En medio de una escalada retórica por parte del Kremlin y con el conflicto en Ucrania aún sin un horizonte claro de resolución, Europa se enfrenta a una redefinición estratégica que exige más que gestos simbólicos y la OTAN anuncia que pedirá a los líderes de la Alianza que acuerden aumentar su gasto en defensa al 5% del PIB para cubrir el coste de las capacidades militares de la organización. Maria Martisiute, analista de defensa y asesora en temas euroatlánticos del think tank “European Policy Center (EPC), es una de las voces que más firmemente viene alertando sobre este giro necesario: no basta con invertir más en defensa, hay que hacerlo con un propósito operacional.
Maria Martisiute analizó el recientemente publicado UK Strategic Defence Review, que marca un cambio de paradigma en Reino Unido hacia una postura de warfighting (capacidad ofensiva de combate), y advierte que Europa no puede quedarse atrás. En su opinión, los líderes europeos aún no están trasladando a la ciudadanía la magnitud del momento ni el tipo de preparación que será necesaria.

-¿Qué conclusiones extrae del reciente encuentro entre oficiales de Ucrania y Rusia en Estambul?
-El hecho de que Ucrania haya asistido es, en sí mismo, una señal clara hacia Occidente, y especialmente hacia Estados Unidos: muestra que Rusia no está interesada en la paz si no es bajo sus propios términos. Sí hubo acuerdos menores, como los intercambios de prisioneros, pero Moscú volvió a presentar un memorando con exigencias maximalistas. Rusia utiliza esta estrategia para empezar desde posiciones extremas y luego ceder en apariencia, pero sin renunciar a sus objetivos estratégicos.
-¿Cómo interpreta los recientes ataques ucranianos a infraestructuras dentro de Rusia, como el puente de Kerch en la península de Crimea?
-Son acciones militares con conocimiento previo estadounidense. Esto indica que la estrategia occidental no es únicamente diplomática: se busca presionar militarmente para forzar a Putin a negociar. Es una forma de agresión defensiva, de represalia. Se trata de debilitar la capacidad militar rusa y mantener la iniciativa ucraniana.

-¿Cómo será la respuesta de Rusia a estos ataques?
-De momento, la reacción rusa más visible ha sido a nivel retórico, con renovadas menciones a su doctrina nuclear por parte de figuras cercanas al régimen o bloggers afines. Habrá que observar si esto se traduce en una intensificación de ataques sobre Ucrania o en otra forma de escalada.
-¿Está Europa reaccionando con una estrategia unificada a estos desafíos?
-Hay avances, pero aún falta coordinación real. El foco está ahora en la próxima cumbre de la OTAN en La Haya, del 24 al 26 de junio. Ahí veremos si hay un cambio significativo. Yo destacaría especialmente la revisión estratégica de defensa de Reino Unido que se presentó este lunes. Se trata de una reforma profunda, una redefinición de su papel en Europa, la OTAN y el mundo.

-¿Qué destaca de ese documento británico?
-Lo más importante es que Reino Unido abandona la lógica de mera disuasión y pasa a hablar abiertamente de warfighting readiness, es decir, preparación real para el combate. No se trata solo de evitar la guerra, sino de estar listos para librarla si llega el caso. Y eso incluye desde capacidades militares hasta preparación social. Es un enfoque que también mencionó el presidente checo recientemente: la disuasión tiene límites. Si no demostramos capacidad ofensiva creíble, no hay disuasión posible.
-¿Este cambio de enfoque es compartido por otros países europeos?
-En algunos casos sí, pero no hay un discurso común. En España, por ejemplo, apenas se habla de esto. Italia aún no ha publicado su propia revisión estratégica. Y aunque el documento británico está disponible, ¿cuánta gente se va a leer 144 páginas? Solo los expertos. Es urgente que los líderes políticos trasladen este debate a la sociedad.

-¿Cómo se traduce este nuevo enfoque en medidas concretas?
-Por ejemplo, Reino Unido plantea introducir contenidos sobre defensa y fuerzas armadas en la educación escolar. También se apuesta por un concepto de “sociedad total”, como hacen los países escandinavos, para que toda la sociedad esté preparada ante escenarios bélicos. Y en términos militares, se trata de aumentar la capacidad operativa real: más ejercicios, más interoperabilidad, más inversión en inteligencia, ciberdefensa, defensa aérea, movilidad militar…
-¿Y en cuanto al gasto en defensa? ¿Se alcanzarán los objetivos?
-El debate gira ahora en torno a subir hasta el 5% del PIB en algunos países. La propuesta que está sobre la mesa plantea un reparto: 3,5% para capacidades estrictamente militares, y 1,5% para resiliencia y apoyo civil. Pero el porcentaje por sí solo no es lo más importante. Lo que cuenta es en qué se invierte. No es lo mismo gastar en capacidades nucleares (como hace Reino Unido) que en movilidad militar (como necesita Lituania).

-¿Teme que se repita el incumplimiento del objetivo del 2% acordado anteriormente en la OTAN?
-Ese riesgo existe. Si se fija un objetivo ambicioso y luego no se cumple, se debilita toda la estrategia. Y Estados Unidos podría volver a presionar duramente a los aliados europeos. Por eso hay que ser muy rigurosos: no solo comprometer más dinero, sino justificarlo en función de capacidades reales. Lo importante es qué se compra con ese dinero, no solo cuánto se gasta.
-¿Qué papel puede jugar la UE en este nuevo escenario?
-La UE ha lanzado iniciativas como Rearm Europe o Readiness 2030, que buscan facilitar que los Estados miembros aumenten su inversión en defensa. Esto debería permitir avanzar más rápido y de forma más coordinada. Pero insisto: no es solo una cuestión de dinero. Es un cambio cultural y político. Debemos preparar a nuestras sociedades para un contexto en el que la guerra no es una hipótesis remota, sino una posibilidad real.