Al cumplirse los tres meses de la caída del régimen de Bachar al Asad, Siria vive su peor episodio de violencia desde entonces. Los choques entre grupos leales al depuesto dictador y fuerzas del nuevo Gobierno interino, presidido por Ahmed al Sharaa, y los episodios de venganza contra población alauita en las provincias del litoral sirio -donde esta comunidad es mayoritaria- se han saldado con más de 600 muertos en apenas 48 horas, según han denunciado ONG con presencia en el terreno. Las cifras pueden aumentar en las próximas horas.
Todo comenzó la muerte de dos miembros de las fuerzas gubernamentales -lideradas por los exyihadistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS)– a manos de grupos afines al anterior régimen a comienzos de esta semana en la gobernación de Latakia, tras lo cual las fuerzas sirias lanzaron una operación de seguridad. La escalada continuó el jueves cuando otros elementos armados vinculados con la dictadura depuesta acabaron con la vida de 16 miembros del ejército de Damasco. Además, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos -una ONG con sede en Londres y una amplia red de informadores sobre el terreno-, miembros afines al anterior régimen se habían hecho en la mañana del viernes con el control de puntos militares como la base aérea de Astamu y Al Qardaha y se atrincheraron en “áreas difíciles de las montañas de Latakia”.
Es entonces cuando en la mañana del viernes el Gobierno provisional decidía intervenir con una “operación a gran escala” enviando tropas a varias gobernaciones del oeste sirio, incluidas Tartús y Latakia, a fin de evitar perder el control de la situación. Desde entonces y hasta la mañana de este sábado la ofensiva gubernamental, a la que se ha unido población afín, ha acabado desencadenando una auténtica matanza -protagonizada solo en parte por fuerzas del nuevo mando militar- con tintes de venganza en lo que fueron bastiones alauitas de la dictadura de Asad. Al islam alauita -rama emparentada con el chiismo- perteneció la élite -incluidos altos mandos militares y de los servicios de inteligencia y seguridad- durante el régimen baazista, incluido el clan familiar del huido expresidente.
“Aunque es pronto para saber con exactitud cuántos, sabemos que decenas de civiles inocentes han sido asesinados en sus casas, muchos de ellos alauitas miembros de familias que eran contrarias al régimen de Asad”, relata a Artículo14 un periodista e investigador sirio radicado en Beirut que prefiere mantenerse en el anonimato. “Con independencia de si los que lo han hecho son solo miembros del nuevo ejército o hay también son jóvenes suníes que actuaban por su cuenta, el Gobierno ha fallado a la hora de proteger a la población y es responsable de lo ocurrido”, concluye el analista sirio.
Ante la situación que se está viviendo sobre todo en las gobernaciones de Latakia y Tartús, decenas de familias pertenecientes a la minoría alauita han abandonado territorio sirio para buscar refugio temporal en el norte del Líbano, un país que sigue recuperándose de la última guerra entre Israel e Hizbulá.
Riesgo de una escalada sectaria
Lo cierto es que desde la caída de Damasco el pasado 8 de diciembre a manos de una amalgama de fuerzas lideradas por Hayat Tahrir al Sham (HTS), el de la situación por cómo sería la vida de las minorías alauita, drusa, kurda -un grupo étnico mayoritariamente suní- y cristiana en el nuevo régimen ha sido una preocupación recurrente. Los suníes constituyen aproximadamente el 70% de la población siria.
Durante las celebraciones de la pasada Navidad, grupos de jóvenes afines a movimientos islamistas protagonizaron episodios de provocación contra símbolos religiosos cristianos en Damasco y otros puntos del país. Entonces, lo ocurrido mereció el rechazo rotundo del gobierno interino y su autoproclamado presidente, Ahmed al Sharaa.
Resta ahora por ver cuál será la posición que adopte el líder sirio, un antiguo yihadista fiel a Al Qaeda, ante la matanza protagonizada por sus correligionarios. Ya este sábado las autoridades sirias han anunciado una investigación sobre las masacres de civiles cometidas. “El presidente está atrapado entre su obligación de defender a la población civil y que el apoyo que tiene entre los suníes no sufra mengua en un episodio emocional como este”, explica a este medio el citado investigador y periodista sirio en condición de anonimato.
Rusia
El peligro en estos momentos es que lo que puede haber sido un episodio aislado en los que fueran feudos de la antigua dictadura pueda repetirse en otras zonas del país que siguen escapando al control de las autoridades, que consiguieron hacerse con Damasco tras una fulgurante operación militar que contó con el apoyo turco y la a la postre definitiva desinhibición de Rusia, y donde siguen operando distintos grupos armados.
Entonces, como ahora, el Gobierno interino -que promete la elaboración de una constitución respetuosa con las minorías, pero advierte que su aprobación podría tardar hasta tres años, y las primeras elecciones libres hasta cinco- se enfrenta al reto de la reunificación territorial y de la formación de un ejército nacional integrador en un país dividido. Sólo las prokurdas -y apoyadas por Estados Unidos– Fuerzas Democráticas Sirias controlan más del 20% del territorio en el noreste del país, y recientemente han dejado claro que siguen sin contar con garantías suficientes de las nuevas autoridades sobre el respeto de su autonomía política y seguridad para iniciar el proceso de integración de las futuras fuerzas armadas sirias.