Tres años de guerra

Mujeres que dieron un paso al frente (de combate) en Ucrania

Desde que Rusia empezó la guerra a gran escala, el dolor y la destrucción que han vivido los ucranianos ha traspasado fronteras. Pero también se han producido cambios sociales dentro del país que han cambiado el papel de las mujeres. Uno de los más importantes ha sido normalizar su presencia en el Ejército

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Marina Panasenko comandante de la Defensa Aérea Territorial (María Senovilla) María Senovilla

En estos momentos hay 68.000 mujeres en las filas del Ejército ucraniano. Una cifra que sigue creciendo, a pesar de que la ofensiva rusa se ha intensificado y las batallas son cada vez más duras. Según la Secretaría de Estado del Ministerio de Defensa, Liudmyla Darahan, sólo en el último año se han sumado 2.500 más.

No parece un número muy elevado, si tenemos en cuenta que hay más de un millón de personas movilizadas por las Fuerzas Armadas, pero en el caso de las mujeres cabe destacar que ellas no están sujetas a ninguna Ley de Movilización, y las que deciden alistarse lo hacen de manera voluntaria.

Mismas obligaciones que los hombres

Eso sí, una vez que firman el contrato con el Ejército de Ucrania, están sujetas a las mismas obligaciones que ellos, y sólo pueden renunciar –si así lo desean– en caso de embarazo o enfermedad. Por lo que, dar este paso, supone no saber cuándo podrán dejar de vestir el uniforme militar y volver a la vida civil.

Aun así, cada vez son más las que dan un paso al frente; y los perfiles de cada una de ellas son tan variados como las historias que tienen detrás. Tres de estas mujeres, que hoy visten el uniforme militar, cuentan su historia para Artículo14 cuando se cumplen tres años de una invasión que ha cambiado su vida y la de millones de personas.

Comandante de la Defensa Antiaérea

“Es necesario comenzar hablando del inicio de la guerra para entender mi historia”, dice Marina Panasenko. “Yo era administradora de un complejo residencial en la provincia de Kiev cuando empezó todo”, prosigue.

Aún no ha amanecido, y la conversación con Panasenko discurre tras una fría noche de guardia en su posición de combate. La unidad de Panasenko pertenece a la Defensa Aérea Territorial y protege una infraestructura crítica de energía de la región de Kiev. Ella es la comandante de esa posición, y de otras tres más, repartidas en la zona. Y su trabajo es abatir los drones suicidas Shahed que Putin lanza contra las ciudades ucranianas a diario.

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La comandante Panasenko junto a los miembros de su unidad de la Defensa Aérea Territorial tras una noche de guardia (María Senovilla)

“Cuando comenzó la invasión, lo primero que decidimos mi marido y yo fue llevar a nuestros hijos a Cherkasy, a casa de mis padres. Fue uno de los momentos más duros de mi vida, porque no sabía si los iba a volver a ver”, recuerda. “Pero yo tenía que volver al lugar donde trabajaba, porque los residentes también necesitaban ayuda en esos momentos”.

“Viví en mi oficina durante un tiempo, hasta que me instalé con unos residentes del complejo, que estaba muy cerca de Bucha. No podíamos salir de ahí, las carreteras estaban cortadas y las tropas de ocupación se quedaron muy cerca”, relata.

Pero cuando el cerco de Kiev terminó y las tropas rusas se retiraron de allí, Panasenko y su marido no pudieron quedarse en la “vida civil” sin hacer nada para ayudar a Ucrania. “Nos incorporamos a la Defensa Territorial, y estuvimos ahí hasta que se formaron las Defensas Aéreas Territoriales en octubre de 2023. Desde entonces, ambos trabajamos en ellas”, resume Marina.

No puedes ser ‘completamente civil’ en mitad de la guerra

“Aún hoy se me hace duro separarme de mis hijos cada vez que voy a trabajar”, reconoce cuando le pregunto qué es lo más difícil para alguien que no tenía experiencia militar previa. “No dejas de pensar en ellos, en sus problemas cotidianos, pero a la vez tienes que hacer tu trabajo y pensar en cómo contrarrestar las tácticas enemigas todo el tiempo”.

“Cuando haces este trabajo, ya no puedes ser ‘completamente civil’ ni siquiera los días que estás en casa”, asegura. “Estás alerta todo el tiempo, pendiente de las alarmas antiaéreas, de si hay ataques y de cómo estarán tus compañeros en el frente esa noche que no estás tú”, añade.

