Los oaxaqueños comen grillos y hormigas voladoras a las que llaman “chicatanas”. Lo sabe el mundo que ha volcado la atención en la cultura culinaria de México desde que se convirtió en Patrimonio Intangible de la Humanidad en una declaración de la ONU en 2012, pero comerse perros y gatos…
“¡Jamás!”, advierte Reyna Sánchez, emigrante nacida en la comunidad de San Bernardo, Oaxaca y actualmente residente en Columbus, Ohio. Su casa se encuentra a 72 kilómetros del epicentro del debate nacional que el candidato republicano Donald Trump llevó a Estados Unidos al declarar que los emigrantes de Springfield se comen a esas mascotas de los residentes locales.
El rumor de esta información surgió el pasado 6 de septiembre, de acuerdo con un rastreo que realizó la agencia de información AP: apareció en la red social X la imagen de una supuesta publicación de Springfield que hablaba de que la “amiga de la hija del vecino” de la persona que vio un gato colgado de un árbol para ser masacrado y comido.
El post afirmó sin pruebas que los haitianos vivían en la casa donde ocurrieron los hechos y estaba acompañada de una fotografía de un hombre presuntamente haitiano que llevaba lo que parecía ser un ganso por las patas.
Trump retomó el runrún y lo llevó al debate con la candidata demócrata Kamala Harris para golpear así las políticas de acogida del presidente Joe Biden que apuntaló la reactivación de la economía post pandemia con millones de inmigrantes.
“Nos podría perjudicar”
Aunque en Springfield la mayoría de los nuevos residentes son haitianos (alrededor de 15.000 de los 20.000 que ha acogido la ciudad), lo cierto es que los prejuicios y descalificativos contra la migración podrían “agarrar parejo”, reconoce Reyna Sánchez. “Si de por sí nos ven como violentos y agresivos, lo que dijo Trump podría perjudicar”, comenta en entrevista telefónica con Artículo14. “Dijo eso de la comida porque hay mucho desconocimiento de la cultura de los migrantes, piensan que como comemos bichitos (insectos), podemos comer cualquier cosa”.
Por suerte, diversos medios de comunicación locales y nacionales en Estados Unidos, se han encargado de desmentir a Trump quien, acorralado, evolucionó el discurso desde un falso a una intimidación: “Haremos grandes deportaciones en Springfield, Ohio”, dijo en una rueda de prensa en su complejo de golf en Los Ángeles el viernes.
De la apertura al qué dirán
Aunque el estado de Ohio no había sido de los más receptivos del país en el tema migratorio, la caída en su sector manufacturero hacia fines del siglo pasado, empujó a los empleadores a recibir a inmigrantes. De esta necesidad se enteraron los padres de Reyna y para allá fueron con sus doce hijos. Ella tenía seis años cuando se estableció en los fríos paisajes de Columbus, donde aprendió el inglés y otras habilidades de la educación básica y media hasta que los progenitores decidieron regresar a Oaxaca. “Yo tenía 16 años y estaba muy apegada a mi mamá y por eso decidí volver con ellos”, recuerda.
Allá se hubiera quedado, pero madre y padre murieron, la economía ya no alcanzó en su trabajo de niñera o vendiendo tacos y así fue para Ohio, donde viven ocho de sus hermanos. Encontró empleo en un restaurante de comida italiana. Empezó lavando platos y hoy es jefa de área. “Quiero crecer más en este mundo de la cocina”, reconoce. “Sé que puedo y no he sentido que mi origen mexicano afecte, en realidad no hay tanto racismo”.
El Índice Anual de Ciudades en Estados Unidos de la organización no gubernamental New American Economy ubicó que algunas de las ciudades del medio oeste que se están volviendo más acogedoras para los inmigrantes se encuentran en Ohio. Entre ellas Cleveland, Ohio, Cincinnati y Springfield, por arriba de otras con más tradición como Seattle, Detroit, Fremont y hasta Oakland. En 2022, oficialmente se reconoció que el 4,9% de los residentes del estado nacieron en el extranjero, representan el 6,1% de la fuerza laboral mientras el 2,4% de sus residentes nacidos viven con al menos un padre inmigrante.
Salvo porque no se puede sacar la licencia de conducir sin la documentación oficial, Reyna no ha tenido problemas para hacer su vida en Columbus: pudo rentar un departamento, los servicios de agua, luz y teléfono; trabajar, desplazarse, ir de compras. Nunca ha recibido un insulto de xenofobia en la calle y, en el trabajo, se resume en las declaraciones de la gerente en contra de los mexicanos varones.
Contra los prejuicios
“Aquí no van a venir a tratar a la mujer como si fuera objeto”, advierte. Reyna dice que le molesta escuchar estos comentarios porque son más prejuicio que otra cosa. Como los indocumentados suelen ser deportados por violencia doméstica, tratan de evitar roces con las mujeres. “No me parece que diga que todos son agresivos”.
Por lo demás, confía en que todo vuelva a la armonía después del discurso de Trump que, por otro lado, ha servido para que se inyecte más dinero al estado desde la federación y más policías. “Solo queda el miedo de que te detengan, te pidan documentos y, al no tenerlos, te deporten, pero confiamos en que no ocurrirá, como en todos estos años”, concluye Reyna.