Donald Trump gobierna a base de declaraciones. Un golpe de efecto tras otro. Sin tregua, sin descanso. Quiere acaparar todos los focos, y de momento la estrategia le está funcionando. Pero lo visto y oído ayer en la Casa Blanca traspasó quizá sus propios límites. El presidente de Estados Unidos aparcó por un momento el capítulo de los aranceles contra México, Canadá y China para recibir en el Despacho Oval a Benjamin Netanyahu con el objetivo de discutir la evolución del acuerdo de alto el fuego en Gaza y la gobernabilidad de la Franja el día después de la guerra. Era previsible que ambos líderes exhibieran su total sintonía sobre esta cuestión, que cerraran filas. Pero pocos esperaban que Trump fuera un paso más allá y reclamara para sí el control del enclave palestino. Un hecho insólito.
“Estados Unidos tomará el control de la Franja de Gaza y haremos un gran trabajo allí. Será nuestra responsabilidad desmantelar todas las bombas sin explotar, nivelar el terreno, deshacernos de los edificios destruidos y allanar el área para impulsar un desarrollo económico que genere una cantidad ilimitada de empleos y viviendas para la población”, declaró en rueda de prensa el presidente de Estados Unidos ante la atenta mirada de Netanyahu.
El republicano amplió de súbito sus ambiciones territoriales. Canadá, Groenlandia, el Canal de Panamá y ahora Gaza. Trump contempla una “posición de propiedad a largo plazo” de la Franja por parte de Estados Unidos, pero confesó que quiere controlar una Gaza sin gazatíes: “No creo que la gente deba volver a Gaza. He oído que en Gaza han tenido muy mala suerte. Viven como en el infierno. Viven como si vivieran en el infierno. Gaza no es un lugar para que la gente viva, y la única razón por la que quieren volver, y lo creo firmemente, es porque no tienen alternativa”.
En este sentido, Trump reiteró la propuesta de deportar a Egipto y Jordania a los más de dos millones de palestinos que residen en la Franja. Un “resentimiento permanente”, según sus palabras, una limpieza étnica, según el derecho internacional, que tanto Egipto como Jordania, con el apoyo de otros países de la región como Qatar, Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí, han rechazado de plano esta semana.
“Quiero decir, están ahí porque no tienen alternativa. ¿Qué es lo que tienen? Ahora mismo es un gran montón de escombros. No sé cómo pueden querer quedarse. Es una obra de demolición. Es un sitio de pura demolición”, insistió Trump frente al sonriente Netanyahu, uno de los principales responsables de que Gaza haya quedado hoy sepultada bajo los escombros.
El primer ministro israelí se limitó a decir que los planes de Trump dibujan “un futuro diferente para ese trozo de tierra” al que “merece la pena prestar atención”. “La victoria de Israel será la victoria de Estados Unidos. No solo ganaremos la guerra trabajando juntos, sino que ganaremos la paz con su liderazgo, señor presidente, y nuestra asociación”, añadió Netanyahu, que esbozó una vez más sus tres objetivos principales en el enclave palestino: “Destruir las capacidades militares y de gobierno de Hamás, asegurar la liberación de todos nuestros rehenes y garantizar que Gaza nunca más represente una amenaza para Israel”.
Más de quince meses de guerra ininterrumpida y 47.000 muertos después, Israel no ha cumplido ninguna de sus metas.
Promotor inmobiliario
Desde que regresó a la Casa Blanca, Trump se ha pronunciado sobre la guerra en Gaza –o directamente sobre Gaza– más como un promotor inmobiliario que como el presidente de Estados Unidos, cuyo papel como mediador en el conflicto se ha descubierto determinante para alcanzar acuerdos.
En su primer día en el Despacho Oval, Trump confesó que no estaba “seguro” sobre la implementación de la tregua en Gaza y deslizó que el enclave palestino “tiene que ser reconstruido de una manera diferente”. Ayer habló de forma explícita sobre convertir a la Franja en “la Riviera de Oriente Próximo” y crear allí “miles y miles de puestos de trabajo”. Aseguró llevar “un montón de meses” siguiendo “de cerca” las condiciones de Gaza.
La reconstrucción bajo control estadounidense de la Franja de Gaza, un enclave que los palestinos anhelan como parte de un futuro Estado independiente, además de Cisjordania y Jerusalén Este, “podría ser el inicio de una paz más amplia y duradera que ponga fin de una vez por todas al derramamiento de sangre y la violencia”, subrayó Trump.
Hamás dice no estar dispuesto a permitirlo, sin embargo. “Nuestro pueblo en Gaza no permitirá que se lleven a cabo estos planes. Lo que se necesita es el fin de la ocupación y la agresión contra nuestro pueblo, no expulsarlo de su tierra”, expresó el portavoz de la organización islamista palestina, Sami Abu Zuhri, que describió la propuesta como “una receta para crear caos y tensión en la región”.
Según el diario israelí Walla, Netanyahu viajó a Washington para trata de convencer a Trump de la necesidad de modificar los términos de la segunda fase del acuerdo de alto el fuego con Hamás, que contemplan la retirada total de tropas israelíes de Gaza y la liberación de los rehenes que siguen con vida. Un paso necesario para mantener en pie la coalición de gobierno con la extrema derecha kahanista, dado que el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, amenazó a Netanyahu con abandonar el gabinete en caso de que las fuerzas israelíes salieran de Gaza.
Trump: The US will take over the Gaza Strip… we’ll own it pic.twitter.com/W0mEQzIUut
— Acyn (@Acyn) February 5, 2025
La normalización con Arabia Saudí, en el horizonte
Otro de los objetivos de Netanyahu en su visita a la Casa Blanca era avanzar en el proceso de normalización de relaciones con Arabia Saudí, una conquista diplomática que cambiaría el equilibrio de alianzas en Oriente Próximo. En la rueda de prensa posterior a la reunión con Trump, el primer ministro israelí deslizó en este sentido que “la paz entre Israel y Arabia Saudí no solo es factible, creo que va a suceder”. “Creo que no se puede prejuzgar ni adivinar de antemano cómo lo lograremos, pero estoy comprometido a lograrlo”, confesó.
Será necesaria la implicación de Trump, pero las declaraciones del presidente de Estados Unidos sobre el futuro de la Franja de Gaza no sentaron bien en Riad. Minutos después de que finalizara la rueda de prensa conjunta en Washington, Arabia Saudí dejó claro a través de un comunicado que no establecerá relaciones diplomáticas con Israel a menos que se establezca un Estado palestino independiente con Jerusalén Este como capital. Esa premisa es innegociable.