Con el eco de las explosiones de fondo, los habitantes de Rafah se enfrentan a un éxodo forzoso y desesperado, instigado por el reciente anuncio, ya consumado, de Israel de intensificar su operación militar en el sur de Gaza. Desde el lunes, cuando las fuerzas israelíes redoblaron su asalto en los barrios orientales de la ciudad, más de 100.000 personas han sido obligadas a huir en busca de una supuesta nueva zona segura en la precariedad de Al-Mawasi, al suroeste de la Franja.
Este nuevo capítulo de desplazamiento masivo, que para muchos no es el primero sino una repetición de la pesadilla, ha sido calificado por el secretario general de la ONU, António Guterres, como el preludio de “una gran catástrofe humanitaria”.
La UNRWA avisó en X que “las pérdidas de las familias en Rafah son intolerables, no hay ningún lugar seguro”. En Rafah se agolpan ahora alrededor de millón y medio de personas, incluidos desplazados de otras zonas de la Franja, temporalmente alojados en campamentos improvisados tras huir del norte y centro de Gaza buscando refugio desde la ofensiva de Israel iniciada el pasado 7 de octubre. El número de víctimas del ataque israelí en la Franja en los últimos siete meses ha ascendido a 34.904 muertos y 78.514 heridos.
Georgios Petropoulos, jefe de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la ONU en Gaza, aseguró que la “reciente orden de evacuación emitida por el Gobierno israelí en relación con la operación militar ha afectado hasta ahora a 110.000 personas o más que han tenido que huir hacia el norte”. Petropoulos explicó desde Ginebra que “la mayoría de estas personas se ha visto obligadas a desplazarse cinco o seis veces” desde que comenzó la guerra de Israel en Gaza.
La tragedia en Rafah ahora reside en la falta de necesidades básicas para los desplazados, como agua potable y suficientes instalaciones para el aseo e higiene de tanta población. Para comprender mejor la situación, Artículo14 habla con Inas Qishta, periodista palestina residente en Rafah.
“En estado de pánico”
“Llevamos varios días en estado de pánico. La situación en Rafah es muy complicada. Además de los bombardeos constantes, hay una escasez grave de alimentos y agua debido al cierre de los cruces. Conseguir algo tan básico como leche para bebés es casi imposible“, indica la joven gazatí.
“Los hijos pequeños de mi hermana están desnutridos, y mi sobrino de seis años ha quedado tan traumatizado que no puede hablar ni quiere comer“, lamenta Qishta.
“Pienso en si mi familia estará bien o si todos moriremos juntos”
La periodista añade que con “la intensificación de los bombardeos, cientos de miles de familias huyeron de Rafah. Ver a tanta gente buscando refugio en otros lugares me hace pensar constantemente si mi familia estará bien o si perderé a alguno de ellos, o si todos moriremos juntos“.
Qishta comparte vídeos de la evacuación de su casa, mientras se pregunta si alguna vez podrán “volver a nuestro cálido hogar. ¿Sentiremos seguridad otra vez?”.
La joven gazatí confiesa que ellos no querían irse de Rafah, “ni dejar nuestra casa”. Es más, recuerda que la “primera noche después de que Israel anunciara el inicio de su operación fue aterradora. No sabíamos adónde ir, así que nos mudamos a la casa de un familiar en la misma Rafah, pero la situación no era diferente: seguíamos oyendo bombas y aviones”.
Continúa en su ruta por la seguridad. “No sé cómo llegaremos al lugar que Israel dice que es seguro. Después de siete meses de genocidio, sabemos que en Gaza no hay un lugar seguro. El Ejército israelí ataca todo lo que se mueve. Ejecuciones, bombardeos de familias enteras… Solo buscamos un lugar seguro, ya no pensamos en nuestras casas, ni en los recuerdos que dejamos atrás”.
Depresión, ansiedad e insomnio
Nuestro segundo testimonio desde Rafah es el de Amal, cuyo nombre significa “esperanza”, aunque ya esperanza no le quede, ni tampoco optimismo y alegría, superados ahora por depresión y ansiedad.
Amal, maestra de preescolar, reconoce que lleva meses sin dormir y sufre ataques de pánico por el sonido de los aviones volando las 24 horas.
A pie y con lo puesto
“Nos vimos obligados a salir de nuestra casa por la noche para salvar nuestras vidas. Desperté a mis hijos y salimos caminando, como cientos de familias en Rafah“, describe. La gazatí explica que “algunos se refugiaron en las tiendas de sus parientes desplazados en Jan Yunis. El desplazamiento es difícil porque la gente está exhausta tras meses de guerra y asedio”. Asimismo, los palestinos se enfrentan a más obstáculos tras más de 217 días de conflicto bélico: “Tienen hambre y no hay transporte, y los pocos medios disponibles son carísimos por el alto precio del combustible”.
Ella salió de Rafah “solo con nuestros hijos y la ropa que llevábamos puesta. Ojalá este infierno acabe pronto, no lo soporto más. No sé qué decirles a mis hijos para que aguanten algo que va más allá de sus fuerzas… Somos muertos en espera de ejecución”.