El trabajo de Amal Clooney como abogada de Derechos Humanos difícilmente precisa mayor proyección, pero la estrella más reconocible en el firmamento legal ha sumado un nuevo hito a su lustrosa trayectoria, al formar parte del exclusivo panel de seis expertos que han asesorado al fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional (TPI), Karim Khan, quien esta semana agitaba los cimientos del conflicto en Gaza al solicitar una orden de detención contra el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, su titular de Defensa, Yoav Gallant; y tres dirigentes de Hamás.
Clooney, quien pese a su prestigiosa carrera sigue siendo más conocida para la mayoría como la esposa del actor y director George Clooney, aceptó el reto hace más de cuatro meses, cuando el propio fiscal jefe le pidió ayuda para evaluar las evidencias sobre posibles crímenes de guerra y contra la humanidad en Israel y en Gaza. Junto a otros expertos en normativa internacional, entre ellos dos antiguos jueces de la corte de La Haya, y pese a la diversidad de sus perfiles, la conclusión de sus deliberaciones fue unánime: el TPI puede actuar.
La protección de los civiles
A través de la organización fundada en 2016 con su marido, la Fundación Clooney para la Justicia (Clooney Foundation for Justice, su nombre oficial en inglés), la abogada explicó que decidió participar en el panel porque cree “en la ley y en la necesidad de proteger la vida de civiles”. “Como abogada de Derechos Humanos, nunca aceptaré que la vida de un niño tiene menor valor que la de otro. No acepto que ningún conflicto pueda ir más allá de la ley, ni que ningún responsable pueda estar por encima de la ley, así que apoyo este paso histórico que ha tomado el fiscal del Tribunal Penal Internacional para garantizar justicia a las víctimas de las atrocidades cometidas en Israel y Palestina”, declaró.
Con todo, en un editorial en el diario británico Financial Times, los seis expertos aclaran que los cargos “no tienen nada que ver con los motivos del conflicto”, sino con cómo se están empleando métodos que “violan las reglas establecidas desde hace tiempo en la ley internacional”, una denuncia recurrente en la trayectoria de Amal Clooney, cuyo apellido de casada supone un arma de doble filo.
Tribunales y alfombras rojas
En su trabajo cotidiano, la abogada de nacionalidad libanesa y británica (se mudó a Reino Unido con dos años de edad, cuando su familia escapó de la guerra civil en su país) lidia con el TPI, o la Corte Europea de Derechos Humanos; es profesora adjunta en la facultad de Derecho de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) y, a través de la institución creada con su marido, facilita apoyo legal gratuito a víctimas de abusos contra los Derechos Humanos. Pero es precisamente su unión con el ganador de un Oscar por ‘Syriana’ lo que la ha catapultado a una dimensión de fama que le ha permitido llamar la atención sobre causas que, sin el hechizo que proyectan como una de las parejas más influyentes de Hollywood, hubiesen permanecido en la oscuridad.
Consciente de que despierta más interés por su estatus de celebridad que por su verdadera profesión, la abogada anteriormente conocida como Amal Alamuddin ha hecho del defecto virtud y aprovecha su condición de estrella para fusionar dos universos aparentemente contrapuestos. Su asombrosa capacidad para lucir vestidos de alta costura con la misma naturalidad con la que se enfunda una toga forma parte de la excepcional sinergia que generan los Clooney: ella lo apoya en los proyectos cinematográficos en los que él se embarca, centrados cada vez más en el aspecto creativo, asumiendo la dirección y la producción desde la concepción misma de sus películas; y él, con su mera presencia en las iniciativas promovidas por ella, se asegura que de estas recaban un interés mediático que, de otra manera, apenas generarían cobertura.
El contraste entre las dos facetas públicas de Amal Clooney, la de reputada abogada internacional y la de celebridad casi a la misma cota que su famoso marido, produce una inusual alquimia que le permite desenvolverse en una alfombra roja con la misma soltura que en un tribunal. Clooney ha sabido maximizar el brillo imbuido por la notoriedad de su pareja sin perjudicar su prestigio profesional en el correoso universo legal; manteniendo un nivel de vida al alcance de una ínfima minoría, con mansiones en Nueva York, Italia y Francia; y logrando lo imposible en la estratosfera de la fama en la se mueven: garantizar la privacidad de sus hijos, los gemelos Alex y Ella, de casi 7 años.
Genocidio yazidí
La actividad de Amal Clooney como abogada internacional la ha llevado a lugares del planeta donde los atentados contra los Derechos Humanos son sistemáticos, como el primer y hasta ahora único proceso contra miembros del Estado Islámico por el genocidio contra los Yazidis; el genocidio armenio, o el de Darfur, en Sudán, donde llevó el caso de 126 víctimas ante el TPI.
También ha liderado la plataforma legal de Responsabilidad por los Crímenes Cometidos en Ucrania, establecida a petición del propio Gobierno ucraniano para garantizar justicia para quienes han sufrido las atrocidades de Rusia en el conflicto y habitualmente representa a presos políticos en todo el mundo, lo que le ha permitido garantizar la liberación de numerosos periodistas, una dedicación que en 2020 le valió el Premio Gwen Ifill, otorgado por el Comité para la Protección de Periodistas.