A lo largo de las últimas décadas, Japón ha capturado la imaginación de los occidentales como ningún otro país asiático. Desde su cultura pop, representada por el anime y el manga, hasta su antigua tradición samurái y su tecnología de vanguardia, la nación nipona se ha convertido en un referente de fascinación cultural para el mundo occidental. Sin embargo, China, siendo la potencia más grande de Asia tanto en términos económicos como de influencia geopolítica, no ha conseguido la misma atracción emocional. Pero ¿por qué Japón y no China? ¿Por qué se ha impuesto la fascinación por el país nipón?
El legado de la Segunda Guerra Mundial
Uno de los momentos clave que contribuye a la fascinación occidental por Japón tiene sus raíces en la Segunda Guerra Mundial. Tras su derrota, Japón fue profundamente transformado bajo la ocupación estadounidense, que duró de 1945 a 1952. Durante este período, Estados Unidos jugó un papel fundamental en la reconstrucción del país y estableció una relación política y económica muy estrecha. Japón se convirtió en un aliado estratégico en la Guerra Fría. Eso facilitó un mayor intercambio cultural entre Oriente y Occidente. Nunca hubo una apertura tan grande en la historia del País del Sol Naciente.
Mientras tanto, China, bajo el régimen comunista liderado por Mao Zedong, siguió un camino radicalmente diferente. Se distanció de Occidente y creó una narrativa de hostilidad y aislamiento durante gran parte del siglo XX. Según un informe del Pew Research Center, los estadounidenses y europeos tienen una percepción mucho más favorable de Japón en comparación con China, en parte debido a esta alianza histórica y a las tensiones geopolíticas que China ha mantenido con las potencias occidentales.
El “Cool Japan” y el poder de la cultura pop
En la era contemporánea, uno de los mayores exportadores culturales de Japón ha sido su industria del entretenimiento. El término “Cool Japan” fue acuñado para describir la vasta influencia de la cultura pop japonesa en Occidente, abarcando desde el anime, manga y videojuegos, hasta la moda callejera de Harajuku y el cine de directores como Hayao Miyazaki.
El anime y el manga han sido particularmente efectivos para cautivar a los públicos occidentales. No solo es una fuente de entretenimiento, sino también una puerta de entrada a una cultura rica y compleja. Una cultura diferente. Según un estudio publicado en la revista Journal of Popular Culture, el 60% de los consumidores occidentales de anime reportan haber desarrollado un interés general por la cultura japonesa a través de su afición a estas formas de entretenimiento.
China, por otro lado, ha intentado seguir el modelo de Japón con su propia cultura pop. Sin embargo, no ha alcanzado el mismo nivel de popularidad global. Aunque China ha desarrollado una industria cinematográfica poderosa y su producción de animación está en auge, la percepción de censura y control estatal sobre sus productos culturales ha limitado su penetración en mercados internacionales. La autenticidad y la libertad creativa, valores que los consumidores occidentales suelen asociar con la cultura pop japonesa, no se perciben en igual medida en los productos culturales chinos.
El exotismo de Japón sin la distancia cultural insalvable
Otra razón clave de la fascinación por Japón es su habilidad para equilibrar perfectamente lo antiguo con lo moderno. El Japón contemporáneo es un país donde la tecnología más avanzada convive con tradiciones milenarias. Esto es algo que atrae enormemente a los occidentales. Según el sociólogo Donald Richie, el país nipón ha sabido utilizar su pasado para reforzar su identidad cultural. Ha conservado rituales como la ceremonia del té, el teatro Noh o la espiritualidad del sintoísmo. Y, al mismo tiempo, es uno de los países más innovadores del mundo en términos de tecnología.
Por su parte, China también tiene una historia vasta y profunda, pero la Revolución Cultural (1966-1976) liderada por Mao Zedong fue un duro golpe a su patrimonio cultural. A fin de cuentas, destruyó muchos de sus templos, libros y arte tradicional en un intento por “purificar” el país de sus antiguas costumbres. Esta fractura en la continuidad cultural ha tenido un impacto a largo plazo en cómo los occidentales perciben a China. Aunque en los últimos años el país ha intentado recuperar y promover su herencia, su imagen sigue asociándose a la industria y la economía más que a una cultura tradicional.
Los occidentales también encuentran en Japón un exotismo que no resulta intimidante ni incomprensible. La cultura japonesa es “misteriosa”, pero accesible. Muchos de sus aspectos —como el zen, el minimalismo estético o el sushi— se han globalizado y asimilado en Occidente.
En cambio, China aún se percibe como un país con barreras culturales más difíciles de franquear. El idioma mandarín y el sistema político comunista refuerzan la idea de una China menos accesible. Y por lo tanto, menos atractiva para el turista o el consumidor cultural medio. Esto se refleja en datos de la Organización Mundial del Turismo, que muestran que Japón ha sido consistentemente uno de los destinos turísticos más populares entre los occidentales, mientras que China ha tenido un crecimiento más moderado en este sector.
¿Qué es el ‘soft power’ y cómo afecta al turismo?
Japón ha sabido construir una imagen internacional favorable a través de su soft power. Esto es una estrategia que utiliza la cultura, la diplomacia y la tecnología para generar una influencia positiva. Las empresas japonesas de tecnología como Sony, Nintendo y Toyota han desempeñado un papel clave en esto. A fin de cuentas, han promovido una imagen de Japón como una nación avanzada y confiable.
China, por otro lado, ha invertido grandes recursos en su soft power a través de iniciativas como la Franja y la Ruta o el Instituto Confucio. Sin embargo, su éxito ha sido limitado por la percepción de su gobierno autoritario y su historial de derechos humanos. El control del Partido Comunista sobre la narrativa oficial y la censura son factores que no solo limitan la libertad dentro del país, sino que también afectan la forma en que se proyecta hacia el exterior.