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Marina Panasenko en su posición de combate la Defensa Aérea Territorial de Kiev donde hacen turnos de 24 horas (María Senovilla)

Cuando ascendió a comandante fue un momento muy importante para ella. “Por una parte pensé que era lógico: soy una persona muy responsable, estoy acostumbrada a gestionar y siempre me aseguro de hacer todo lo posible para llevar a cabo de la mejor manera cualquier tarea que asumo”, reflexiona.

“Sin embargo, ese momento también te lleva a pensar en que todavía existen profesiones consideradas como femeninas y como no femeninas; y cuando estás en una profesión que no es tradicionalmente femenina, puede ser difícil”, confiesa. “Quizás necesites algún tiempo para encontrar tu lugar en este proceso”.

Ella encontró su lugar protegiendo el cielo de Ucrania y, viendo el respeto con el que la tratan los 35 hombres que tiene bajo su mando, queda claro que ha estado a la altura de las exigencias del puesto.

Brigadas de asalto

Son miles las mujeres sin experiencia militar previa que se unieron a las Fuerzas Armadas de Ucrania después del 24 de febrero de 2022. Pero también son muchas las que ya estaban en el Ejército cuando comenzó la invasión a gran escala.

Es el caso de Khristina Kudriova. “Empecé mi carrera en 2013 en Ivano-Frankivsk y en 2015 entré en el programa de formación de oficiales en Járkiv, donde estudié durante más de cinco años”, recuerda. “Después de eso me incorporé a la Brigada de la Guardia Ofensiva Rubizh”.

“Fui comandante adjunta de una batería de morteros, y después me convertí en comandante de un grupo de apoyo al combatiente”, explica, resumiendo un brillante expediente militar sin hacer aspavientos. Pero a pesar de su experiencia, reconoce que los primeros días de la invasión fueron muy complicados también para los militares de carrera.

“Mi unidad trabajaba en la ciudad de Gostomel, y estuvo en centro de las hostilidades desde el primer día”, explica. “No había absolutamente nada de logística: durante aproximadamente un mes nos las arreglamos con cosas civiles que encontrábamos en casas que ya estaban destruidas”, narra.

Ser mujer en primera línea

Después de Gostomel, su unidad fue enviada a Chasiv Yar –uno de los puntos más negros del frente del Dombás– para hacer misiones de combate allí. Apenas había mujeres en ese frente durante los primeros meses de la guerra. Y la logística tampoco estaba preparada para ellas. Kudriova asegura que no fue fácil al principio.

“Cuando llegué, mi comandante me preguntó: ‘¿Cómo te cambiarás de ropa?’, y yo respondí ‘de la misma manera que tú te cambiarás de ropa –recuerda–, pero es un proceso que hay que nivelar, y entender de qué forma se puede hacer para que sea cómodo para todos”.

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La comandante Kudriova en Kiev donde colabora con Arm Women para desarrollar uniformes militares adaptados al cuerpo de la mujer (María Senovilla)

El Ejército ucraniano ha dado muchos pasos desde entonces para adaptarse a las necesidades específicas de las mujeres que se incorporan a sus filas –y que cada vez son más necesarias, tras tres años de combates en los que decenas de miles de efectivos han causado baja–.

De las 68.000 ucranianas que forman parte del Ejército, unas 5.000 están desplegadas en zona de combate. Como Kudriova. Y es imposible no preguntarle “¿qué es lo más duro?” de estar cara a cara con las tropas rusas.

“Lo más difícil para mí no tiene que ver con las dificultades físicas: mi mejor amigo, mi compañero de armas, fue apresado junto con su unidad cerca del pueblo de Rubizhne; y pudimos escuchar las emisiones de radio del enemigo informando cómo los habían capturado y lo que les estaban haciendo”, relata.

“Decían que habían capturado a un grupo, que había un oficial allí y que le iban a cortar la cabeza. Y el darme cuenta de que hablaban de mi amigo y de los otros chicos de nuestra unidad, y de que había una alta probabilidad de que realmente estuvieran abusando de ellos… fue probablemente uno de los momentos más difíciles de mi vida”.

No mostrar tus emociones

“Después de aquello, hubo muchas situaciones difíciles… perdimos a nuestros hermanos, y cuando ves sangre en tus manos en el momento en que tienes que evacuarlos, y no puedes hacer más por ellos, te duele. Comprendes que eres impotente en esta situación, pero no puedes llorar, no puedes mostrar tus emociones de ninguna manera”, continúa Kudriova.

