En el norte de Israel se siente cierto alivio, aunque muchos dudan de la viabilidad de la tregua alcanzada con Hizbulá para terminar con más de 14 meses de guerra. Las sirenas antiaéreas, que retumbaban a diario desde la bahía de Haifa hasta la Galilea por el incesante lanzamiento de proyectiles o drones desde el Líbano, dejaron de sonar este miércoles. Pero la israelí Orly Felman, residente de Kfar Szold -un kibutz cercano a la frontera- siente que “han vuelto a vender nuestra seguridad por intereses políticos”.
Con más de 3.800 muertos en el Líbano por los ataques israelíes, y unos 100 soldados y civiles muertos desde que Hizbulá empezó a disparar a territorio israelí el 8 de octubre de 2023, las autoridades de ambos países aceptaron los parámetros del alto al fuego mediado por Estados Unidos y Francia. Se trata de una tregua inicial de 60 días, en la que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se comprometieron a retirarse gradualmente de territorio libanés. Hizbulá debería retirarse al norte del río Litani -compromiso que incumplió tras la guerra de 2006-, y el ejército del Líbano mandará más soldados para intentar mantener la calma en la región fronteriza. Si se mantiene la calma durante dos meses, la tregua pasaría a ser permanente.
La destrucción de Hizbulá
El Ejército libanés, junto a los cascos azules de la ONU, deberían hacer cumplir los parámetros del acuerdo, que será supervisado por Washington y París. No obstante, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ya anticipó que Israel actuará si efectivos de Hizbulá se asoman cerca de la frontera. Con los últimos bombardeos sobre Beirut y el sur del Líbano, las FDI lograron destruir gran parte de los arsenales del grupo chií, así como liquidar a gran parte de su liderazgo político y militar.
Horas después de la entrada en vigor del cese de hostilidades, miles de civiles libaneses empezaron a volver a sus poblados arrasados al sur del país. Algunos, portando banderas del grupo chií proiraní y haciendo señales de victoria. “Ya fueron avistados hombres de Hizbulá en Kfar Kila, que está pegado a Metula (pueblo más al norte de Israel). Ya están violando el acuerdo, y está por ver cómo responderá Israel”, comenta Felman a Artículo14 desde su residencia temporal en Tel Aviv.
Disconformidad con Netanyahu
Esta israelí, como la mayoría de los alcaldes de la zona, muestran su disconformidad con el gobierno de Netanyahu. Creen que con la guerra no se lograron los objetivos fijados, y que en las circunstancias actuales los más de 60.000 israelíes desplazados no sienten seguridad para volver a sus casas. “Debería haberse asegurado una zona estéril junto a la frontera, nadie nos garantiza que Hizbulá no vuelva a rearmarse. No confió en los cascos azules, ni en el Ejército libanés o la comunidad internacional. Pero en Israel hay una obsesión por el concepto de la calma”, cuenta esta madre de dos gemelos. Una “calma” temporal, que no garantiza una paz duradera.
Dados los precedentes, Felman cree que en breve se reanudará el envió de armamento iraní hacia el Líbano -vía territorio sirio-, por lo que no está convencida de volver con sus hijos al kibutz. Tras la invasión terrestre israelí, se descubrió la magnitud de los planes de Hizbulá, que preparaba una invasión sorpresa de una envergadura mayor al ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023. Las FDI revelaron múltiples túneles cavados, almacenes de armamento y lanzaderas de misiles preparadas para conquistar el norte de Israel.
¿Y los rehenes?
Para Felman, se debería haber logrado un acuerdo regional más amplio, que incluyera la tregua en Gaza que permitiera liberar a los 101 rehenes israelíes, secuestrados por Hamás hace más de 420 días. “El Gobierno prioriza sobrevivir políticamente. Ministros radicales sueñan con fundar colonias en Gaza, así que no me extrañaría que dieran luz verde a la tregua en el Líbano a cambio de asegurarse la reocupación permanente de la Franja”, considera. En las últimas semanas, se reveló que el ejército israelí está edificando infraestructuras permanentes en el enclave costero, y analistas señalan que podría ser el preludio a la creación de asentamientos judíos.
La residente del norte cree que Israel aceptó el acuerdo porque “nuestros soldados están exhaustos y la munición se agota, por lo que no quedaba más opción”. Tras más de un año de guerra abierta en todos los frentes, muchos reservistas de las FDI fueron llamados a filas por cuarta vez, dejando atrás a sus familias y sustentos económicos.
Preocupación en el norte
Pese a que no caen proyectiles en la zona, entre los vecinos de Kfar Szold cunde la preocupación. Si bien en Tel Aviv y el centro del país se agradece la tregua porque supone que la gente no deberá refugiarse -la rutina de guerra se da por terminada-, “quien entiende el panorama del norte sabe que el problema no está resuelto. Muchos tememos volver”. En el entorno de Felman, la mayoría esperará unas semanas para comprobar el desarrollo de la situación.
Muchos desalojados del norte empezaron una nueva vida, con trabajos y escuelas de los niños en el centro de Israel. “Ahora estamos en pleno curso, por lo que no es tan fácil levantarnos y volver. Además, el norte está arrasado: hay poblados con casas destruidas, infraestructuras afectadas y negocios cerrados. Tomará al menos un año recuperar la normalidad”, vaticina.
Por ahora, espera que las FDI logren asegurar la calma y que no ocurran sorpresas al otro lado de la frontera. “No nos apresuramos a volver, primero hay que reconstruir la confianza, que está muy dañada”, lamenta. No confía en Netanyahu y su coalición, que prosigue su deriva autoritaria con ataques a medios de comunicación y nuevas leyes para lastrar la independencia del sistema judicial. “Todos los responsables que permitieron que ocurriera el 7 de octubre y esta guerra deberían ir a prisión, y no seguir liderando el país. Debe entrar gente nueva”, exige Felman.