El nombre de Lucy Letby genera estos días en Reino Unido una extraordinaria combinación de repudio, fascinación y debate. La enfermera neonatal condenada por la muerte de siete bebés y el intento de matar a otros siete durante un año en un hospital del noroeste de Inglaterra compendia la mórbida obsesión que sonados asesinatos en serie generan en el imaginario popular y el creciente fenómeno de la seriación de casos reales. La cuarta mujer en la historia británica en recibir una sentencia de prisión de por vida, sin embargo, genera interés más allá de su expediente criminal y, pese a haber protagonizado uno de los juicios más largos al norte del Canal de la Mancha, las teorías sobre su supuesta inocencia se han extendido desde internet a círculos académicos, médicos y políticos.
Hace unos días, arrancaba en Liverpool una comisión de investigación que aspira a esclarecer las condiciones que permitieron a Letby, actualmente de 34 años, atentar contra la vida de decenas de bebés, la mayoría prematuros, ingresados en la unidad neonatal del Hospital Condesa de Chester (COCH, en sus siglas en inglés). Aunque el objetivo del proceso no es reabrir el caso, sino evaluar los fallos que motivaron la mayor cadena de asesinatos de niños en tiempos modernos en el Reino Unido, el ruido de las conspiraciones es lo suficientemente ensordecedor como para que la jueza encargada, Kate Thirlwall, no pudiese evitar referirse a las especulaciones, que condenó tanto por infundadas como por el daño que infligen a las familias de las víctimas.
The loss of a child is unimaginable but we must never scapegoat.
Lucy Letby is full of love & kindness. She always ran to the aid of others. She's even helped people in the hell hole she is currently being held in even just by listening to them.
Does this sound like a killer?! pic.twitter.com/oEpV64cq6w
— Lucy Letby (@Justice4Lucy) September 7, 2024
Letby, ¿asesina en serie o fallos médicos?
El problema con el caso Letby es que las quince sentencias que la abocan a una vida entre rejas se basan en evidencias circunstanciales, en lugar de pruebas materiales. Y esta falta de señales irrefutables que corroboren su culpabilidad, más allá de dudas razonables, facilita el terreno idóneo para que afloren las conjeturas, los detectives aficionados y las suspicacias en torno a una cuestión con todos los ingredientes de una narrativa de ficción. En última instancia, el jurado responsable de decidir tuvo que resolver un complejo dilema: si Letby, quien siempre ha mantenido su inocencia, era una asesina en serie; o la víctima de un encadenamiento de fallos, tanto médicos como legales, motivados por una unidad neonatal sobrepasada por las circunstancias.
El proceso es extraordinariamente único, y el análisis de los detalles fue de una precisión milimétrica. El juicio original, que concluyó en agosto de 2023, constituye uno de los litigios por asesinato más prolongados jamás asumidos por un tribunal inglés y la investigación policial que lo precedió, conocida como Operación Colibrí, escrutó más de medio millón de documentos médicos y superó las 2.000 personas entrevistadas, entre ellas, decenas de antiguos compañeros de trabajo de Letby, así como las madres y padres de las supuestas víctimas.
25 muertes sospechosas
Durante el proceso, testigos hablaron de la conducta dudosa en los doce meses en los que se produjeron 25 muertes sospechosas, desde junio de 2015 hasta junio de 2016, punto en que la enfermera fue trasladada de la unidad neonatal, donde tenía contacto directo con los bebés, a un puesto más administrativo, precisamente por la preocupación generada por su supuesta relación con las muertes. Ya en los meses anteriores, Letby había sido cambiada del turno noche, cuando inicialmente se habían registrado más muertes, al de día, si bien el patrón de aumento de óbitos la siguió.
Y es que si hubo una constante que hizo saltar todas las alertas fue que, en un contexto de incremento extraordinario de fallecimientos, el factor común era que Letby siempre estaba de guardia. Según trascendió durante el juicio, los métodos empleados habrían sido inyecciones de aire, envenenamiento con insulina o sobrealimentación; si bien más que en pruebas irrebatibles, la hipótesis se apoyaba en conclusiones de expertos médicos, que basaron su diagnóstico en registros clínicos, testimonios y resultados de test, muchos relevantes, pero no necesariamente concluyentes.
Error judicial de proporciones colosales
En otras palabras, no hay una evidencia indisputable que confirme una cadena de asesinatos en serie, por lo que el dictamen de culpabilidad es más el resultado de una combinación de hechos interrelacionados. Pero lo que hace el caso más singular es que las teorías que apuntan a un potencial error judicial de proporciones colosales van más allá de los habituales foros conspiratorios, de la red y de investigadores amateur. Especialistas en ámbitos tan variados como la medicina neonatal, o la estadística (una disciplina clave en la condena, dado el desmesurado aumento de la muerte de recién nacidos) también han expresado reservas, no en todos los casos para defender la potencial inocencia de Letby, pero sí para denunciar cómo se desarrolló el proceso, la falta de evidencias forenses directas y cómo las pruebas fueron presentadas en el tribunal.
De hecho, ante la comisión pública para determinar qué falló en el COCH, hasta 24 representantes tanto del campo académico como de la política publicaron una carta reprobatoria; y las campañas a favor de la liberación de la enfermera cuentan con promotores tan activos que, durante los dos recursos de apelación presentados contra la sentencia, ambos rechazados, llegaron a acampar en el exterior del complejo judicial.
El propio juez del juicio inicial, que duró 10 meses, había transmitido al jurado que no era necesario demostrar la manera precisa en que Lucy Letby habría actuado, sino que serviría con que probar que había procedido con intención de asesinar. Esto llevó a presentar, además de evidencias médicas y estadísticas, pruebas circunstanciales, como notas en las que la enfermera había escrito “soy malvada, hice esto”, o búsquedas en Facebook de las familias de las víctimas, algunas, meses después de su muerte.