Opinión
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Presos en Caracas

Captura de una transmisión del canal de televisión estatal Venezolana de Televisión (VTV)

Hace días que no puedo dejar de pensar en José María y Andrés. Se puede tener muy mala suerte en la vida, pero a ellos les ha tocado de las peores. No les conozco de nada, ni sé de sus vidas, nada más que lo poco que la prensa ha reflejado. Dos amigos, un viaje de aventura a Venezuela, alquilan un coche en aeropuerto y se van a la frontera con Colombia. Se les pierde la pista en el regreso. El barquero con quien cruzaron la frontera los vio coger su coche de vuelta. Llevaban unas mochilas como único equipaje, ni rastro del arsenal de armamento que desvergonzadamente ha mostrado la televisión de Maduro. Desde ahí, nadie volvió a verles ni a saber nada. Sus familias pidieron ayuda para encontrarles porque siempre daban noticias y, de repente, dejaron de hacerlo. Tras esa denuncia de sus padres, y coincidiendo con las declaraciones de la Ministra Robles sobre la condición dictatorial del régimen, supimos que estaban retenidos. Detenidos. Acusados de terrorismo. Ni más ni menos. ¿Por qué? Por intentar desestabilizar al régimen. Desestabilizar a un régimen que desde las elecciones ha realizado más de 2000 detenciones arbitrarias. Incluidos mujeres y niños cuyo delito era manifestarse pacíficamente para hacer valer los resultados electorales probados. Es decir, lo que no han conseguido los votos de millones de venezolanos lo pretendían conseguir dos señores que entraron por el aeropuerto de Maiquetía a finales de agosto y alquilaron un coche para recorrer el país. Probablemente, ni siquiera sabían que Venezuela celebraba elecciones.

Captura de una transmisión del canal de televisión estatal Venezolana de Televisión (VTV)

Si no fuese tan serio, si no fuese tan terrible, daría para hacer caricatura de la situación. Pero las cárceles y métodos de la SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) no permiten ni una mínima licencia. El régimen de Maduro está denunciado por NNUU por cometer crímenes de lesa humanidad. José María y Andrés están en estos momentos en una de las terribles prisiones de Venezuela, no sabemos donde ni en qué estado. Nadie ha podido verles. Nadie pregunta por ellos. Nadie informa sobre ellos. La diplomacia discreta la llama Albares. Sería más bien la diplomacia secreta.

Así es como va ganando terreno el sátrapa. Con miedo. Con silencio. Con chantaje. Por eso nos cuentan que lo mejor para ellos y sus vidas es que no mostremos interés. Y no los menciona nadie. Francamente, resulta difícil no pensar cada día dónde y como estarán. En mi caso, después de tantos presos políticos conocidos a lo largo de los años, sé lo importante que es para ellos que, en las circunstancias terribles de su cautiverio, les reivindiquemos. Y es que a José María y Andrés los han detenido arbitrariamente. La dictadura de Maduro los ha acusado, ni más ni menos que de organizar un golpe de Estado, y el gobierno de España ha negado que sean de nuestros servicios secretos. Nada se sabe de ellos. Y nos importan.

Teniendo en cuenta que los dos hermanos todopoderosos de la dictadura -los Rodriguez- tienen una entrada e interlocución preferencial con nuestra Embajada, y Embajador, en Caracas; todo este asunto llama aún más poderosamente la atención. Es de suponer que las gestiones para poder dar asistencia consular a estos dos españoles (hay otros 14 venezolanos con nacionalidad española más detenidos desde las elecciones) debería ser un tema prioritario a tratar, máxime cuando se acoge con whisky y pastas a los Rodríguez -no Zapatero, no se líen- en casa. Pues no. Ni una palabra. El empeño ahí estaba en hacer que el recién elegido presidente de todos los venezolanos renunciase a todo lo renunciable a cambio de su libertad. Un chantaje, Así, ni siquiera en esas circunstancias se oyó al Embajador de España preguntar o interesarse por la suerte de estos dos españoles del País Vasco, de los que llevamos más de tres semanas sin saber nada. No es diplomacia discreta. Ni secreta. Es chantaje. Esto no es diplomacia, es rendición.

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