Durante la jornada de ayer, un nuevo atentado sacudió Ankara, la capital de Turquía. El ataque dejó al menos cinco muertos y 22 heridos en las cercanías de la sede de la empresa estatal aeroespacial TUSAŞ. Aunque hasta el momento ningún grupo ha reivindicado la autoría, las primeras declaraciones del ministro de Defensa turco, Yaşar Güler, señalaron al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) como el responsable. “A los militantes del PKK siempre les damos el castigo que merecen, pero no aprenden. Les haremos sufrir por lo que han hecho”, afirmó Güler pocas horas después del ataque.
El atentado en Ankara tuvo lugar en un momento extremadamente delicado para Turquía. Justo antes del ataque, el periodista exiliado Can Dündar entrevistaba al político kurdo Hasip Kaplan sobre las conversaciones de paz que están teniendo lugar entre el gobierno turco y el PKK. Estas negociaciones podrían significar un cambio histórico. A fin de cuentas, líder encarcelado del PKK, Abdullah Öcalan, podría acudir al Parlamento para pedir a sus seguidores que abandonen las armas.
Durante la entrevista, Kaplan advirtió sobre la posibilidad de que estos procesos de paz sean saboteados. “En nuestra historia existe algo así como un Estado profundo. Sabemos que estos procesos han sido saboteados, probablemente también desde dentro de la organización”. Minutos después, la realidad en Turquía pareció dar la razón a esas inquietudes cuando un coche cargado de explosivos explotó frente a la sede de TUSAŞ en Ankara. Lo acompañó un ataque por parte de dos militantes, un hombre y una mujer, armados con rifles y granadas.
Un conflicto que se arrastra por décadas en Turquía
Este nuevo atentado en Ankara no es un hecho aislado en Turquía. El conflicto entre el Estado turco y el PKK se remonta a 1984, cuando el grupo kurdo inició su insurgencia armada con el objetivo de establecer un Estado independiente. Este conflicto ha dejado más de 40.000 muertos, en su mayoría kurdos, y ha estado marcado por una violencia cíclica en la que los intentos de paz se han visto sistemáticamente interrumpidos por atentados.
El último proceso de paz, entre 2013 y 2015, fue uno de los esfuerzos más serios en la historia reciente. Sin embargo, la intervención turca en Siria y la falta de apoyo a los kurdos en Kobane agravaron las tensiones. Esto culminó en la ruptura del proceso en 2015 tras un atentado en Suruç que mató a 33 activistas kurdos. En este contexto, el ataque de ayer se interpreta como un intento de algunos sectores de sabotear nuevamente las conversaciones de paz.
En Turquía, los atentados como el de Ankara no solo generan una ola de indignación, también reavivan teorías de conspiración. Dada la facilidad con la que los atacantes lograron ejecutar su plan, aparcando un coche cargado de explosivos frente a una sede de alta seguridad, muchos analistas y ciudadanos empiezan a hablar de un posible “atentado de falsa bandera”. Turquía es conocida por ser un terreno fértil para este tipo de teorías, en parte por la complejidad política y militar del país y la presencia de un supuesto “Estado profundo”. ¿Qué es eso exactamente? En resumidas cuentas, una red clandestina de funcionarios y militares que actúan al margen de las leyes democráticas.
Este concepto del “derin devlet” tiene sus raíces en el final del Imperio Otomano y ha sido ampliamente analizado por académicos como Mehtap Söyler y Ryan Gingeras. Estos expertos sugieren que algunos sectores del Estado turco podrían estar interesados en mantener vivo el conflicto con el PKK para justificar una mayor militarización y represión. La historia de Turquía está llena de episodios donde las facciones internas han socavado los procesos de paz. Lo que deja la puerta abierta a la posibilidad de que este atentado sea un intento de desestabilizar las negociaciones en curso.