correo. Esto ha ayudado a muchas mujeres a recibirla incluso en los estados que han prohibido el aborto después de las seis semanas y que, como Misuri, Idaho y Kansas, han puesto trabas a la autorización federal al uso del Mifepristone.
“El fallo no es una victoria para el aborto sino solo un mantenimiento del status quo”, dijo Nancy Northup, del Centro para los Derechos Reproductivos en un comunicado. Para la activista, “los ataques a las píldoras abortivas no se detendrán aquí; el movimiento antiaborto ve cuán críticas se han vuelto en la era post Roe”.
En el otro lado del debate sobre el aborto, Katie Daniel, de Susan B. Anthony América Provida, una asociación antiabortista, afirmó que el jueves “es un día triste para todos los que valoramos la salud de las mujeres y las vidas no nacidas”. En lo que sí estuvo de acuerdo es en que la decisión del Supremo no será el último capítulo: “La lucha por detener el envío postal de peligrosas medicinas abortivas no ha terminado”.
Parece claro, pues, que Estados Unidos está lejos de cerrar la conversación sobre el acceso al aborto en sus diferentes modalidades, una cuestión que se perfila como clave en la decisión de los electores en las próximas elecciones de noviembre, que elegirán al futuro presidente.