“Somos cautos”. Es el mensaje repetido de la investigadora universitaria y activista en pro de los derechos de las mujeres en Siria Carla Boulos. La joven, natural de la ciudad siria de Alepo, observa desde Países Bajos con la misma mezcla de preocupación y optimismo que el resto de los sirios los cambios tectónicos ocurridos en su país en las dos últimas semanas y media. El rápido desmoronamiento del régimen de Bachar al Asad y la llegada al poder de una amalgama de fuerzas lideradas por los neoyihadistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS) tras una fulgurante ofensiva militar abren, sin duda, una nueva etapa en Siria.
Dentro y fuera del país, millones de sirios como Carla Boulos, obligada a abandonar su tierra en 2016, en plena guerra, esperan que el nuevo período sea el del establecimiento de un Estado de Derecho, un sistema democrático respetuoso con las minorías y diferentes representaciones políticas y en el que las mujeres jueguen el papel político, económico y social que merecen después de décadas de postración y marginación.
Ellas sostienen Siria
“Las mujeres han sido fundamentales para la supervivencia de Siria durante los últimos 13 años de guerra. Mientras los hombres estaban ocupados combatiendo ellas han estado a cargo de los hogares, pero también ocupando todo tipo de empleos y liderando la sociedad civil. En resumen, ellas han sostenido el país”, asegura a Artículo14 la joven investigadora doctoral en la Universidad de Estudios Humanísticos de Utrecht (Países Bajos). “Sin embargo, la sociedad siria no ha sabido apreciar este papel decisivo”, lamenta.
Como ejemplo de la evolución del papel de la mujer en el seno de la sociedad siria en los últimos 13 años de conflicto bélico, Boulos, que prepara una tesis doctoral sobre cómo la guerra ha sido un momento transformativo para la justicia social en Siria, esgrime el espectacular crecimiento en el número de mujeres emprendedoras o dedicadas al sector agrícola desde 2010 en adelante coincidiendo con el conflicto bélico.
Sin voces femeninas
Al respecto de cómo gestionará la transición la nueva autoridad liderada por HTS, la investigadora siria se muestra cauta. “No sabemos. No sabemos qué va a ocurrir a partir de ahora y si las nuevas autoridades serán inclusivas. Por el momento hemos visto, lamentablemente, que no hay una sola figura femenina en el gobierno provisional”, advierte Boulos. “Siria es un país muy diverso y no se puede gobernar con una sola voz”, afirma.
La activista por la igualdad de género en Siria refugiada en Países Bajos es clara: “Sin las mujeres no podrá haber una transición en Siria. Ellas serán la clave para la reconciliación y la paz”, zanja la investigadora siria. “Pero para ello necesitan tener una oportunidad que hasta ahora no han tenido, y ello va más allá de los conceptos y organizaciones internacionales”, avisa.
El respeto a las minorías, gran interrogante
Una de las grandes preocupaciones de los sirios pertenecientes a minorías religiosas como los cristianos, los drusos o los alauitas -mención aparte merecen los kurdos, grupo étnico de religión musulmana suní, concentrados en el noreste- es si sus derechos serán respetados ante las nuevas autoridades lideradas por HTS, que defienden la primacía del islam suní.
Aunque se esfuerza por presentarse como una milicia moderada y dispuesta a crear instituciones inclusivas, lo cierto es que los fundamentos ideológicos de la organización liderada por Abú Mohamed al Jolani son los propios de entidades yihadistas conocidas como el Frente al Nusra. En la teoría y en la praxis organizaciones islamistas radicales como HTS han dado en el pasado muestras de desprecio por las citadas minorías en Siria y en el conjunto de Oriente Medio. “La mayor preocupación es que los cristianos puedan convertirse en ciudadanos de segunda clase en la nueva Siria y que puedan quedar excluidos del proceso de transición. Hay un sentimiento de cautela”, admite a este medio Boulos, cuyos orígenes están en la ciudad de Alepo y donde existe una cada vez más exigua población cristiana ortodoxa.
“Sin las mujeres no habrá reconciliación ni paz”
Las mujeres, las víctimas olvidadas
Las mujeres han sido las víctimas olvidadas de una guerra de 13 años -un cruento conflicto que acabó convirtiéndose en una batalla por interposición de las grandes potencias regionales- y de más de medio siglo de dictadura, una situación que puede empezar a cambiar tras la caída del régimen de Bachar al Asad.
La situación de guerra continuada y la catástrofe de gestión económica del régimen de Asad se ha traducido en inflación desbocada, falta de alimentos básicos, interrupciones de suministro eléctrico o escasez de agua potable; la peor situación humanitaria de la región. Se estima que el 90% de la población siria vive en situación de pobreza. Casi 8 millones de mujeres y niñas necesitan asistencia sanitaria como consecuencia de la violencia, pero también del desplazamiento forzoso, la depresión económica, las epidemias, incluido el cólera, y las reiteradas violaciones de sus derechos humanos, según los últimos datos al respecto de Naciones Unidas.
El país levantino tiene además el mayor número de desplazados internos en el mundo, que suman 6,8 millones, y el mismo número ha huido a los países vecinos. Casi la mitad de los desplazados son mujeres y niñas, con arreglo a datos de la ONU del año pasado.
El último informe del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA por sus siglas en inglés) constataba que la mayor parte de las mujeres sirias experimentan formas de violencia y discriminación cotidiana, así como dificultades elevadas de acceso a la asistencia humanitaria. “Se informa de una creciente y persistente violencia de género tanto dentro del hogar como fuera de él, incluida violencia sexual y secuestros, así como matrimonios forzosos e infantiles”, afirmaba el último trabajo, de este año, del UNFA al respecto.
Además, el Fondo de Naciones Unidas reportaba “restricciones de movimiento, negación de la educación y la posibilidad de la herencia, así como violencia doméstica y familiar” como realidad cotidiana de las mujeres y niñas sirias. “Estas formas de violencia están normalizadas de manera sistemática y reforzadas a través de normas patriarcales, tradiciones e instituciones que mantienen la desigualdad de género e incrementan las barreras que las mujeres y las niñas afrontan”. De manera particular, las mujeres viudas y divorciadas, niñas y adolescentes y mujeres con discapacidades y mayores, además de mujeres no acompañadas y desplazadas son los colectivos más vulnerables.
En el curso de los últimos 12 años, el UNFPA y sus asociados han apoyado el acceso a los servicios de salud y han garantizado la protección contra la violencia de género a través de espacios seguros para las mujeres y las niñas. Solo en 2022, el UNFPA prestó servicios de salud sexual y reproductiva a más de 2 millones de personas en toda la región, mientras que más de 815.000 se beneficiaron de programas diseñados para prevenir y responder a la violencia de género, incluidas casi 290.000 adolescentes. Cifras, con todo, más que modestas para la magnitud del problema y habida cuenta de la caída de la ayuda internacional en el país en los dos últimos años.