“Cuando eres comandante de grupo, tienes que hacer tu trabajo y dar fuerzas a otras personas que están a tu lado. Tienes que decirles que tenemos que seguir trabajando por los que están vivos”, añade.

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La comandante Kudriova (Cedida)

“Probablemente, las pérdidas y el cautiverio son las historias más difíciles de la guerra. La guerra no daría tanto miedo si no tuviéramos estos dos elementos, porque si alguien cae herido pero sobrevive, se puede rehabilitar y volver a su vida poco a poco… pero cuando pierdes a las personas, muy a menudo no sabes cómo llenar ese vacío”, zanja.

En los trabajos de evacuación del frente de combate de los que habla Kudriova es donde se ven más mujeres de uniforme. Médicas y paramédicas, con un arrojo que es difícil de describir, porque para ser capaz de salvar vidas bajo fuego enemigo –por mucho que hayas estudiado y practicado en un aula– hay que estar hecho de una pasta especial.

En muchos casos son mujeres que ya trabajaban en el sector sanitario antes de la guerra, y que han decidido que es precisamente en medio de la guerra donde más útiles pueden ser. Es el caso de “Tigris”, una joven de 25 años que trabaja en primera línea en el frente de Donetsk.

Tigris es su nombre de combate, pero nos pide que no publiquemos su fotografía ni su nombre civil, porque los sanitarios que trabajan en el frente se han convertido en un objetivo de las tropas rusas.

Con la legión internacional

A pesar de su edad, Tigris tiene más experiencia en emergencias sanitarias que otros paramédicos más mayores. “Yo estudié Económicas, pero después me formé para trabajar como voluntaria en una moto-ambulancia en Kiev”, explica. La organización pública en la que trabajaba se dedicaba a prestar asistencia médica en accidentes de motocicleta.

“Como nosotros también íbamos en moto, llegábamos muy rápido”, dice mientras muestra en la pantalla de su teléfono fotografías suyas, de antes de la guerra, a lomos de su moto-ambulancia. Tigris continuó trabajando con su moto-ambulancia cuando empezó la invasión rusa, pero entonces lo que atendían era heridas causadas por los bombardeos contra la población civil.

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Las mujeres ucranianas que luchan en el frente

La Legión Internacional la reclutó nueve meses después. “No estaba obligada a alistarme, por supuesto, pero cuando me lo propusieron yo quise hacerlo: yo quise ayudar a mi país porque tenía la experiencia necesaria para hacerlo y porque ser mujer no es un impedimento”, afirma.

“Por supuesto mi familia me apoya y yo los extraño mucho, porque durante estos dos años sólo he tenido vacaciones cortas”, responde al preguntarle cómo afecta este trabajo a su vida personal. “Seré honesta, esto depende de un cierto nivel de salud mental, pero el hecho de que mi familia esté en un lugar lejano es una gran motivación para no dejar que los rusos se acerquen a ellos”.

“En los últimos dos años he trabajado en Donetsk y Járkiv, y he vivido experiencias que difícilmente voy a olvidar”, reconoce. “Algunas son muy duras, porque evacuamos a muchos heridos sin extremidades, otros con heridas bastante graves… pero te concentras en detener las hemorragias masivas y aseguran la permeabilidad de las vías respiratorias, para que lleguen con vida al punto de estabilización lo más rápido posible”.

Luchar contra los enemigos del mundo civilizado

“Lamentablemente, la mayoría de los combatientes no tienen mucho tiempo para leer las noticias políticas al detalles, pero existe la sensación de que nos han vendido y de que intentarán congelar este conflicto”, expresa Tigris cuando la pregunto si el contexto político internacional de los últimos días les afecta a la hora de hacer su trabajo en el frente.

“Esto no se puede permitir bajo ninguna circunstancia, porque debilitaría a Ucrania y cuando se reanude el conflicto en cinco o siete años, Ucrania dejaría de existir como Estado”, prosigue. “Rusia nunca dejará de ser un enemigo del mundo civilizado”.

“Actualmente estamos viviendo un momento histórico, y no se deberían repetir ciertos errores que nos ha enseñado la Historia y que harían que Rusia sea más fuerte y más tirana”, añade antes de despedirnos en la ciudad de Kramatorsk. “Cada país que está ayudando a Ucrania comprende esta lección de la Historia, y cada ayuda que llegue ahora, ya sea en forma de dinero, ayuda humanitaria o personas, será muy importante para establecer la paz en el mundo”.