¿Responderá Irán a los bombardeos israelíes?

La República Islámica, que minimiza la importancia de unos ataques que Israel ha calificado como “de precisión”, se debate entre optar por la prudencia o llevar a cabo una nueva acción que podría desatar la escalada

Los iraníes pasan junto a un cartel antiisraelí que muestra el reciente ataque con misiles de Irán contra Israel y una frase en persa que dice "Si queréis la guerra, nosotros somos los amos de la guerra", en la plaza Enghelab de Teherán (Irán), el 26 de octubre de 2024. EFE/EPA/ABEDIN TAHERKENAREH

Como ocurriera a mediados del pasado mes de abril, la República Islámica de Irán vuelve a enfrentarse al dilema de optar por la prudencia o responder con una acción bélica a Israel por los ataques llevados a cabo entre la noche del viernes y la mañana del sábado en su territorio, sobre todo sobre Teherán.

Transcurridas más de doce horas desde el ataque de las FDI, no han vuelto a producirse nuevos bombardeos, por lo que, con los definidos como “ataques precisos contra objetivos militares”, Tel Aviv podría haber dado por ahora por cerrada la más que anunciada respuesta a la salva de misiles balísticos -entre 180 y 200 según el Estado Mayor israelí- lanzada por Irán hacia su territorio el pasado 1 de octubre.

Israel asevera haber golpeado instalaciones militares como fábricas de producción de misiles y defensas aéreas. Por su parte, Irán, que aseguraba esta mañana haber “confrontado exitosamente la agresión” al haber sufrido “daños limitados”, admitía los ataques sufridos por bases militares situadas en la capital y en las provincias de Juzestán e Ilam, además de la muerte de dos miembros de sus fuerzas armadas.

Lo ocurrido hace medio año, cuando las FDI respondían, a su vez, al lanzamiento de más de 150 drones y otros 150 misiles balísticos y de crucero —un hecho inédito en la historia de la rivalidad entre Tel Aviv y el régimen nacido en 1979— hacia territorio israelí con una serie de bombardeos contra bases aéreas del Ejército iraní, y las declaraciones de altos funcionarios del régimen de los mulás efectuadas en las últimas semanas permite colegir que las autoridades de la República Islámica no tienen intención de desencadenar una guerra abierta con su archienemigo. La supervivencia del Estado pasa por evitar un escenario bélico total que le enfrentaría también a Estados Unidos.

Lo cierto es que una guerra contra sus dos némesis tendría un elevado coste económico para un Estado que viene siendo objeto de sanciones por parte de la UE y Estados Unidos a propósito de su programa nuclear, y que tendrá ahora que afrontar también el coste de reconstruir militarmente a Hizbulá y a otras fuerzas afiliadas tras la cadena de acciones bélicas israelíes ejecutadas en el Líbano, aunque también en Siria, Irak y Yemen.

La guerra no es tampoco una opción popular entre una población joven como la iraní, que ya mostró a partir del otoño de 2022 su descontento con el sistema político, empezando por la falta de libertades y la discriminación de la mujer, imperante en los últimos 45 años. Según el digital estadounidense Axios, las autoridades iraníes habrían trasladado a Washington el mensaje de que no responderían nuevamente a Israel en el caso de que el ataque de su archienemigo no tuviera como objetivo “emplazamientos estratégicos”, dicho de otro modo, instalaciones petroleras o nucleares. El propio Ministerio Exteriores iraní, tras afirmar “tener el derecho de defenderse contra los actos de agresión del régimen sionista”, ha reconocido hoy “sus responsabilidades hacia la paz y la seguridad regionales”, lo que se ha interpretado como un mensaje inequívoco de distensión.

