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Qué pasó con los restos del extinto Ministerio de Mujeres en la Argentina de Javier Milei

Con su famosa "motosierra", el presidente argentino se cargó la cartera que centralizaba la mayoría de las políticas de género en Argentina

El presidente argentino y su vicepresidenta
El presidente de Argentina, Javier Milei, y su vicepresidenta, Victoria Villarruel Efe/KiloyCuarto

A menos de medio año de la asunción presidencial de Javier Milei, muchos argentinos preocupados por las astronómicas cifras de inflación y pobreza pasan por alto ciertos cambios de la nueva gestión, que en apariencia son menores, pero prometen calar hondo en la sociedad. Es el caso de la poda de programas para garantizar la igualdad entre hombres y mujeres, como algunos que hasta la asunción del líder libertario dependían del ahora extinto Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad.

Una fuente que pidió reservar su anonimato, relacionada con la puesta en marcha del “Programa de apoyo urgente en casos de muertes violentas por motivos de género” (pendiente de la desaparecida cartera), resumió la situación actual: “El Ministerio ahora es una Subsecretaría y la autoridad asumió recién en febrero, dos meses después del cambio de Gobierno. La persona (Claudia Barcia) no tiene ninguna experiencia en gestión pública. Viene de trabajar en el Poder Judicial”.

En una conversación a finales de marzo, esta fuente agregó que “muchos de los procesos del Ministerio se encuentran frenados, mientras que otros aún no tienen confirmación de continuidad”.

Objetivo de Milei

El Ministerio de las Mujeres fue siempre uno de los blancos de campaña favoritos de Milei. Ha utilizado argumentos como que “la única igualdad es ante la ley”, que el concepto de Género se basa en el “marxismo cultural” y que los hombres como él no tienen por qué sentir vergüenza de ser “blancos, rubios y de ojos celestes”. Mucho menos pedir perdón “por tener pene”.

Las problemáticas de Género en Argentina no habían tenido, hasta 2019, un lugar protagónico en el organigrama del Estado. El anuncio de un Ministerio que absorbiera para sí las competencias del Instituto Nacional de las Mujeres (INAM) pero con un presupuesto mayor generó expectativas en la población. Para bien y para mal.

Si bien según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Argentina está lejos de los dos países de la región con peores cifras anuales de femicidios -Brasil y México-, tampoco tiene mucho de qué jactarse. En 2022, fue el cuarto de Latinoamérica con más asesinatos cometidos por razones de género. Y tomando la tasa por población, aunque Argentina está “mejor” que Uruguay (1,6 asesinatos de ese tipo cada 100.000 habitantes), supera bastante a Chile, por mencionar dos pares con los argentinos suelen compararse. Argentina, 1; Chile, 0,4.

Hay cifras extraoficiales más actualizadas que vale la pena sumar porque definen el contexto en el que ocurre la desaparición del mapa estatal del Ministerio de Mujeres, cuya vida fue de cuatro años.

Un feminicidio cada 27 horas

Por un lado, según datos oficiales, la línea 144 de asistencia para situaciones de violencia de género recibe unas 100.000 llamadas anuales. Por otro -publica el International Ombudsman Institute en base a datos de la Defensoría del Pueblo de Argentina-, mientras en el trienio 2020-2022 los femicidios tendieron a la baja (el primer año: 295; luego, 289; y en 2022, 242), el alza en 2023 llegó a 322 crímenes.

Se calcula que en Argentina se comete un femicidio cada 27 horas. Y, según información del Observatorio de las violencias de género “Ahora que sí nos ven”, en los primeros dos meses de 2024 ya hubo 49 femicidios.

Aun considerando el tenor ofensivo y hasta violento de la impronta mileísta (que supo recoger parte del descontento social en ebullición), sería espurio correlacionar estos datos con la particularmente subida de tono campaña electoral de 2023. A la vez, el caldo en el que se cuecen estos fenómenos sociales es, en cierto sentido, el mismo.

La igualdad, en la encrucijada

Argentina, un país con altos niveles de corrupción y abuso de poder, es famosa por su dificultad para implementar políticas de largo plazo. Las políticas de Género parecen ser la nueva víctima de la tendencia al cortoplacismo.

Basta de ejemplo que en 2019, el entonces presidente Alberto Fernández amplió a 20 los 11 ministerios que había dejado su predecesor y opositor Mauricio Macri, quien a su vez había comenzado su Gobierno en 2015 subiendo de 16 a 21 los ministerios dejados por su oponente visceral Cristina Kirchner. Pero en 2018, a un año de terminar su mandato, los redujo a 11, queriendo dar una señal de austeridad frente a la crisis económica.

La “motosierra” de Milei

Austeridad estatal es lo que buscó Milei cuando en diciembre de 2023 anunció que los ministerios bajarían de 18 a 9. La poda (que con regodeo llama “motosierra”) terminó con el ministerio que nucleaba la mayoría de las políticas de Género.

La cartera quedó relegada a un nicho en el ambicioso Ministerio de Capital Humano, que abarca otras áreas sensibles: los ex ministerios -y ahora secretarías- de Educación, Trabajo y Desarrollo Social.

Sin embargo, el Ministerio de las Mujeres no tuvo la misma suerte, ya que fue disminuido al rango de subsecretaría. La de Protección contra la Violencia de Género.

A la espera de nuevas políticas de igualdad de género

A pesar de la insistencia de Artículo14 por conocer los recursos destinados, las personas asistidas y los programas suspendidos desde el cierre del Ministerio de las Mujeres, en el Gobierno no dieron los detalles solicitados.

La fuente que había pedido reservar su nombre explicó que, por la desaparición de la cartera, muchos subsidios están suspendidos o sus pagos, demorados, “lo que genera angustia en los beneficiarios”. Hay que tener en mente que el 40% de la población argentina (y el 60% de niños y adolescentes) está bajo la línea de pobreza.

Como era esperable, la “motosierra” pasó por la planta del personal ministerial, que se achicó de 1.200 a 600 puestos, aunque no es menor que el gobierno anterior dejara solo una veintena de empleados en planta permanente, mientras que el resto tenía contratos temporales (el blanco explícito de la podadora-Milei).

En cuanto al presupuesto de la cartera, “en términos nominales se mantiene igual, pero como la inflación interanual llegó al 270%, representa un tercio del presupuesto real de 2023”.

El escenario no podría ser más desalentador, esbozó: “En cuanto a la prestación económica del Programa de Apoyo Urgente destinado a familiares de víctimas de femicidios para cubrir sepelios o patrocinios, no hay confirmación de que vaya a continuar”.

Además de la reducción de la asistencia en territorio y de los programas de formación en igualdad de género (Ley Micaela), uno de los temas más sensibles es el virtual congelamiento del programa “Acompañar”, que en tres años había dado recursos para salir de situaciones de violencia intradoméstica a unas 300.000 personas. “Hoy está descontinuado… solo quedan 8.000 personas inscritas”, se lamentó.

También están demorados los expedientes de Reparación Económica para Niñas, Niños y/o Adolescentes (RENNYA), programa creado en el marco de la “Ley Brisa”.

¿Por qué se llama así? La normativa fue impulsada en homenaje a Brisa Barrionuevo, una pequeña de 3 años cuya madre, en 2018, fue asesinada a golpes por su marido. El hombre tiró su cadáver al río, dentro de una bolsa.

Brisa es un caso particular, pero se proyecta en los datos oficiales anteriores al ascenso de Milei. Y es que los mayores beneficiados por el programa RENNYA son niños. Tienen entre 5 y 12 años.

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