Kamala Harris adoptó una posición de extrema cautela al ejercer la vicepresidencia de los Estados Unidos, como si no quisiera ir por delante del comandante en jefe en las decisiones grandes o pequeñas. Era su forma de mostrar lealtad. Pero esa contención para evitar eclipsar a Joe Biden llegó a plantear dudas sobre si estaba cualificada para estar de nuevo en la papeleta a las presidenciales. La dinámica cambió radicalmente y ahora, a menos de ochenta días de las elecciones, es la fuerza que lidera a los demócratas frente a un Donald Trump que muestra dificultad para adaptarse a la nueva oponente.
Era conocida la frustración entre algunos demócratas por el tapón que puso la Casa Blanca sobre Kamala Harris. Les hubiera gustado verla más activa en público durante los tres años como Veep, hablando de cosas que preocupan a las bases, como la salud reproductiva, de iniciativas clave para la economía, como las inversiones en infraestructuras, o de cuestiones que afectan a los electores de clase obrera, como los créditos a empleados con hijos. Ese trato, sin embargo, no era muy distinto al que tuvo Biden en la Administración Obama.
La visibilidad y las responsabilidades del Veep dependen mucho de la relación con el presidente. En el caso de Harris, se da la circunstancia de que había grandes expectativas en ellos por el hecho no solo de ser mujer y su origen étnico, especialmente porque se le vio desde el principio como el puente hacia la nueva generación que va a liderar al Partido Demócrata frente a un Partido Republicano radicalizado.
Con ese espíritu, comienza este lunes en Chicago la Convención Nacional Demócrata en la que se formalizará la nominación de Kamala Harris a las presidenciales, con el gobernador Tim Walz como acompañante. El entusiasmo se refleja en una destacada mejora en las encuestas para los liberales en una batalla que hace solo unas semanas se veía complicada para Biden. Lo que está aún por ver es si esa energía es suficiente para que el impulso la coloque más allá del margen de error y se traslade en una mayoría cómoda en los estados decisivos.
Las encuestas, de hecho, muestran que las elecciones de noviembre van a ser muy competitivas en Michigan, Pensilvania, Wisconsin, Carolina del Norte, Georgia, Arizona y Nevada pese a los avances de Harris tras apearse Biden de la carrera. Como su rival, tiene varías vías para lograr la presidencia la noche del 5 de noviembre. Lo realmente positivo para los demócratas en este momento es que las bases se muestran satisfechas con el cambio en la papeleta.
Es obvio que esta iba a ser una convención muy diferente cuando empezó a planificarse a comienzos de año. La cita en Chicago servirá, por tanto, para entender si el partido está realmente unido en torno a la figura que ahora se presenta como su salvadora. El electorado, además, se enfrenta a la novedad de que un vicepresidente en ejercicio se presente para preservar la presidencia de la Casa Blanca y en este sentido habrá que ver hasta dónde Harris se distancia de Biden.
Joe Biden se dirigirá a la convención este lunes, para presentar a la candidata y destacar que fue una socia crítica en su acción gobierno, para ensalzar así su liderazgo y su consejo en cuestiones centrales para la agenda demócrata. Kamala Harris representa el cambio para muchos, como en su día lo hizo Barack Obama, que intervendrá en la segunda jornada. Pero para preservar el equilibrio interno en el partido, tendrá que asegurarse de que sus palabras están alineadas con las del presidente.
Las propuestas políticas de Harris fueron vagas y poco detalladas hasta ahora, aunque marcan una clara distancia frente a su oponente. Trump, por su parte, trata de remontar en las encuestas dirigiéndose a los electores centristas e independientes que ven que los demócratas se fueron más a la izquierda. Los republicanos ven que tienen una oportunidad ahí para presentarla como una socialista por su agenda, al tiempo que consideran su elección como candidata de ilegítima porque se hizo sin el voto de las bases en unas elecciones primarias.