Si bien el apellido Netanyahu se asocia al primer ministro que más años ha liderado el estado de Israel, otros integrantes de la familia ejercen un gran poder en la sombra. Para el popular periodista israelí Ben Caspit, autor de varios libros sobre la familia de “Bibi” y ferviente crítico de su legado, su mujer Sara Netanyahu es la “persona más poderosa” de Israel.
Sara Ben-Artzi, que luego adoptó el apellido de su marido, supuso el tercer matrimonio del premier israelí. A su vez, ha ocupado durante tres cadencias la vivienda oficial en la calle Balfour de Jerusalén. Tras graduarse en psicología, trabajó como asistente de vuelo, donde conoció a su futuro marido en un vuelo Nueva York-Tel Aviv. Se casaron en 1991, y poco después tuvieron a sus dos hijos, Yair y Avner.
Pese a no ocupar ningún cargo oficial en el ejecutivo o alguna gran corporación, la revista Forbes la describió también como la mujer más influyente del estado judío en 2013. Es vox populi que su opinión condiciona mucho a “Bibi”, sobre todo en lo referente al nombramiento de altos cargos. “No participa directamente en decisiones económicas, militares o diplomáticas, pero la mayoría de los cargos que rodean al primer ministro son aprobados por Sara”, consideró el magazín económico. Oficiales próximos al líder del Likud confirman que él acepta este rol, ya que “aparentemente la quiere mucho”.
Campaña contra Naftali Bennett
Existen numerosos ejemplos sobre cómo los tejemanejes de Sara han moldeado el panorama político hebreo. Uno de los más destacados fue la campaña contra Naftali Bennett, quién ocupó brevemente el cargo de primer ministro (2021-22), en el “gobierno del cambio” que logró desplazar temporalmente a Netanyahu del poder. Pese a la aparente afinidad ideológica -Bennett lideró el consejo de colonias judías en Cisjordania-, los recelos personales acabaron pesando.
En 2019, se reveló que Sara Netanyahu orquestó una campaña difamatoria contra el líder de Yamina, así como contra su mujer Gilat. Al parecer, trató de recabar información sobre presuntas irregularidades financieras, o sobre los mecanismos que coronaron a Bennett como líder político del sionismo religioso. Las tensiones del pasado, junto a los juicios por corrupción en marcha que afrontaba “Bibi”, motivaron a Bennett a aliarse con el centrista Yair Lapid -y con partidos de izquierda y árabes- para conformar un gobierno alternativo, que acabó implosionando un año después por divergencias ideológicas.
Bronca por quemar una sopa
El historial de Sara Netanyahu desprende a su vez arrogancia, pasión por el lujo y una desconexión absoluta del pueblo. El primer escándalo data de 1996, cuando apenas transcurridos unos días de la primera victoria electoral de su marido, habría estallado en ira contra la sirviente de la residencia oficial por quemar una sopa. En 2010, otra extrabajadora de los Netanyahu demandó a la mujer del “premier“, acusándola de maltrato y de recibir salarios bajos. Acusó a Sara de exigirle “realizar tareas imposibles”, de gritarle, o exigirle lavar y cambiar su vestimenta varias veces al día.
En 2016, la exencargada de la residencia oficial recibió una indemnización de unos 70.000 euros tras demandar a la pareja Netanyahu por daños psicológicos. En una ocasión, Sara le llamó a las 3 de la madrugada para increparla por haber comprado una marca de leche inadecuada.
Más de 2.600 dólares en helados
En 2012, se cuestionó que la familia Netanyahu tuviera un presupuesto para helados de 2.600 dólares. En 2013, se desató la polémica por revelarse que se despilfarraron 100.000 dólares para instalar camas en un vuelo chárter para acudir al funeral de Margaret Thatcher. En 2019, otros 100.000 dólares fueron despilfarrados en encargos a domicilio de prestigiosos chefs, pese a que todos los gastos en comida en la residencia oficial están cubiertos.
En múltiples ocasiones, los Netanyahu portaron maletas con ropa sucia para ser lavada y planchada en Washington, mientras dormían en el apartamento de invitados de la Casa Blanca. Uno de los casos que más indignación despertaron en Israel fue cuando, en plenas restricciones por la pandemia del coronavirus, Sara Netanyahu trajo a la residencia oficial a su peluquero de confianza, violando las normas draconianas impuestas por su propio marido.
Del mismo modo que las reparaciones hechas en la piscina de su segunda residencia en Cesárea -culminadas en plena guerra de Gaza-, los gastos fueron costeados con fondos públicos.
Salpicada por los escándalos
La mujer del primer ministro israelí también está involucrada en algunos de los casos judiciales en marcha contra Netanyahu por fraude, corrupción y abuso de confianza. En una de las causas, en que se acusa a “Bibi” de favorecer a empresarios amigos a cambio de regalos lujosos, se acusa a Sara Netanyahu de haber exigido un brazalete por valor de 46.000 dólares como regalo de aniversario.
Con sus acciones, Sara Netanyahu también supo influir en la agenda política y mediática hebrea. En plenas protestas contra la “reforma judicial” en Tel Aviv el año pasado, decenas de antidisturbios tuvieron que acudir al rescate de la mujer del “premier“, ante miles de manifestantes que la impedían salir de un salón de belleza entre gritos de “¡Vergüenza!”.
Mientras los rivales de “Bibi” le acusaban de orquestar un plan para debilitar la judicatura y debilitar la democracia israelí para blindarse en el poder, Sara se vendió como víctima de una turba de “anarquistas”. Horas después, Netanyahu publicó una foto abrazándola, y condenando las protestas que podrían haber “acabado con su vida”, pese a que las movilizaciones fueron pacíficas.
“Figura política”
Para la oposición, no se trataba de una simple primera dama, sino de un objetivo legítimo de las protestas, ya que consideran que Sara Netanyahu incidió en la deriva derechista y autoritaria del primer ministro.
“Sara Netanyahu es una figura política”, consideró el ex general izquierdista Yair Golan. Para Gayil Talshir, profesor de ciencias políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén, “Sara ha sido crucial para dividir el país y convertirlo en una autocracia”. Las elecciones que probablemente se convocarán cuando finalice el conflicto en Gaza determinarán si “la mujer más poderosa de Israel” podrá seguir influyendo en el devenir del estado judío.