En este sentido, según el investigador del Departamento de Relaciones Internacionales e Historia Global de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Juan Carlos Pastor, “Irán ha querido mostrar que los misiles israelíes no han provocado grandes daños y que el país se mantenía en la normalidad. Este hecho, la reducción de los daños a algo meramente testimonial y la voluntad de la República Islámica de dar por concluidas las hostilidades, demuestra que continuar con la espiral de violencia no interesa a ninguna de las partes. El ataque israelí se ha saldado, aparentemente, con la muerte de dos soldados iraníes, lo cual es un umbral de pérdidas aceptable para una Teherán que esperaba un ataque contra sus activos energéticos, su programa nuclear y otros objetivos de mayor impacto estratégico”.

Además, a juicio del especialista en política exterior iraní, “lo controlado de este ataque desde Tel Aviv también hace ver que Washington ha estado presionando a Netanyahu y vetado el ataque a las refinerías iraníes, como se esperaba desde hacía unas semanas, lo cual habría podido desencadenar una reacción de Irán y sus aliados regionales mucho mayor. A pesar de que Irán promete venganza, por ahora parece que la violencia directa entre las partes se da por concluida. Al menos de momento”.

En definitiva, como ha venido ocurriendo hasta ahora, para Irán es mucho menos arriesgado proseguir la guerra contra Israel a través de sus fuerzas proxy o interpuestas lejos de sus fronteras, que es la estrategia celosamente diseñada por el régimen desde hace años. No en vano, a pesar del daño sufrido en las últimas semanas, Hizbulá, la mayor de las fuerzas proiraníes en Oriente Medio, se atribuyó esta mañana el lanzamiento de un ataque aéreo con drones contra la base militar israelí de Tel Nof, situada al sur de Tel Aviv.

Desde el Tsahal se informó también esta mañana del derribo de cuatro aviones no tripulados y de la intercepción de al menos 80 cohetes de Hizbulá. Igualmente, el operativo de las FDI en el país de los cedros, sobre todo en la gobernación meridional y el valle de la Becá, en el este, además de en el sur de Beirut, se prolongará, previsiblemente, durante varias semanas más. Las autoridades israelíes han dejado claro que no se marcharán del Líbano hasta permitir el regreso de las decenas de miles de personas que se han visto obligadas a dejar sus hogares en el norte del país, algo que pasa, como mínimo, por la retirada total de Hizbulá del espacio comprendido entre el río Litani y la denominada línea azul.

Al tiempo, con dos frentes bélicos abiertos, Gaza y el Líbano -donde las tropas israelíes siguen encontrando dura resistencia en torno a la línea azul-, el Gobierno de Netanyahu no ha terminado de ver el momento idóneo para llevar a cabo un golpe -indisimulado- contra la cabeza -que no es otra que la del líder supremo, el ayatolá Ali Jameneí- del régimen nacido de la Revolución de 1979. Con todo, las autoridades israelíes creen haber trasmitido el mensaje a la República Islámica: después de haber burlado los sistemas antiaéreos del régimen en abril pasado y de haber acabado en el corazón de Teherán con el líder político de Hamás Ismail Haniyeh a finales del pasado julio, nada les impediría golpear severamente instalaciones militares, petrolíferas y hasta nucleares llegado el caso.

EE. UU. advierte a Irán contra una respuesta a Israel

Entretanto, la Administración Biden ha advertido a las autoridades iraníes a través de un tercer país que mantiene relaciones diplomáticas con Teherán de los riesgos que una respuesta al ataque israelí tendría para las negociaciones en pro de una tregua en Gaza y el Líbano, según informaba en su edición web el medio israelí Haaretz citando fuentes propias.

Durante las últimas semanas el Ejecutivo estadounidense se ha mostrado contrario a un ataque de su socio a instalaciones nucleares o energéticas iraníes -Washington ha dejado claro no haber participado en el ataque de este sábado-, a la vez que ha trasladado a las autoridades de la República Islámica el mensaje de que, de producirse una eventual nueva respuesta a Israel, las fuerzas armadas estadounidenses intervendrían directamente en apoyo del más importante de sus socios.