“Immaqua”, una palabra inuit que significa “quizás” o “puede ser”. El reflejo de la incertidumbre que reina en Groenlandia, una isla donde todo depende del hielo. Sin embargo, para Donald Trump, la incertidumbre no es una opción. El presidente de Estados Unidos dejó claro durante su primer mandato que deseaba comprar Groenlandia. Una idea que ha resucitado recientemente al mencionar que Estados Unidos necesita controlar esta isla estratégica. Pero, ¿qué impulsa esta obsesión? Las respuestas combinan política internacional, intereses estratégicos y recursos naturales.
El interés histórico de Estados Unidos por Groenlandia
Aunque puede parecer una ocurrencia típica (y excéntrica) de Donald Trump, la ambición estadounidense por Groenlandia tiene raíces históricas. En la década de 1860, bajo la presidencia de Andrew Johnson, el Departamento de Estado ya consideraba a Groenlandia como una adquisición estratégica. Décadas después, Harry Truman ofreció 100 millones de dólares por la isla, pero Dinamarca rechazó la propuesta. Estas iniciativas subrayan un interés continuo por parte de Estados Unidos en una región clave para sus intereses estratégicos y militares.
La ubicación estratégica de la isla que anhela Donald Trump
Ubicada entre América del Norte y Europa, Groenlandia es un punto de conexión esencial en el Atlántico Norte. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos estableció bases militares en la isla, como la famosa Camp Century, que servía como un emplazamiento potencial para misiles nucleares. Hoy, la base de radar en Thule sigue siendo fundamental para la defensa estadounidense, proporcionando vigilancia y prevención frente a misiles provenientes de Rusia, China o Corea del Norte. El control de Groenlandia permitiría a Estados Unidos reforzar su presencia militar y vigilar más de cerca las actividades de otras potencias en el Ártico.
El interés de Trump por Groenlandia también debe entenderse en el contexto de la competencia global. Rusia y China han intensificado su presencia en el Ártico en los últimos años. Pekín, en particular, ha invertido en infraestructura en Groenlandia, buscando acceso a sus recursos y rutas de comercio. En 2018, Estados Unidos intervino para evitar que China financiara la construcción de aeropuertos en la isla, una muestra de la importancia estratégica que Washington otorga a Groenlandia. La creciente rivalidad con China podría haber sido un factor clave en el renovado interés de Trump por la región.
¿Hay tesoros ocultos bajo el hielo?
El atractivo de Groenlandia no se limita a su posición estratégica. Bajo su inmensa capa de hielo, se esconden recursos valiosos: rubíes, hierro, aluminio, níquel, platino, cobre y uranio, además de grandes depósitos de tierras raras, esenciales para la tecnología moderna, desde teléfonos móviles hasta armamento militar. Con el deshielo acelerado por el cambio climático, la extracción de estos minerales se hace cada vez más viable. Para Trump, Groenlandia no es solo una cuestión de defensa, sino también una oportunidad económica y tecnológica.
¿Qué dice Dinamarca de todo esto?
Cuando Trump expresó su deseo de comprar Groenlandia, la reacción de Dinamarca fue contundente: la isla no está en venta. El gobierno danés ha aumentado significativamente su presupuesto de defensa en Groenlandia, invirtiendo en barcos, drones y aeropuertos militares. Por su parte, los groenlandeses, que cuentan con un gobierno semiautónomo, también dejaron claro su rechazo a la idea. Mute Egede, primer ministro de Groenlandia, afirmó que “Groenlandia no está a la venta ni nunca lo estará”, aunque subrayó la importancia de mantener relaciones comerciales abiertas con otras naciones, incluida Estados Unidos.