La ola de violencia que durante más de una semana se extendió por parte de Reino Unido tiene un común denominador que va más allá de la desinformación, el sentimiento anti migración y la islamofobia que la ha precipitado: la ausencia prácticamente total de mujeres. Las imágenes de los altercados que comenzaron el último martes de julio en Southport, 24 horas después del apuñalamiento múltiple que se había cobrado la vida de tres niñas en esa localidad del noroeste de Inglaterra, muestran un dominio masculino, que se extiende a quienes han incitado a los disturbios a través de Internet. Los “guerreros del teclado”, como los ha denominado la ministra británica de Interior, Yvette Cooper, ejercen como el cerebro de la crisis y tienen también casi en su totalidad nombre de varón.
Tras días de caos, los esfuerzos del Gobierno por sofocar las revueltas, con anuncios de más efectivos especializados en el mantenimiento del orden público y amenazas de “todo el peso de la ley” para los promotores, parece haber comenzado a sofocar la campaña de los radicales ultra nacionalistas. El miércoles por la noche, ocho días después de que estallase la violencia, la Policía se preparaba para lo peor en Inglaterra, foco de las revueltas, con hasta un centenar de movilizaciones convocadas por la extrema derecha para protestar contra la migración, pero lo que ocurrió fue que miles de personas se echaron a la calle a reclamar un espacio de convivencia.
Frente a los disturbios temidos, la noche del miércoles transcurrió de manera pacífica. La turba de radicales que durante días habían sembrado el terror fue sustituida por miles de británicos, la mayoría, los propios vecinos de las zonas donde estaban organizadas las protestas, que salieron en masa a rechazar la violencia y advertir de que el racismo no tiene lugar. Londres, Liverpool, Bristol, o Birmingham, lugares donde en los últimos días había habido disturbios, registraron una jornada pacífica, dominada por los activistas a favor de la convivencia.
El Gobierno respira con alivio ante la primera muestra de que la ola de violencia podría haber pasado ya su pico, pero mantiene la alerta ante los próximos días. La mecha de la crisis sido prendida por la desinformación en torno al autor del ataque en Southport. Las plataformas de extrema derecha han empleado la tragedia como combustible para azuzar su agenda anti migración, construyendo una ficción que ha envalentonado fundamentalmente a hombres blancos que, pese a ser una minoría, han puesto contra las cuerdas el dispositivo de las Fuerzas de Seguridad.
La mecha había sido prendida, precisamente, por la desinformación en torno al autor del ataque en Southport. Pocas horas después de haber tenido lugar en una actividad infantil en torno a la música de Taylor Swift, la Policía confirmaba que se trataba de un joven de 17 años nacido en Gales, en el seno de una familia que había escapado del genocidio de Ruanda. La información oficial, sin embargo, no detuvo las noticias falsas que mantenían que se trataba de un ciudadano sirio ficticio, que habría llegado a la costa británica a través del Canal de la Mancha y que estaría, según la misma narrativa prefabricada, en el radar de los servicios de Inteligencia.
Primera prueba de fuego para Starmer
La crisis supone la primera gran prueba de fuego para un Gobierno que acaba de cumplir su primer mes. Tras una intervención temprana, que incluyó la convocatoria de los jefes de Policía en Downing Street cuando no habían pasado ni 48 horas del primer estallido de violencia, el primer ministro, Keir Starmer, hace frente a sus horas más difíciles desde que se mudó a la residencia oficial. El problema, sin embargo, va más allá del caos en las calles: Starmer ha recibido una complicada herencia de saturación tanto de la Justicia, como del sistema de prisiones, con cárceles prácticamente a plena capacidad.
Con todo, su promesa de que los promotores de los disturbios afrontarán condenas exprés, junto al refuerzo del dispositivo policial (había 6.000 agentes preparados la noche del miércoles), podría haber comenzado a tener el efecto disuasorio deseado y las primeras penas de prisión ya anunciadas, o la difusión de la identidad de algunos de los participantes en los altercados, casi todos ellos, hombres, empiezan a detener una movilización alimentada de desinformación y discurso de odio.
El activismo que había calentado las protestas del miércoles, con mensajes cuya consigna apuntaban a una supuesta responsabilidad civil para reducir los niveles de personas migrantes: “No dejarán de venir hasta que se lo digas tú”, refleja la retórica recurrente de las comunicaciones que han circulado en las redes sociales. Sus impulsores son viejos conocidos para las fuerzas de seguridad, con un nombre que suena por encima de todos: Tommy Robinson (alias de Stephen Yaxley-Lennon).
Robinson y Musk contra Starmer
El fundador de la Liga para la Defensa Inglesa (EDL, en sus siglas en inglés), un movimiento inactivo desde que Robinson decidiese centrar su activismo en la Red, actúa como fuerza ideológica a golpe de teclado, instigando al desorden público y la desobediencia desde su retiro en un resort de cinco estrellas en Chipre. Por si fuera poco, sus publicaciones son amplificadas por el propio dueño de X/Twitter, Elon Musk, el responsable de haber restablecido el perfil de Robinson cuando se hizo con el control de la red social, de la que este había sido vetado, precisamente, por sus incendiarias intervenciones.
Is this still happening? @Keir_Starmer https://t.co/4hbYdfB03Z
— Elon Musk (@elonmusk) August 6, 2024
Aunque los más de 920.000 seguidores con los que Robinson cuenta en X palidecen ante los 190 millones que siguen a Musk, la interacción entre ambos es un problema que ha llegado hasta el propio Gobierno. El magnate tecnológico ha hecho de la mofa al primer ministro una de sus actividades favoritas desde que comenzó la crisis, con escarnios constantes en X que cuestionan la gestión de Starmer, exacerbando todavía más la agitación, al empoderar a una turba que evidencia una marcada desafección pese a las amenazas de cárcel, o el riesgo de imputación por terrorismo agitado esta semana por el jefe de la Fiscalía.