A medida que la guerra en Sudán entra en su segundo año sin fin a la vista, este conflicto olvidado raramente se menciona en los medios occidentales. Ha provocado incontables muertes y la mayor crisis de desplazamiento del mundo. Pero el horror no acaba aquí: las mujeres sufren violaciones, terror y matrimonios forzados, abusos que resuenan en los informes de activistas de derechos humanos, que denuncian estas atrocidades desde la sombra.
Activistas sudanesas han señalado que muchas organizaciones de derechos humanos, tanto locales como internacionales, observan con angustia y dolor los detalles de los “crímenes horrendos” contra mujeres y niñas, ya sea a través de violaciones y acoso sexual extremo, o mediante su explotación y reclutamiento forzoso para combatir.
Las principales víctimas del conflicto bélico
Una activista de derechos de la mujer en Sudán, que solicita mantengamos su anonimato por temor a su seguridad, nos confirma que “las mujeres en Sudán han estado enfrentando las condiciones más duras y severas desde el momento en que se disparó la primera bala al amanecer del 15 de abril de 2023”.
En su opinión, “las mujeres y las niñas han sufrido de manera indescriptible, como si la guerra estuviera diseñada específicamente para someterlas y perpetrar violencia contra ellas, con asesinatos, violaciones, desplazamientos forzados, destierro, empobrecimiento y despojo de todos sus recursos. Las mujeres y las niñas enfrentaron todas estas atrocidades con resistencia, pero la máquina de guerra fue más cruel de lo que podían soportar. Se asesinó a mujeres y niñas, se les agredió sexualmente, se les expulsó de sus hogares, perdieron el refugio y la seguridad, y además de todo esto, las mujeres fueron sometidas a violencia sexual y extorsión incluso en tránsitos y fronteras después de perder todo su dinero y ahorros, y fueron robadas de su oro y dinero”.
Ataques en Geneina
La Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas atribuye el 70% de los incidentes confirmados de violencia sexual a combatientes vestidos con uniformes de las Fuerzas de Apoyo Rápido, con un incidente en particular, acusado de ser cometido por un soldado del Ejército. La mayoría de estos asaltos ocurrieron durante ataques que se prolongaron por semanas a principios del año pasado en Geneina, la capital de la región de Darfur Occidental, donde las mujeres fueron agredidas bajo la amenaza de armas.
La guerra civil y la lucha por el poder entre el Ejército sudanés y su antiguo aliado, las Fuerzas de Apoyo Rápido, han matado a al menos 14.000 personas en todo el país, aunque el número real de víctimas podría ser mucho mayor. Estas fuerzas han tomado el control de áreas al sur de la capital y vastas extensiones de Darfur, que ha sido testigo de disturbios étnicos durante años entre diferentes comunidades africanas y árabes. Además de los asesinatos y la destrucción, hay testimonios escalofriantes de mujeres y niñas menores de edad que han sido violadas en más de una ocasión por miembros de las milicias de apoyo rápido, a veces debido a su activismo o al de un miembro de su familia, o por su etnia.
Protección para las sudanesas
Una campaña de hashtag en árabe #ProtectWomenFromRape se lanzó y se convirtió en tendencia en las redes sociales, con participantes pidiendo protección para las mujeres contra la violación después de numerosas quejas y relatos sobre el aumento de casos de agresiones sexuales en Sudán con el agravamiento del conflicto entre el Ejército sudanés y la milicia de Apoyo Rápido.
Para obtener más detalles, logramos contactar por vía telefónica con Shaimaa Mohammed, una activista de derechos humanos sudanesa que ha estado trabajando desde el comienzo de la guerra para hacer oír la voz de las mujeres sudanesas en todo el mundo, además de supervisar campañas mediáticas que iluminan las violaciones sexuales que ocurren para ayudar a las víctimas de violación a recibir el apoyo psicológico necesario.
“Situación catastrófica”
Mohammed comenta sobre los últimos desarrollos: “La situación de las mujeres en Sudán es catastrófica. Las niñas y mujeres son violadas en cada incursión de las Fuerzas de Apoyo Rápido a una área o aldea, donde las mujeres son secuestradas de sus hogares y violadas en grupo antes de ser devueltas a sus hogares en un estado psicológico y físico deplorable. Estas fuerzas también han secuestrado mujeres, las han esclavizado y vendido, ya sea para propósitos sexuales o para servir y cocinar. Hay mercados designados para la venta de mujeres”.
“Lamentablemente, la denuncia de estos crímenes es muy escasa debido al estigma social o a la falta de acceso a medios de comunicación, junto con el sufrimiento causado por la severa escasez de medicamentos que previenen enfermedades de transmisión sexual, anticonceptivos y medicamentos abortivos, por lo que se han registrado casos de embarazo resultante de violaciones en varias áreas, y recuerdo el último caso que me encontré con una niña de solo dieciséis años que fue violada y quedó embarazada, buscando un lugar que le proporcionara un parto seguro y una familia que adoptara al niño”, describe Mohammed.
Abandonar el silencio
Al final de nuestra conversación, la activista envía un mensaje: “Por favor, ayuden a difundir lo que está sucediendo a las mujeres sudanesas en términos de crímenes extremadamente atroces y a hacer oír su voz en todo el mundo y a presionar a ambas partes beligerantes para que detengan la guerra de inmediato. También insto a las organizaciones internacionales y humanitarias concernientes por los derechos de las mujeres a salir de este terrible silencio y a hacer su trabajo proporcionando la ayuda necesaria a las mujeres en Sudán y en los campamentos fronterizos, incluyendo productos sanitarios, anticonceptivos, abortivos, y todas las herramientas esenciales para la salud reproductiva”.
En Sudán, las mujeres son invariablemente las mayores víctimas de la guerra. En una sociedad conservadora, los actos de violencia sexual no solo dejan secuelas físicas y psicológicas devastadoras, sino que también conllevan un estigma social profundo. Tras ser violadas, muchas mujeres son marginadas o forzadas por sus familias a casarse sin su consentimiento, en un intento desesperado por borrar la deshonra. Este panorama complica enormemente el trabajo de las organizaciones de derechos humanos, que se enfrentan a barreras significativas para acceder y ofrecer apoyo a estas víctimas. La lucha por proteger a estas mujeres es más crucial que nunca.