El presidente ruso, Vladímir Putin, ha dado finalmente un paso al frente y ha roto su silencio en torno al nuevo intento diplomático por detener la guerra. En sus primeras declaraciones públicas tras las reuniones mantenidas en los últimos días entre las delegaciones de Moscú, Kiev y Estados Unidos, el líder del Kremlin ha marcado sus líneas rojas con claridad: solo accederá a una tregua si se garantiza, en sus palabras, “una paz a largo plazo” y “la eliminación de las causas del conflicto”. Un mensaje que llega justo cuando el llamado acuerdo de Ucrania y Rusia se perfila como la opción más seria para detener —al menos, temporalmente— el fuego cruzado que asola Europa del Este.
La fórmula que plantea Kiev pasa por un alto el fuego inmediato de 30 días, respaldado internacionalmente, y con vistas a prorrogarse en función del cumplimiento de las condiciones por ambas partes. Sin embargo, el Kremlin ha dejado claro que no considera suficiente ese planteamiento. Según Putin, el problema no está solo en la duración del armisticio, sino en su profundidad estructural. “No se puede hablar de paz si no se abordan las raíces del conflicto”, afirmó en un encuentro con medios locales tras su reunión con el enviado estadounidense Steve Witkoff. Así, la continuidad del acuerdo de Ucrania y Rusia depende, según Rusia, de la voluntad real de Kiev de asumir compromisos más allá de una simple pausa táctica en la ofensiva militar.
La postura rusa sobre el acuerdo de Ucrania y Rusia: condiciones estrictas para una paz duradera
Putin no se opone abiertamente a una tregua. Sin embargo, insiste en que solo será viable si Ucrania se compromete a medidas más estructurales. “Estamos a favor de una tregua, pero no de una ilusión temporal que vuelva a estallar en pocas semanas”, expresó. El mandatario exige “una paz duradera”. Y subraya que eso implica un nuevo marco de seguridad que contemple los intereses de Rusia. Para Moscú, el acuerdo de Ucrania y Rusia debe incorporar garantías claras sobre el futuro geoestratégico del país vecino. En particular, su relación con la OTAN y las bases militares en su territorio.
Entre los puntos más delicados señalados por Putin destaca la cuestión de la región rusa de Kursk. El Kremlin ha acusado a Ucrania de fomentar ataques irregulares en esa zona. Según el presidente ruso, eso socava cualquier intento serio de alcanzar una solución diplomática. “No se puede firmar un acuerdo mientras se bombardea nuestro territorio”, declaró. En este sentido, el acuerdo de Ucrania y Rusia parece encallar en los mismos escollos que frustraron anteriores intentos de desescalada.
El líder ruso también se ha mostrado escéptico ante la idea de una misión internacional para supervisar el cumplimiento del alto el fuego. A su juicio, es prácticamente inviable determinar con precisión “quién violó qué” en un frente de combate que se extiende a lo largo de más de 2.000 kilómetros. Esta desconfianza se suma a los habituales reproches cruzados entre las partes. Y complica aún más la materialización del acuerdo de Ucrania y Rusia.
La diplomacia estadounidense entra en juego

Un dibujo de Donald Trump y Vladimir Putin | Shutterstock
La reciente visita de Steve Witkoff, enviado del presidente Donald Trump para Oriente Próximo, ha introducido un nuevo actor en el tablero. Witkoff se reunió con Putin en Moscú y le transmitió los detalles de la propuesta de tregua elaborada conjuntamente por Kiev y Washington. Aunque el mandatario ruso no rechazó de forma tajante la iniciativa, su respuesta fue cautelosa. Según fuentes diplomáticas, el contenido del acuerdo de Ucrania y Rusia fue discutido a fondo durante la reunión. Y Moscú solicitó una ampliación de las condiciones de seguridad antes de dar una respuesta definitiva.
La posibilidad de una futura reunión entre los presidentes de Estados Unidos y Rusia no está descartada. Putin dejó entrever su disposición a una cumbre de alto nivel. “Tal vez lo llame”, dijo, en referencia a un posible contacto directo con Donald Trump. Si ese encuentro llega a producirse, marcaría un punto de inflexión en las conversaciones sobre el acuerdo de Ucrania y Rusia. Y podría derivar en un pacto más amplio entre las potencias internacionales.
¿Paz o nueva estrategia de contención?

Una imagen simbólica del poder que ostenta Putin en Rusia | Shutterstock
Las declaraciones de Putin no solo buscan condicionar los términos del acuerdo de Ucrania y Rusia, sino que también responden a una lógica de reposicionamiento geopolítico. El Kremlin es consciente de que una tregua, aunque temporal, podría servir a sus intereses si se traduce en un respiro militar y una reorganización de sus fuerzas. Del mismo modo, Ucrania podría aprovechar el alto el fuego para rearmarse, consolidar alianzas internacionales y ganar legitimidad ante sus socios europeos.
En este sentido, el acuerdo de Ucrania y Rusia se convierte en algo más que un simple mecanismo de pausa bélica. Se trata de una batalla silenciosa por el relato y por la influencia. Las condiciones impuestas por Moscú buscan legitimar su papel como actor indispensable para la estabilidad regional, mientras que Kiev intenta proyectarse como una víctima que propone soluciones y no responde únicamente con armas.
Los analistas coinciden en que la posibilidad de que este acuerdo prospere dependerá de la flexibilidad negociadora de ambos gobiernos. Mientras Rusia exige una reconfiguración del marco político del conflicto, Ucrania apuesta por una desescalada progresiva y pactada. La incógnita es si los objetivos de ambos países pueden converger lo suficiente como para que el acuerdo de Ucrania y Rusia no se convierta en otro intento fallido.