Giorgia Meloni no fue elegida por ser mujer cuando ganó las elecciones de 2022 y se convirtió en la primera en llegar a la presidencia del Consejo de Ministros de Italia. Lo que muchos valoraban de la política de extrema derecha era que se había convertido en una líder hecha a sí misma en un partido lleno de hombres y gracias a su “cabezonería”.
A eso se le sumó una oposición magullada, su habilidad natural para caer simpática, la desafección de los italianos por la política y las características propias de un país que fagocita a sus líderes políticos en menos de una legislatura. Ocurrió con Matteo Salvini, que hace cinco años era el primer partido en las elecciones europeas, con el 34% de los votos, y ahora lucha por mantener el resultado mediocre de las generales, un 8,79%. Los italianos y las italianas estaban preparados para encumbrar a un nuevo líder y premiaron su elección de haberse quedado fuera del popurrí de partidos que compusieron el Gobierno técnico de Mario Draghi.
Las mujeres italianas abrazaban a la líder, no a la causa feminista, aunque su victoria fuese una especie de revancha para muchas de ellas. Giorgia Meloni dejó claro en muchas ocasiones que ella creía en la “meritocracia” y que rechazaba las cuotas rosas, lo que le había llevado a Palazzo Chigi era el duro trabajo de trinchera durante casi una década en la irrelevancia de la oposición minoritaria. Algo que nadie puede negarle.
Muy baja participación
Mientras, al otro lado, la desafección de los italianos por sus representantes crecía a pasos agigantados, ella se iba construyendo su perfil anti-establishment. Para hacernos una idea, ya en las Europeas de hace cinco años se tocó el punto más bajo de la serie histórica para renovar el Parlamento Europeo y en las generales del 2022 se llegó al peor dato de la República. Los indicadores demoscópicos apuntan que para este fin de semana se corre el riesgo de que la afluencia no supere ni tan siquiera el 50%.
La afluencia en septiembre de 2022 fue del 63,9%, bajando nueve puntos respecto a la cita de las generales italianas precedente. Este es uno de los puntos que señala la conocida socióloga y filósofa italiana Chiara Saraceno, el de la nula movilización del votante de izquierdas. “Aquí una de sus fuerzas es la debilidad de las alternativas y la capacidad que ha tenido para aprovechar el momento y el lugar adecuados. Y esto es lo que gusta desde un punto de vista femenino que Meloni es, sobre todo, una mujer ganadora gracias a las decisiones astutas que ha hecho en su carrera. Recordemos que fue la ministra más joven de la historia de la República con 31 años”, añade Saraceno.
De hecho, ante el estereotipo de que son más los hombres los que votan a la derecha o a la extrema derecha, en el caso de Meloni no es claramente así. El porcentaje segregado por género que la votó hace año y medio es casi igual. Votaron a Hermanos de Italia en aquel septiembre el 28% de los hombres y el 24% de las mujeres, según el análisis del Instituto Demopolis. El mismo que apuntaba que el 68% de los votantes había decidido votar a Hermanos de Italia por la líder, Giorgia Meloni. La segunda razón, por la que optaron el 60% de los votantes, era por la coherencia que había mantenido durante sus años en la oposición.
“Ella funciona como una locomotora y si ninguno la rebate, tiene una gran capacidad de convencimiento. Tiene la fuerza de comerse la cámara y nadie puede competir en ese momento contra eso”, explica la socióloga. A eso se añade la capacidad de improvisación y el famoso humor romano que tantos le alaban. Hace solo unos días en un encuentro con su archienemigo Vincenzo de Luca, presidente de la región Campania, que le había llamado “capulla” en una conversación informal, luego filtrada, en febrero, la líder de extrema derecha le sirvió su venganza en plato frío. Se acercó a él y le dijo: “Aquí la capulla de Meloni, ¿cómo está?”. Una respuesta que tantos interpretarían como fuera de lugar pero que Italia, por otros tantos, fue apreciada por el arrojo de la ‘premier‘ que, como dice Saraceno, “no se deja pisotear por nadie”. Y ese aspecto de líder innata encaja especialmente con el humor de las italianas.
Cercanía con las mujeres
Además usa un lenguaje muy cercano a la gente que hace que los votantes la consideren “una más”. De hecho, otro episodio que la acercó mucho a las mujeres fue cuando decidió dejar a su expareja, el padre de su hija, Andrea Giambruno, pocas horas después de la filtración de comentarios sexistas en el plató de Mediaset en el que trabajaba.
“Ella es cómplice con los votantes para luchar contra la casta aunque ahora lo haga como primera ministra y eso mantiene su cercanía”, añade la socióloga. Una característica que sabe conjugar perfectamente con un rol institucional adquirido para ser respetada por los líderes internacionales y que ha dado su fruto, por ejemplo, con el conocido acercamiento de Ursula von der Leyen.
“Ella es perfecta para darle certezas al votante que busca que los italianos importen en Europa y para darle, al mismo tiempo, leyes identitarias guiñándole el ojo a quien le vota por sus orígenes políticos”, añade.