Por primera vez en la historia de México, una mujer tomará las riendas del país. Favorita en las elecciones presidenciales de este domingo 2 de junio, Claudia Sheinbaum, candidata de la izquierda gobernante, destaca claramente en los sondeos por delante de otra mujer, la opositora de centro-derecha Xóchitl Gálvez, y del outsider Jorge Álvarez Maynez.
Claudia Sheinbaum, exalcaldesa de Ciudad de México, ha mantenido una cómoda ventaja en las encuestas durante varios meses. La científica de 61 años y ex miembro del IPCC promete continuar las políticas del presidente Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena.
Xochitl Gálvez, también de 61 años, es exsenadora y empresaria del sector tecnológico, de origen otomí, una de las etnias indígenas de México. Está respaldada por la coalición PAN (derecha), PRI (centro) y PRD (centroizquierda).
Una de estas dos mujeres se unirá así al todavía muy cerrado grupo de jefes de Estado. En el mundo, menos de uno de cada diez países está presidido por una mujer: a 1 de enero de 2023, sólo el 11,3% de los países tenía una jefa de Estado y el 9,8% una jefa de Gobierno, según la ONU.
El país más peligroso para las mujeres
Esta elección se produce en un momento en que México sigue siendo el país más peligroso de América Latina para las mujeres, según Naciones Unidas, y ostenta el triste récord de feminicidios de la región.
De media, diez mujeres y niñas son asesinadas cada día por su pareja o un miembro de su familia, según cifras del gobierno. A pesar de la adopción pionera de una ley que penaliza el feminicidio en 2012, menos de una cuarta parte de estos asesinatos de mujeres se reconocen oficialmente como feminicidios, ahogados por la masa de crímenes violentos que asolan el país.
Sin agenda feminista
Aunque las dos candidatas abordan la cuestión de la igualdad de género, ninguna se posiciona como defensora de los derechos de las mujeres. No tienen ningún interés en llevar a cabo una agenda política feminista, ya que esto limitaría seriamente su atractivo potencial en el país. Por otra parte, proceden de partidos políticos masculinos que explotan su presencia femenina.
A pesar de lo mucho que está en juego para los derechos de las mujeres, los programas de las dos candidatas se mantienen tímidos al respecto. Claudia Sheinbaum promete tipificar el delito de feminicidio a nivel nacional -a pesar de estar incluido en el Código Penal, varios estados mexicanos no lo aplican-. Gracias a esta medida, cualquier homicidio de una mujer será investigado, en principio, como feminicidio.
Por su parte, su rival Xóchitl Gálvez propuso la creación de una beca para hijos de víctimas de feminicidio, o la creación de fiscalías especializadas para ayudar a las «madres buscadoras» -las madres de desaparecidos, de las que hay 15 al día, entre hombres y mujeres-.
El aborto siguió siendo un tema ausente de los debates electorales. Aunque la despenalización del aborto a escala nacional fue promulgada en septiembre de 2023 por el Tribunal Supremo -y no por iniciativa del gobierno-, sólo 12 de los 32 estados la aplican.
Aborto e igualdad
Las demandas feministas de acceso al aborto e igualdad de derechos siguen resonando con fuerza en México en la actualidad, ya que persiste una brecha entre los avances sobre el papel y las realidades que viven las mujeres en el país. A pesar de los importantes avances, un fuerte estigma social sigue pesando sobre las mujeres que abortan.
Ante esta situación, las expectativas sobre la futura presidente siguen siendo altas. Las feministas mexicanas no confían en ninguna de las dos candidatas a la presidencia. Es importante tener una mujer presidenta, pero esto no garantizará automáticamente nuevos avances para las luchas feministas.
Más allá de las cuestiones de género, la futura presidenta también será juzgada por su capacidad para responder a los grandes retos del país, como los problemas económicos y la inmigración. Pero también – y sobre todo – la violencia del narcotráfico y la corrupción. Y ser mujer puede marcar la diferencia. Como figuras femeninas, las dos candidatas se alzan contra la desconfianza de las instituciones, y más concretamente del personal político, históricamente dominado por los hombres.
Ruptura con la violencia
Encarnan la esperanza de una política más íntegra, menos empañada por la corrupción y la violencia. La imagen de las mujeres también se asocia a un enfoque diferente de la delincuencia y la represión. La población anhela un cambio, una ruptura con el ciclo de violencia -contra las mujeres, pero también entre cárteles- que parece ser endémico en el país hoy en día.
La presencia de estas «mujeres hechas a sí mismas» en la carrera presidencial es ante todo una ruptura simbólica. Encarnan una profunda transformación de las estructuras políticas y de las mentalidades, en la que las mujeres ya no están confinadas a papeles secundarios. Estas mujeres no son acompañantes, figuras maternas o herederas del poder. Han construido su propia carrera política.
La representación de las mujeres en la política en México ha avanzado considerablemente en los últimos años, como demuestra el acceso de mujeres a puestos clave, como Norma Piña, como presidenta de la Suprema Corte, y Victoria Rodríguez, al frente del Banco Central. Desde 2014, la paridad está consagrada en la Constitución, con un número récord de mujeres en el Parlamento (251 de un total de 500) y al frente de varios Estados.
Los mexicanos tienen la oportunidad de romper con el modelo tradicional de vida política eligiendo a una mujer como su líder. Al igual que sus homólogas latinoamericanas y occidentales, la candidata elegida demostrará si es capaz de trascender el marco político o si, a pesar de su género, sigue el patrón masculino de la vida pública.