El tiempo se agota, y los familiares de los rehenes israelíes que permanecen secuestrados están desesperados y exhaustos. Cumplidos ocho meses del ataque sorpresa de Hamás y el inicio de la guerra en Gaza, los seres queridos de los cautivos israelíes, cuyo estado de salud se desconoce, se aferran a la propuesta de alto al fuego planteada la semana pasada por el presidente norteamericano Joe Biden. El plan de la Casa Blanca para detener el conflicto, que aparentemente tenía el beneplácito del gobierno israelí, ha sido inicialmente rechazado por Hamás.
Pero Shay Dickmann (29), familiar de la rehén Carmel Gat (40), no pierde la esperanza. La joven telavivi, que atiende a Artículo14 por videoconferencia, muestra una fotografía impresa en Dina4 de su prima y el resto de la familia, que sufrieron en el kibutz Be’eri la matanza islamista. A continuación, muestra otra imagen de Carmel con su sobrina Gefen: es la última vez que la vieron viva. Aparece leyéndole un cuento a la pequeña en el cuarto blindado del hogar familiar, mientras en el exterior rugía el estruendo de ametralladoras y proyectiles.
Carmel, su hermano Alon y su mujer Yarden, junto a la niña Gefen, acudieron a Be’eri a visitar a sus padres, Eshel y Kineret, para celebrar la festividad judía de Simjat Torá. “A las 10 de la mañana, Kineret salió del refugio a traer agua para todos. Al salir vio por la ventana a tipos armados, y entendió que no eran del Ejército (israelí). Le pidió a Eshel que se esconda, y así logró salvarle”, rememora la joven. Poco después, vieron vídeos en Telegram de Kineret con las manos atadas y un charco de sangre junto a su cabeza. “Entendimos que fue asesinada”, lamenta.
Así fue su secuestro
Instantes después, Carmel fue raptada en el mismo lugar que su madre. Alon, Yarden y Gefen intentaron salvar su pellejo apagando la luz del refugio. El padre metió a la niña en el armario y la tapó con una manta, pero se echó a llorar. Los terroristas los encontraron. “Soy el último aquí, no queda nadie más”, les dijo mientras se lo llevaban. Le ataron de pies y manos, pero se las ingenió para dejar un hueco entre las piernas.
Presa del pánico y viendo las casas colindantes arder, Yarden optó por salir del hogar con su hija. Las capturaron de inmediato, y las metieron en el mismo vehículo que Alon con cuatro terroristas. Pero al ver un tanque hebreo acercarse, los islamistas entraron en pánico y tres de ellos huyeron. “Alon y Yarden optaron por separarse. Él se liberó de pies y manos, agarró a Gefen, y se escondieron en un montículo mientras esquivaban los disparos”, cuenta Shay. Al anochecer, regresó al kibutz para dar la noticia: “Yarden y Carmel fueron secuestradas, hay que encontrarlas”.
Primer acuerdo
“Durante cincuenta días no supimos nada de ellas, y por suerte hubo el primer acuerdo. Digo primero, porque espero que haya el segundo”, afirma convencida Shay. Durante la tregua de una semana pactada en noviembre, Hamás liberó a 105 cautivos israelíes, entre los que se encontraba Yarden. “Contó que pasó todo el tiempo junto a Carmel, y que sus guardianes eran especialmente violentos. Carmel, que es terapeuta y especializada en post trauma, ejerció de hermana mayor. Agarró una agenda para contar los días y les dio clases de yoga para no perder la cordura”, prosigue.
La liberación de Yarden dio esperanzas a la familia para el retorno de Carmel. “Pero es duro, es una tragedia muy larga, hoy se cumplen 244 días de su secuestro. Sabemos por testimonios que sufren abusos físicos y psicológicos durísimos. A mi prima no la avisaron que liberaban a parte del grupo: la encerraron en el baño y se llevaron al resto”, asegura Shay. También menciona la historia de Amit Soussana, la primera rehén liberada que contó al New York Times las violaciones sufridas durante su cautiverio.
“Amit sufrió las agresiones el 24 de octubre, y ahora ya estamos en junio. Hay un sentimiento de mucha emergencia, ya que la semana pasada nos informaron de la muerte de otros cuatro rehenes”, aclara. Según reveló el Ejército israelí, Chaim Peri (79), Amiram Cooper (84), Yoram Metzger (80) y Nadav Popplewell (51) habrían sido asesinados durante su cautiverio en la zona de Jan Yunis meses atrás. “Los podríamos haber salvado con un acuerdo, pero no lo logramos. Ahora corremos el serio riesgo de seguir perdiendo más vidas”, lamenta. La joven no solo sufre por su prima, sino por los 124 que todavía no regresaron a casa.
El plan Biden
El plan presentado por Biden, que plantea tres fases para finalizar la guerra, arranca con un alto al fuego de seis semanas, acompañado de la retirada de las tropas hebreas de las zonas urbanas de la Franja, junto a la liberación de los rehenes ancianos y mujeres. En la siguiente etapa, el resto de los rehenes serían liberados a cambio de la retirada total israelí y el fin de las hostilidades. La última fase prevé el retorno de los cadáveres de los rehenes fallecidos, la retirada de las ruinas de la Gaza derruida, y un plan de reconstrucción apoyado por Occidente.
No obstante, el líder de Hamás en Gaza, Yahya Sinwar, está decidido a retener el poder a toda costa, protegido en algún túnel al sur de la Franja mientras la población civil gazatí agoniza. Por otra parte, el premier israelí Benjamin Netanyahu sigue sin mostrarse convencido de cerrar un alto al fuego, consciente que el fin de la guerra acarreará unas elecciones que le podrían costar el cargo. “Solo espero que Carmel vuelva viva gracias a un acuerdo. Creo que el gobierno de momento no hizo lo suficiente”, lamenta su prima.
Secuestrados en pijama
Los familiares insisten en que sus seres queridos no deberían pagar este precio. “Fueron secuestrados en pijama de sus casas. Esto no es un debate político. Carmel es una mujer de paz, y no es responsable de lo que ocurre”, apunta. Shay es consciente que el país vive la peor crisis de su historia, pero ya llegará el momento de intentar cicatrizar las heridas. “Ahora el mundo debe exigir su liberación. Lo más humano es devolverles la seguridad y la libertad que merece todo ser humano”, exige.
Respecto a la incesante sangría en Gaza, donde se estima que unas 36.000 personas han muerto por los bombardeos israelíes, Shay se muestra “dolida por lo que ocurre. Carmel y yo aprendimos árabe para hablar con nuestros vecinos. Todos queremos vivir en paz. Ojalá que nosotros y los palestinos lo logremos, aun creo que es posible. No merecen una organización terrorista que los controle y que nos amenace”, opina. Y concluye: “Es impensable seguir viviendo a cinco kilómetros de terroristas que pueden reventar una verja, entrar, y asesinar y secuestrar a cientos de personas”.