La premio Nobel de la Paz ucraniana Oleksandra Matviichuk tiene un sueño: que su trabajo al frente del Centro para las Libertades Civiles, la organización desde la que lleva años documentando las atrocidades rusas en su país, deje de ser necesario, al menos, en la forma actual. Pero hasta que llegue ese día, la abogada que en 2022 recibió el prestigioso galardón noruego junto a la plataforma rusa Memorial y el activista bielorruso Ales Bialiatski continuará con la infatigable misión que había iniciado antes incluso de la invasión a gran escala ordenada por Vladimir Putin, que este 24 de febrero alcanza su trágico tercer aniversario.
En estos tres años, el Centro para las Libertades Civiles ha documentado más de 81.000 crímenes, una cantidad que, pese a descomunal, “tan solo es la punta del iceberg”, según cuenta Matviichuk en conversación con Artículo14 en Londres. “Los crímenes de guerra son la táctica de Rusia: inflige deliberadamente un dolor terrible a los civiles para romper la resistencia de las personas y ocupar el país”, explica de manera pausada, con una emoción escrupulosamente controlada.
Objetivo del Ejército ruso
Afincada en Kiev, a pesar de figurar desde el principio en la lista de objetivos del Ejército ruso, esta abogada de Derechos Humanos es consciente de la nueva dimensión adquirida por el conflicto tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, así como de la amenaza que la línea dura de Washington supone para Europa. “La gente en la Unión Europea está a salvo únicamente porque los ucranianos estamos luchando todavía y no estamos dejando a Rusia ir más allá”, avisa al Viejo Continente, al que advierte también de que “Putin ve en Ucrania un mero puente para Europa”.
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La ucraniana Oleksandra Matviichuk, premio Nobel de la Paz (Center for Civil Liberties)
Con todo, frente a la negociación en torno a minerales (Estados Unidos reclama a Kiev reparaciones colosales por el apoyo prestado y demanda, entre otras cosas, acceso a sus recursos e infraestructuras), adjudicación de territorio o concesiones para el alto el fuego, la activista ucraniana, de 41 años, insiste en que “es necesario devolver la dimensión humana a las conversaciones de paz”. “Siempre es fácil hablar de política, pero es más difícil abordar los aspectos reales”, declara con aplomo, fruto de la experiencia y de un compromiso inquebrantable para impedir que el sufrimiento en Ucrania caiga en el olvido.
Qué será de los niños deportados
Como evidencia su trabajo sobre el terreno, la lista de ejemplos es sobrecogedora: “Qué va a pasar con los miles de niños ucranianos que han sido ilegalmente deportados a Rusia; qué va a ocurrir con los miles de civiles ilegalmente arrestados y sujetos a torturas terribles; qué va a ser de las miles de mujeres que han tenido que permanecer en áreas ocupadas por los rusos y que han sufrido violaciones”. De todas las transgresiones, Matviichuk considera la violencia sexual “el crimen más oculto” y asegura que, en el caso del Ejército ruso, “es parte de la cultura”.
“Es un crimen muy delicado, porque, a través de la individualidad, Rusia ataca a la comunidad en su conjunto: las víctimas sienten vergüenza, su círculo siente culpa por no haber podido pararlo y otros miembros de la comunidad sienten miedo, porque saben que pueden sufrir el mismo trato”. “Esta compleja mezcla de emociones reduce la conexión social entre las personas y ayuda a Rusia a ejercer mayor control sobre los territorios ocupados”, censura.
Atrocidades documentadas sin castigo
Y es que más allá de cómo se resuelva el enfrentamiento, lo que más preocupa a Oleksandra Matvhiichuk es lo que define como el “vacío de responsabilidad”, el hecho de que no haya un mecanismo formal que permita imputar a Putin y a sus aliados por el crimen de la agresión: “Es un problema, porque todas las atrocidades que hemos documentado son el resultado de la decisión de estos líderes de comenzar esta guerra sangrienta. No se trata solo de Ucrania, si queremos evitar que vaya a peor en el futuro, tenemos que castigar este tipo de agresión. La impunidad lleva a que un mal sin castigar no haga más que crecer”.
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Oleksandra Matviichuk investiga los crímenes de Rusia en Ucrania (Center for Civil Liberties)
La incansable activista habla de la “obligación de romper esta cadena, no solo para garantizar justicia a las personas que han sufrido los crímenes, sino para impedir un nuevo ataque de Rusia a un nuevo país”. En su opinión, la única paz posible tendrá que ser “sostenible y justa”, una concepción que implica, necesariamente, rendir cuentas, porque, “durante décadas, Rusia ha cometido crímenes espantosos, no solo en Ucrania, sino en otras partes del mundo, y sus dirigentes nunca han sido castigados, creen que pueden hacer lo que quieran”.
Matviichuk: “Putin no ha renunciado a su objetivo”
Asimismo, la paz requerirá, forzosamente, de la implicación de la comunidad internacional, a la que Matviichuk pide “garantías de seguridad verdaderas, que hagan la meta de Putin imposible”. “Putin comenzó esta guerra no porque quisiera ocupar una parte de Ucrania, sino porque desea ir más allá: cree en la restauración por la fuerza del imperio ruso y, tras tres años de guerra a gran escala, no renuncia a su objetivo”, declara, por lo que demanda “que se garantice que el imperio ruso deja de intentar expandirse”.
Para lograrlo, la premio Nobel apunta a dos áreas: la adhesión de Ucrania a la OTAN, una ambición anatema en Moscú, y a medio plazo, propuestas alternativas para “diseñar un completo sistema de medidas disuasorias y de reacción”. El principal impedimento, según ella, es que “faltan los instrumentos y la voluntad política”, si bien ella mira al futuro “con optimismo, porque la historia de la humanidad nos enseña que los regímenes totalitarios colapsan y sus líderes, que se creen intocables, comparecen ante los tribunales”.